Dios
Eterno – Desde el Siglo hasta el Siglo
Dios es Eterno
siempre ha existido y continuará
existiendo en el futuro. Como El Olam, Él es conocido como el Dios Eterno.
El nombre
hebreo Olam significa "para siempre, perpetuo, viejo, antiguo"
implicando que existe un futuro y un pasado infinitos. "Antes que naciesen
los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú
eres Dios" (Salmo 90:2). Los principios de las leyes de la naturaleza, el
principio del tiempo, y de la existencia de este mundo—todos son el resultado
de Dios, el Creador que posee sabiduría y poder eternos. Él existía antes del
tiempo y de los mundos.
A veces,
la gente piensa que el Dios Eterno es completamente independiente o distante de
cualquier acontecimiento o de las acciones que ocurren en nuestras vidas.
La
eternidad de Dios puede ser explicada como: "Dios no tiene principio, fin,
ni sucesión de momentos en su propia existencia, y ve todo el tiempo por igual
vívidamente; aun así, Dios ve los acontecimientos en el tiempo y actúa a
tiempo."1 Esta doctrina es llamada con frecuencia la doctrina de la
infinitud de Dios con respecto al tiempo. Ser "infinito" significa
ser ilimitado. Esta doctrina enseña que el tiempo no limita a Dios ni lo cambia
de ninguna manera.
Dios es
eterno en Su propia existencia. El Salmo 90, el cual se cree que es una oración
de Moisés, instruye a los israelitas a honrar la naturaleza eterna de Dios
mediante sus oraciones. El salmo contrasta la eternidad de Dios con la vida
frágil y breve del hombre. El hombre debe hacerse a la idea del escaso número
de sus días en comparación con un Dios santo y eterno. Asimismo, en Job 36:26,
Eliú dice de Dios: "He aquí, Dios es grande, ¡y nosotros no le conocemos!
Ni se puede seguir la huella de sus años." Los años de Dios son
innumerables e interminables en contraste con los pocos años del hombre.
Inclusive Job se lamenta de que sus días y meses están determinados por Dios,
con límites de tiempo que él no puede pasar (Job 14:5).
Antes del Tiempo
Como Dios
Eterno, debemos reconocer el hecho de que Dios creó todas las cosas y de que Él
mismo es un espíritu inmortal.
Antes de
la creación del universo no existía la materia, pero luego Dios creó todas las
cosas (Génesis 1:1; Juan 1:3; Colosenses 1:16).
El estudio
de la física nos dice que la materia, el tiempo, y el espacio deben ocurrir
conjuntamente. Sin materia no puede haber espacio ni tiempo. Por lo tanto, el
"tiempo" —la sucesión de momentos uno después de otro—no existía
antes de que Dios creara el universo. Pero antes de que hubiera un universo o
tiempo, Dios siempre existió, sin ser influenciado por el tiempo.
Hay
lugares en la Biblia que hacen referencia a la existencia de Dios o a sus
acciones "antes" de que existiera alguna creación o tiempo.
"Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que
fuéramos santos y sin mancha delante de Él...” (Efesios 1:4). En las propias
palabras de Jesús, Su esplendor eterno es expresado cuando habla de "la
gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del
mundo" (Juan 17:24). Más significativo, Judas 25 proclama gloria,
majestad, imperio, y potencia a Dios "antes de los tiempos ahora y por
todos los siglos."
Extraordinariamente,
la secuencia de tres partes de Judas indica pasado presente y futuro,
significando que esta frase en el texto griego original, pro panto tou aiwnos,
es traducida correctamente "antes del tiempo."
Al
referirse a un Dios Eterno, los pasajes anteriores de las Escrituras y el hecho
de que Dios siempre ha existido, aún antes del tiempo, se combinan para indicar
que el propio ser de Dios no consiste en una sucesión de momentos. Su presencia
gloriosa no progresa de un estado de existencia a otro. Aunque es difícil de
comprender para nosotros, Dios es omnipresente, está totalmente presente en
todas partes. Por lo tanto, Dios puede ver todos los tiempos por igual
vívidamente, así como instantáneamente.
En el
Salmo 90:4, leemos: "Porque mil años delante de tus ojos son como el día
de ayer, ya pasó, y como una de las vigilias de la noche." Una vigilia
nocturna era aproximadamente cuatro horas, la breve parte de la noche cuando un
hombre duerme. Entre un minuto y un millón de años podemos establecer una proporción,
pero entre el tiempo y la eternidad esa proporción no se puede comprender. En
el Nuevo Testamento, Pedro habla de que Dios ve "mil años como un
día" (Segunda de Pedro 3:8). Dios considera mil años como si fueran
"ayer".
