Habacuc 2:2
Y Jehová me respondió,
y dijo: Escribe la visión, y
declárala en tablas, para que corra el
que leyere en ella.
I Reyes 19:12, 13
Y tras el terremoto un fuego;
pero Jehová no estaba en el fuego.
Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó
Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió,
y se puso a la puerta de la cueva.
Y he aquí vino a él una voz,
diciendo: ¿Qué haces aquí,
Elías?
El silbo apacible y
delicado tiene éxito allí donde “tremendas cosas… en justicia” no sirven de nada.
No me sorprende que Elías
esperara que los terribles juicios prevalecerían con sus paisanos; estas cosas
terribles parecieran ser una forma rudimentaria pero efectiva de vencer el mal,
y ciertamente prevalecerían si el corazón de los hombres no fuera tan “engañoso
más que todas las cosas, y perverso.”
¿No has juzgado que si Dios
enviara una pestilencia a nuestra indiferente ciudad, tal vez podría impresionar
a la indiferente multitud, y conduciría a nuestras casas de oración a aquellos
que habitualmente desperdician ahora el día de guardar?
¿No podrían el cólera, o la
guerra, o el hambre alarmar las
conciencias de los descuidados y
conducir a los impíos a ponerse de rodillas?
¿No has pensado que tal vez
la protección que Dios nos ha dado al salvarnos
de las plagas de la guerra y de innumerables males, pudiera haber tendido a
engendrar en los corazones de los hombres la presunción, el descuido y la indiferencia?
Cuando pensamos en el
pecado de nuestros semejantes casi podríamos decirle a Cristo: “¿Quieres que mandemos
que descienda fuego del cielo, como hizo Elías?”
Imaginamos con frecuencia
que los terrores del Señor persuadirán a los hombres y los forzarán a buscar el
reposo en el pecho de su Dios. Gracias sean dadas a la misericordia infinita porque
el Señor, en el presente, no elige esa forma terrible de acción.
Él deja al viento, deja al
terremoto y al fuego, y les habla a los hombres en el silencio de sus almas
mediante una voz que, aunque sea como “silencio audible,” es el poder de Dios
para salvación.
Somos pobres discípulos de
Aquel de quien leemos, “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles
su voz.”
En nuestras prácticas
religiosas somos demasiado propensos a confiar en la fuerza y energía carnales.
Si podemos hacer ruido y
crear excitación, conmoción y agitación, entonces tenemos esperanzas. Somos
demasiado propensos a identificar con el poder de Dios la agitación de las
masas motivada por excitaciones recientemente inventadas.
Esta época de novedades
parecería haber descubierto el poder espiritual en las bandas de metales y
tambores, y se espera que las almas que no pudieran ser salvadas por una
iglesia sean alcanzadas por un ejército, y se supone que las mentes que son
insensibles a los argumentos evangélicos pueden ser embelesadas por unos
pendones.
Dios quiere que aprendamos esta lección, “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zacarías 4:6)
Dios no se apoya en el
poder de la criatura. Entonces, ¿qué usa Dios para tocar el corazón? Nuestro
Padre celestial generalmente usa lo que es suave, tierno, apacible, tranquilo,
calmado y pacífico: un silbo apacible y delicado. En la obra de una conversión
real, de inducir al alma a la decisión y a una completa obediencia
a Dios, la voz que llama es a menudo tan apacible que resulta casi
imperceptible para otros, excepto en sus resultados; sí, es con frecuencia tan
apacible que es casi imperceptible para el hombre que es el objeto de ella.
La sencilla enseñanza
apostólica está en rebaja, y se nos invita a experimentar métodos más
sensacionales. La tendencia de este tiempo es hacia lo grande, hacia lo
espectacular, y hacia el ‘show’ de poder, como si esas cosas pudieran lograr lo
que agencias más regulares no han podido alcanzar. Pero no es así, o de lo
contrario, tanto los hombres como Dios habrían cambiado grandemente. Extracto
de Sermón “El Silbo Apacible y Delicado”. Por Charles Haddon Spurgeon.
La suave y tranquila voz de Dios. Cuando Dios nos habla de esta manera,
sabemos que algo está bien, tenemos un fuerte sentimiento de ir hacia delante
en una dirección, o vemos algún asunto que hay en nuestro corazón y la
respuesta está clara para nosotros; en el mundo secular lo podrían llamar
intuición o un sexto sentido, sin embargo para los cristianos es una voz que
habla directamente a nuestro espíritu.
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