El Dios
Eterno no olvida cosas después de uno o dos milenios, sino que también ve un
día cualquiera como mil años. Es como si ese día nunca termina, sino que
siempre está siendo experimentado por Él. Dios puede ver toda la historia tan
intensamente como si fuera un acontecimiento breve que ocurrió en un momento
dado, ¡pero cualquier breve acontecimiento como si continuara por siempre!
Ningún acontecimiento que ocurra en nuestras vidas se borra del conocimiento de
Dios. Él es omnisciente, conociendo plenamente todo de Sí mismo y de todas las
cosas en un mismo acto eterno.
Nuestra Respuesta Personal
Al
reflexionar sobre los atributos del Dios Eterno, cada respuesta se vuelve muy
personal. El talentoso cantante cristiano, Chris Tomlin, dijo: "Dios es un
misterio más allá de nuestra comprensión." La letra de esta canción
refleja su relación personal con el Dios de la Eternidad:
Tú eres el Dios eterno.
El Dios eterno.
Tú no desmayas.
Nunca te cansas.2
Los humanos miden casi todo de acuerdo a un tiempo específico. Aun así,
añoramos que nuestras vidas y nuestras relaciones duren para siempre. Cuando
escogemos tener una relación con Jesucristo, Dios nos da una promesa eterna que
se extiende más allá de los límites del tiempo. . . una vida eterna (Juan
3:16).
EL AMOR
DE DIOS
Los Atributos de Dios
En la Palabra se nos
dicen tres cosas acerca de la naturaleza de Dios.
Lo Primero, que “Dios es
Espíritu” (Juan 4:24). En el griego no hay artículo indeterminado, por
lo que decir “Dios es un espíritu» sería en extremo censurable, puesto que le
igualaría a otros seres. Dios es “Espíritu” en el sentido más elevado.
Por
ser “Espíritu” no tiene sustancia visible, es incorpóreo. Si Dios
tuviera un cuerpo tangible, no sería omnipresente, y estaría limitado a un
lugar; al ser “Espíritu” llena los cielos y la tierra.
Lo Segundo, que “Dios es luz”
(1 Juan 1:5) lo cual es lo opuesto a las tinieblas.
Las
tinieblas, en las Escrituras, representan el pecado, el mal, la muerte; la luz
representa la santidad, la bondad, la vida. Que “Dios es luz” significa que es
la suma de todas las excelencias.
Lo Tercero, que “Dios es
amor” (1 Juan 4:8). No es simplemente que Dios “ama”, sino que es el
Amor mismo. El amor no es simplemente uno de sus atributos, es su misma
naturaleza.
Muchos hoy en día hablan del amor de Dios, pero no conocen por completo al Dios de amor. El amor divino
es visto frecuentemente como una especie de debilidad afectiva, una cierta pasividad
cariñosa; es reducido a un simple sentimiento enfermizo, copiado de las
emociones humanas. Sin embargo, como en todo lo demás, la realidad es que nuestras ideas deben ser dirigidas de acuerdo con lo que las
Sagradas Escrituras nos revelan.
Esta
es una urgente necesidad que se hace incuestionable, no sólo por la ignorancia
general que prevalece, sino también por el estado tan bajo de espiritualidad
que, triste es decirlo, es característica general de muchos de los que profesan
ser cristianos.
¡Qué poco amor verdadero hay hacia Dios!
Una de las razones principales es
que nuestros corazones se ocupan muy poco de su maravilloso amor. Cuanto mejor
conozcamos su amor -su carácter, plenitud, bienaventuranza más fuerte será el
impulso de nuestros corazones en amor hacia Él.
Hoy te voy a decir alguna características
de ese amor:
1.
El amor de Dios es inherente.
Inherente: Que es esencial y
permanente en un ser o en una cosa o no se puede separar de él por formar parte
de su naturaleza y no depender de algo externo. Constituye un modo
de ser intrínseco a un sujeto, y no una relación
con otra cosa. Esencial,
permanente, que no se puede separar de otra
cosa.
Cuando
decimos que el amor de Dios es inherente queremos decir que no hay nada en los
objetos de su amor que pueda provocarlo, ni nada en la criatura que pueda
atraerlo o impulsarlo. El amor que una criatura siente por otra es producido
por algo que hay en ésta; pero el amor de Dios es gratuito, espontáneo,
inmotivado. La única razón de que Dios ame a alguien reside en su voluntad
soberana.
“no por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová, y os ha
escogido; porque vosotros erais los más pocos de todos los pueblos; sino porque
Jehová os amó”
(Deuteronomio 7:7,8).
Dios ha amado a los suyos desde la eternidad, y, por lo tanto, nada que
sea de la criatura puede ser la causa de lo que se halla en Dios desde la
eternidad. El ama por sí mismo “según el intento suyo” (2 Timoteo
1:9).
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
Dios no nos amó porque nosotros le amábamos, sino que nos amó antes de
que tuviésemos una sola partícula de amor hacia él. Si Dios nos hubiera amado
correspondiendo a nuestro amor, no hubiera sido espontáneo; pero, porque nos
amó cuando no había amor en nosotros, es evidente que nada influyó en su amor.
Si Dios ha de ser adorado, y el corazón de sus hijos probado, es importante que
tengamos ideas claras acerca de esta verdad preciosa.
El
amor de Dios hacia cada uno de “los suyos» no fue movido en absoluto por nada
que hubiera en ellos.
¿Qué había en mí que
atrajera al corazón de Dios?
Nada absolutamente. Al contrario, todo lo
que le repele, todo lo que le haría aborrecerme -pecado, depravación,
corrupción estaba en mi corazón; en mí no había ninguna cosa buena.
Nada movió a Dios a amarnos, nada lo impulso a hacer un plan de salvación,
nada lo obliga a amarnos, nada lo induce a amarnos, Él es amor y no se puede
separar del amor, cada mirada hacia nosotros, cada pensamiento hacia nosotros
está impregnado de Su amor. No se puede separar el amor y Dios.
2. El Amor de Dios Es Eterno. Necesariamente ha de
ser así. Dios mismo es eterno, y Dios es amor; por tanto, como él no tuvo
principio, tampoco su amor lo tiene. Es cierto que este concepto trasciende el
alcance de nuestra mente finita; sin embargo, cuando no podemos comprender,
podemos adorar. ¡Qué claro es el testimonio de Jeremías 31:3 “Con amor
eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia!”
¡Qué
bendito conocimiento el saber que el Dios grande y santo amó a sus hijos antes
de que el cielo y la tierra fuesen creados, y que había puesto su corazón en
ellos desde la eternidad! Esto es prueba clara de que su amor es espontáneo,
porque él les amó innumerables siglos antes de que tuviesen el ser.
La
misma maravillosa verdad queda expuesta en Efesios 1:4,5: “Según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él en amor; habiéndonos predestinado”.
¡Qué de alabanzas debería producir el corazón al pensar que si el amor
de Dios no tuvo principio tampoco puede tener fin! Si es verdad que “desde
el siglo hasta el siglo” El es Dios y es “amor” entonces es
igualmente verdad que ama a su pueblo “desde el siglo y hasta el siglo”.
"Desde lejos el Señor se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te
he atraído con misericordia." -- Jeremías 31: 3.
Sabemos que este pasaje se refiere
primordialmente al antiguo pueblo de Dios, es decir, a los descendientes
naturales de Abraham. Él los eligió desde tiempos antiguos, y los separó de las
otras naciones del mundo. Su elección llena un largo capítulo de la historia, y
brilla en la profecía con un lustre resplandeciente. Hay un intervalo durante
el cual ellos han experimentado extrañas vicisitudes, han recibido pesados
castigos, y han adquirido una mala reputación por la perversidad de su mente y
por la obstinación de su corazón.
Sin embargo, una gloria futura los espera
cuando ellos se volverán nuevamente al Señor su Dios, serán restaurados a su
tierra, y reconocerán a Jesús de Nazaret como el Rey de los Judíos, el Rey
ungido de ellos. Sin cambiar ni una jota ni una tilde del significado literal
de estas palabras según fueron dichas por el profeta Jeremías al pueblo hebreo,
las podemos aceptar como una profecía de Dios referida a toda la iglesia que
forma Su familia redimida, y aplicable a cada miembro individual de esa sagrada
comunidad.
Por lo tanto, cada cristiano cuya fe pueda
captar el testimonio, puede apropiarse del texto. De la misma manera que muchos
creyentes lo han hecho, así cada creyente puede oír la voz del Espíritu Santo
que le dice al oído estas palabras: "Con
amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia." Hay
dos cosas sobre las que nos proponemos hablar brevemente: una cosa sobre lo que
hablaremos es sobre El Regalo Incalculable,
"Con amor eterno te he
amado" ; y la otra cosa es sobre La Evidencia Inconfundible: "por
eso te he atraído con misericordia."
¡Cuán grande y preciosa es esta afirmación!
Es una bendición que no tiene precio, ser
abrazados por el amor, por el amor eterno de Dios!
Nuestro Dios es un Dios de infinita
benevolencia.
Él muestra su buena voluntad hacia todas sus
criaturas. Sus tiernas misericordias se extienden sobre todas sus obras. Él
desea el bien de toda la humanidad.
¡Con cuánta fuerza y con cuánto sentimiento
Él afirma esto!
"Vivo yo, dice el
Señor Dios, no quiero la muerte del impío, sino que el impío se convierta de su
camino y viva."
Y cualquier hombre que, arrepentido de sus
pecados pasados, se vuelva a Jesús, el Salvador de los pecadores, encontrará en
Él perdón por su pasado y gracia para el futuro. Esta verdad general, que
siempre hemos sostenido con firmeza y acerca de la cual nunca hemos dudado, y
que hemos proclamado tan lejos como nuestro ministerio ha podido alcanzar, no
es en absoluto inconsistente con el hecho que Dios tiene un pueblo elegido
entre los hijos de los hombres, que han sido amados por Él, conocidos de antemano
por Él, y ordenados por Él para heredar todas las bendiciones espirituales
desde antes de la fundación del mundo.
Como un pueblo elegido, ellos son el especial
objeto de Su amor.
El pacto de la gracia fue realizado a favor
de ellos; por ellos la sangre de Cristo fue derramada en el Calvario; en ellos
el Espíritu de Dios obró de manera eficaz para su salvación.
Las palabras "Con amor eterno te he
amado" han sido dichas en relación a ellos y para ellos; un amor muy
superior a la simple generosidad, mucho más elevado que la benevolencia como
las montañas son más altas que el mar; un amor más intenso, más profundo, más
dulce que ese tesoro de la providencia que dora la tierra con la luz del sol o
que dispersa las gotas del rocío de la mañana; un amor que revela su
preciosidad en las gotas de sangre destiladas por el corazón del Salvador y que
manifiesta su favor personal e inmutable para las almas amadas en el don del
Espíritu Santo, que es el sello de su redención y el signo de su adopción. Así
que el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
REGALO
INCALCULABLE.
Consideremos el texto palabra por palabra.
"Te
he amado."
¿Quién es el que habla?
El gran "Yo soy," Jehovah el Señor.
No hay sino un solo Dios, y ese Dios llena
todas las cosas.
"Porque en El
fueron creadas todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen."
Él no está lejos, no puede decirse que esté a
una infinita distancia de nosotros, aunque el cielo sea su trono; pues Él está
aquí con nosotros.
Vivimos en Él, nos movemos en Él, y tenemos
nuestro ser en Él.
Los máximos esfuerzos de la imaginación no
pueden establecer ninguna verdadera concepción de lo que es Dios.
El ala poderosa de la razón, aunque fuera
mucho más fuerte que el ala famosísima del albatros, fallaría de manera rotunda
si pretendiera encontrar a Dios.
¡Tú eres incomprensible, oh Jehovah!
¡Tú ser es demasiado grande para que la mente
mortal lo entienda!
Sin embargo podemos entender esto: tu voz ha llegado
hasta nosotros; desde la excelente gloria los diversos tonos de tu voz han
sonado de manera clara en nuestros oídos:
"Te he amado."
Creyente en Cristo, ¿has oído esa voz?
El amor de cualquier criatura es precioso.
Para nosotros vale mucho el amor del mendigo
de la calle. Nos halaga. No podemos compararlo ni al oro ni a la plata. La
mayoría de los hombres buscan la relación o estiman la amistad de quienes se
distinguen de alguna manera ya sea por su rango, o por su preparación, o por su
riqueza. Hay un encanto cuando se vive en la estimación de quienes son
estimables. Pero ninguna pasión de nuestra naturaleza me podrá dar la
comparación adecuada cuando pregunto ¿en qué consistirá ser amado con el amor
de Dios?
Ser amado por Él cuya dignidad es sin medida,
cuyo poder de bendecir es infinito, cuya fidelidad nunca cambia, cuya
inmutabilidad permanece firme como una gran montaña. Ser amado por Quien no
muere, y que estará con nosotros a la hora de nuestra muerte. ¡Ser acariciados
por Quien nunca cambia en relación a todos nuestros cuidados, ser protegidos
por Su amor cuando estemos ante el tribunal, durante la última espantosa prueba
por la que tienen que pasar las criaturas responsables! ¡Oh, ser amados por
Dios!
Si toda la humanidad te odiara esta miel convertiría
toda tu hiel en dulzura. Sería suficiente para sacarte del calabozo de la
miseria, de la habitación de la pobreza; ay, del lecho de la muerte.
Te sentirías como un ángel; y debes saber que
eres así, un príncipe de sangre Imperial.
Si esto es verdad en relación a ti, amigo
mío, con gozo indecible puedes emular la bienaventuranza de los espíritus
benditos, que ven a Jehovah y lo adoran ante su trono.
¿Quién
es el que es amado?
"Te he amado."
Cristiano, bebe eso si puedes. Acércate a esa fuente. Ciertamente allí hay gozo
para ti. Repite para ti esas palabras con el énfasis adecuado. "Te he
amado," "Te he amado," "Te he amado."
¿Acaso no es maravilloso que el Dios
Todopoderosos ame a alguien de la raza de Adán: tan insignificante, tan
efímero, que pasa tan rápido?
Si un ángel amara a una hormiga que se
arrastra en su hormiguero, sería extraño, aunque la disparidad entre esos dos
seres es comparativamente trivial; ¡pero que el Dios eterno ame a un hombre
finito es una maravilla de maravillas! Y sin embargo, si Él hubiera amado a todos
los hombres en todas partes, excepto a mí, no me sorprendería tanto como cuando
entiendo la verdad en relación a mí que Él me ha amado.
Déjenme oír su voz, diciendo: "Te he
amado," y entonces de inmediato me siento abatido en humildad y
sobrecogido de gratitud, para exclamar con David: "¿Quién soy yo, oh Señor Dios, y qué es mi casa para que me
hayas traído hasta aquí? ¿Por qué me has amado?"
¡Ciertamente no había nada en mi constitución
natural, nada en mis circunstancias, nada en mi carrera pasajera, que pudiera
ameritar Tu estima o Tu atención, oh mi Dios!
¡Por qué motivo, entonces, le has hablado a
Tu siervo, diciendo: "Te he amado"!
¡Oh, con qué facilidad puedo imaginarme que
Él más bien nos hubiera dicho a cada uno de nosotros: "Te he despreciado"!
Tal vez tú fuiste alguna vez un borracho, y
sin embargo Él te amó.
Un mentiroso, y sin embargo Él te amó.
Tú tenías muy mal carácter, y sin embargo Él
te amó.
Y tú tienes, aún ahora, debilidades e
imperfecciones que hacen que en ocasiones tú mismo te desprecies y te llenes de
vergüenza, cansado de la vida, herido en el conflicto con el que tienes que
batallar, día a día, con tales pecados que te asedian: malos pensamientos y
malos deseos, tan degradantes a tu naturaleza, tan repugnantes para ti mismo,
tan deshonrosos para tu Dios.
Sin embargo, Él dice: "Te he
amado."
Vamos, hermanos y hermanas, oigan la palabra
y háganle caso.
No desperdicien la dulzura del texto con
preguntas molestas.
Aquí está. Está escrito con letras grandes y
legibles. Acérquense a esta fuente y beban. Beban su porción y sacien su sed
con este amor divino. Si tú crees en Jesús, aunque seas pobre, desconocido,
analfabeta, y lleno de debilidades que te llevan a despreciarte a ti mismo, sin
embargo Quien no puede mentir dice: "Te he amado."
Estas palabras han sido dichas a una
Magdalena. Han sido dirigidas a quien estaba poseída por siete demonios.
Fueron susurradas en el corazón del ladrón
que moría. Dentro de la más negra oscuridad de la propia desesperación han
lanzado su nota de alegría.
Bendito sea el nombre del Señor, tú y yo
podemos oír la voz de su Espíritu, cuando Él da testimonio a nuestro espíritu:
"Con amor eterno te he amado."
¡Qué desigualdad por naturaleza, qué unión
por gracia entre estos dos, el "Yo" y el tú (el infinito "Yo"
y el insignificante "tú") tan grande la primera persona y tan indigna
la segunda persona!
Siempre que intento hablar acerca del amor de
Dios, siento que preferiría callar, sentarme a meditar, y pedirle a los
creyentes que fueran tan amables de unirse a mí en la meditación, más que
darles mis débiles expresiones.
Si el amor de Dios sobrepasa enteramente a
todo conocimiento humano, ¿cuánto más sobrepasa al discurso de un mortal? ¿Qué
es lo que Él otorga? Que Dios sea misericordioso con nosotros es un tema que
nos lleva a la alabanza.
Que Él tenga piedad de nosotros es causa de
nuestra gratitud. Pero que Él nos ame es un tema de asombro constante, así como
de alabanza y gratitud. ¡Que Él nos ame!
Los mendigos de las calles pueden provocar
nuestra compasión; pero la verdad es que no podríamos amar a muchos a quienes
sí podríamos ayudar de buen grado. Sin embargo, Dios ama a quienes ha salvado
de sus pecados, y a quienes ha rescatado de la ira venidera.
Entre el grandioso Corazón del cielo y este
pobre corazón adolorido y tembloroso de la tierra hay un amor establecido; un
amor del tipo más querido, verdadero, dulce y fiel.
De hecho, el amor de la mujer, el amor de una
madre, el amor de una esposa, no son más que agua; pero el amor de Dios es el
vino; aquel amor no es sino parte de las cosas de la tierra, pero el amor de
Dios es lo celestial.
El amor de la madre refleja el amor de Dios,
de la misma manera que la gota de rocío refleja al sol; pero así como la gota
de rocío no puede contener al sol poderoso, así tampoco ningún amor que palpite
en un pecho humano puede contener alguna vez, ni las palabras pueden tampoco
expresar la altura, la profundidad, la longitud ni la anchura del amor de Dios
que es en Cristo Jesús nuestro Señor.
"Te he amado." ¡Oh! Cristiano, entonces
acércate más.
Tu Padre, que te castigó ayer, te ama. Él, a
quien has olvidado con tanta frecuencia, y a quien has ofendido tan
constantemente, sin embargo Él te ama.
Tú sabes lo que es amar. Traduce el amor que
le tienes a tu más querido amigo, y míralo y di: "Dios tiene por mí un
amor mucho más grande."
Piensas que hay personas por las que podrías
morir con gusto, cuyo dolor asumirías libremente si pudieras liberarlos de ese
dolor por un momento. Con gusto intercambiarías su lugar en sus lechos de
enfermos si les pudieras evitar una noche de sufrimiento. Pero tu Padre te ama
con un amor mayor que todo eso, y Jesús te lo demuestra. Él cargó con tus
pecados, con tus dolores, tu muerte, tu tumba para que pudieras ser perdonado,
aceptado y recibido en el favor divino, y así pudieras vivir y ser bendecido
por toda la eternidad.
Observemos que hay una fuerza incomparable, a
la vez que una dulzura sin término en esta aseveración: "Con amor eterno te he amado."
La palabra eterno es la médula del Evangelio.
Si se quitara esa palabra, se le robaría a la profecía sagrada su parte más
divina. El amor de Dios es "eterno." La palabra contiene tres
significados internos. Nunca ha tenido un principio. Dios no comenzó nunca a
amar a su pueblo. O, mejor dicho, antes que Adán cayera; antes que el hombre
fuera creado, antes que las montañas fueran hechas, antes que los cielos azules
fueran extendidos por todo el horizonte, hubo en Su corazón pensamientos de
amor hacia nosotros.
Él comenzó a crear, Él comenzó realmente a
redimir, pero nunca comenzó a amar. Es amor eterno el que resplandece en el
pecho de Dios hacia cada una de las personas de su pueblo elegido.
A algunos no les gusta esta doctrina; pero si
sabes que el amor eterno te pertenece, te gozarás al oírla cuando es proclamada
una y otra vez. Le darás la bienvenida a ese sonido lleno de gozo. ¡Ah! El amor
de Dios no es como el crecimiento de un hongo. No surgió a la superficie ayer,
ni perecerá mañana; sino que, como las colinas eternas, permanece firme.
Ustedes fueron amados por su Dios antes de
que Él hubiera formado el barro de Adán, o antes que el globo terráqueo fuera
enviado desde la palma de la mano de Dios a su poderosa órbita, mucho antes que
las estrellas comenzaran a brillar, antes que el tiempo fuera, cuando Dios
habitaba completamente solo en la eternidad, los amó entonces y con amor
eterno.
La segunda idea es que Él ama a su pueblo y
su amor no tiene fin. No sería eterno si en algún momento determinado llegara a
un fin; si fuera como los ríos de Australia, que fluyen por un tiempo, luego se
secan y más tarde vuelven a fluir. El amor de Dios no es así. Crece y fluye
como un poderoso río de Europa o de América, que se va expandiendo siempre, un
río poderoso, lleno de gozo; que regresa otra vez al océano eterno de donde
procede. No conoce pausas.
Cristiano, tu Dios te ama siempre de la misma
manera. No te puede amar más; no te va a amar menos. Nunca, cuando se
multiplican las aflicciones, cuando los terrores te llenan de miedo, o cuando
tus tribulaciones abundan, el amor de Dios te falta o se debilita. Aunque la
vara nunca antes hubiera caído con tanta fuerza sobre ti, la mano que la mueve,
al igual que el corazón que provoca el golpe, están llenos de amor.
No juzgues al Señor con un sentimiento débil,
sino confía en Él por su gracia. Ya sea que Él te lleve abajo, a las
profundidades de la miseria, o te levante hasta el séptimo cielo del deleite,
su amor fiel nunca varía o fluctúa; es eterno en su continuidad.
Y siendo eterno, el tercer pensamiento es,
nunca acaba. Tu cabello pronto se pondrá gris, pero el amor de Dios todavía
tendrá sus rizos tupidos y negros como un cuervo, con el vigor de la juventud.
Tú vas a morir pronto, pero el amor de Dios
no va a expirar nunca. Tu espíritu se va a remontar y atravesará espacios
desconocidos, pero ese amor te va a alcanzar allí; y en el tribunal del juicio,
en medio de los esplendores de la mañana de la resurrección en la gloria del
milenio, y en la eternidad que seguirá, el amor de Dios será la porción que no
te faltará.
Ese amor nunca te va a abandonar. ¡Cuán
espléndido destino! ¡Una herencia sin fronteras para tu alma!
Párate esta noche sobre tu monte Pisga, y
alza tus ojos hacia el norte, y hacia el sur, al este y al oeste, pues toda esa
tierra que se extiende frente a ti es toda tu propia herencia.
No hubo un momento en el que Dios comenzó a
amarte, y nunca va a dejar de amarte. Tú eres de Él, y serás suyo cuando los
mundos pasen y el tiempo deje de ser. Hay infinitamente más consuelo y
satisfacción en esto de los que yo puedo extraer. Debo dejar este tema con
ustedes, y recomendarles que lo mediten.
Estoy seguro que no hay un maná más delicioso
para alimento de los peregrinos en el desierto que esta doctrina aplicada al
corazón. El amor de Dios hacia nosotros personalmente en Jesucristo es un amor
eterno. Ahora llegamos al segundo punto, que es:
II. LA EVIDENCIA INCONFUNDIBLE
La manifestación por medio de la cual este
amor es dado a conocer.
Muchas buenas personas a menudo se quedan
perplejos ante la doctrina de la elección.
En su sencillez a veces preguntan:
"¿Cómo podemos saber si somos elegidos del Señor, o cómo podemos tener la
seguridad de que nuestros nombres están escritos en el Libro de Vida del
Cordero?"
Ustedes no pueden examinar ese rollo místico
ni curiosear entre esas páginas dobladas.
Aunque tuvieran las alas de un ángel o los
ojos de un serafín, no podrían leer lo que Dios ha escrito en Su libro.
El Señor conoce a los suyos.
Ningún hombre lo sabrá por medio de ninguna
revelación excepto esa que el Espíritu Santo da de acuerdo a mi texto.
Hay una forma de saberlo, y es ésta:
"por eso te he
atraído con misericordia."
¿Has
sido atraído alguna vez?
¿Has
sido atraído con misericordia?
Si es así, entonces hay evidencia que el
Señor te amó con un amor eterno.
Estén listos, por lo tanto, a juzgar por
ustedes mismos.
Hay un reto presentado a ustedes en esta pregunta
directa:
¿Han sido atraídos alguna vez de manera
divina?
Respondan ahora, queridos hermanos,
¿Han experimentado esta atracción sagrada que
los hizo querer venir a Él en el día de Su poder?
¿Han sido atraídos del pecado a la santidad
alguna vez?
Una vez amaron el pecado; en él encontraron
mucho placer; hubo formas y tipos de vicios y de locuras que eran muy queridos
para el corazón de ustedes.
¿Han sido cambiados sus gustos y su camino
tiene otro destino gracias a esta misericordia divina?
¿Pueden ustedes decir: "Ahora odio las
cosas que una vez amé; y lo que antes me dio placer ahora me causa dolor"?
¿Acaso es así?
No les estoy preguntando si son perfectos y
rectos.
¡Ay!
¿Quién de nosotros podría contestar esta
pregunta sin sonrojarse de vergüenza?
Pero yo te pregunto:
¿odias al pecado en cualquiera de sus formas
y deseas la santidad en cada una de sus manifestaciones?
¿Quisieras ser perfecto si pudieras?
Si pudieras vivir como se te antojara…
¿cómo se te antojaría vivir?
¿Acaso tu respuesta es: "Quisiera vivir
como si estuviera sirviendo a Dios día y noche en su templo, sin que mis
pensamientos se desvíen y sin tener ningún deseo de rebelión"?
¡Ah! entonces, si has sido atraído del pecado
a la santidad por medio de la cruz, sin duda Él te amó con amor eterno y no
tienes que desacreditarlo.
Puedes estar tan seguro de ello como si un
ángel hubiera venido y hubiera entregado en tus manos una carta conteniendo
estas palabras. Pero ni aun así hubieras tenido tanta certeza; pues el ángel se
pudo haber extraviado en el camino; pero la Palabra de Dios no puede fallar.
Si eres atraído de esa manera, Él te ha amado
y con amor eterno.
Escucha de nuevo.
¿Alguna vez has sido llevado de tu propio yo
a Jesús?
En algún momento de tu vida te consideraste a
ti mismo tan bueno como otros hombres.
Si se hubiera explorado el fondo de tu
corazón, se habría encontrado allí la siguiente inscripción: "No veo que
yo sea tan gran pecador como la mayoría de mis vecinos; yo soy respetable,
recto, moral; creo que esto me permitirá no tener ningún problema cuando me
muera, y por medio de esfuerzos sinceros unidos a oraciones fervientes y al
arrepentimiento, espero prepararme yo mismo para el cielo."
¡oh! espero que puedas ser alejado de todo
ese vano orgullo y que puedas poner toda tu esperanza únicamente en ese Hombre
bendito que está sentado a la diestra de Dios, coronado de gloria, aunque una
vez estuvo clavado en el madero, despreciado y rechazado por los hombres, que
sufrió como chivo expiatorio por nuestros pecados.
Esto, queridos hermanos, sería una señal
verdadera de que han renunciado a ustedes mismos y que han sido unidos a
Cristo.
Deben haber sido amados y con amor eterno. Es
imposible que alguno de los elegidos de Dios pueda venir a Cristo y unirse a Él
sin haber sido atraído por las cuerdas divinas, de la misma manera que es
imposible que los demonios sientan ternura de corazón y arrepentimiento hacia
Dios. Si puedes decir desde lo profundo de tu corazón:
"Nada en mis manos traigo,
Simplemente a Tu cruz me aferro."
Entonces esas cuerdas de amor son suficiente
demostración que Él te amó y con amor eterno.
¿Alguna vez has sido atraído de la vista a la
fe, llevado de consultar tus facultades humanas a tener confianza en Dios?
Antes solías depender de lo que tú llamabas
tu sentido común. Caminabas de conformidad al juicio de tu propia mente.
¿Confías ahora en Él quien verdaderamente es,
aunque es invisible; que te habla, aunque Su voz es inaudible, confía en Él?
¿Tienes un sentido, día a día, de la presencia
del Ser Supremo a quien no puedes oír ni ver?
¿Acaso la presencia invisible de Dios te
afecta en tus acciones?
¿Los motivos extraídos del mundo venidero
tienen influencia en ti?
Dime si tú, cuando te enfrentas a un
problema, te apoyas en el brazo de la carne, o clamas, y oras y haces súplicas
al Todopoderoso. Dímelo ahora no mañana. No después, dímelo ahora.
¿Has aprendido a caminar dependiendo del Dios
viviente, aun cuando Su Providencia parece fallarte, y desmentir sus promesas? ¿Has
aprendido? Dímelo ahora no mañana. No después, dímelo ahora.
Tienes que saber que una vida de fe es un don
especial de Dios; es el fruto de la protección divina; así que conforme se te
capacita a caminar con Dios, y Él se digna brindarte amistad, tú puedes
concluir con humildad pero también con certeza que, en los registros de los
elegidos está inscrito tu nombre.
Ser traído a una vida de fe es una bendita
evidencia del amor de Cristo.
¿Estás siendo llevado de la tierra al cielo
día a día?
¿Sientes como si hubiera un imán allá arriba
atrayendo tu corazón, de tal manera que cuando estás trabajando en tu negocio,
o en medio de todos tus cuidados familiares, no puedes evitar lanzar una
oración al Altísimo?
¿Sientes alguna vez este impulso de algo que
no entiendes, que te obliga a tener comunión con Dios más allá de los cielos?
¡Oh! si es así, puedes tener la seguridad que
es Cristo quien te atrae con Sus cuerdas.
Hay una cuerda entre tú y el cielo, y Cristo
está jalando esa cuerda, y levantando tu alma y atrayéndola hacia Él.
Espero que tú ames su sentir también:
"Mi corazón está con Él en el trono,
Y con dificultad soporto la demora;
Cada momento estoy pendiente del llamado,
'¡Apresúrate y ven, ven, ven!'"
Si tu corazón está aquí abajo, entonces tu
tesoro está aquí; pero si tu corazón está allá arriba; si tus esperanzas más
brillantes, tus deseos más queridos están en los lugares celestiales, tu tesoro
está de manera muy clara allí, y el título de propiedad de ese tesoro será
encontrado en el propósito eterno de Dios, por medio del cual Él te eligió para
que fueras para Él y para su alabanza.
Así he intentado mostrarles que los que son
atraídos de esta manera pueden estar seguros que fueron amados con un amor
eterno. Y ahora van a observar que fueron atraídos con misericordia.
Algunas personas son llevadas a la religión
por medio del terror.
Tengan mucho cuidado de cualquier religión
que depende del apoyo del terror.
La religión de algunas personas consiste
enteramente en hacer lo que piensan que deben hacer, aunque no les guste.
Temen el castigo o ansían una recompensa. Esa
no es la religión de Jesucristo. Se dice que los soldados de Persia eran
arriados a la batalla, y que el sonido de los látigos de los generales podía
ser escuchado en lo más tupido de la batalla, distribuyendo latigazos a los
soldados renuentes para que cumplieran su parte en la refriega. Los griegos no
iban así a la batalla. Ellos corrían como leones en medio de un rebaño de
ovejas para despedazar a su presa. Ellos peleaban por su país, por sus templos,
por sus vidas, por todo aquello que les era querido, y era por este impulso
interno que alegremente se entregaban a la batalla. La diferencia entre los
griegos y los persas es justamente la diferencia que quiero describir entre los
seguidores de nuestro Señor que profesan su fe.
El cristiano genuino sirve a Dios porque lo
ama; no porque tema al infierno, pues sabe que ha sido liberado de la
condenación, habiendo sido lavado en la sangre de Jesús; no porque espere ganar
el cielo; él se burla de esa idea.
El cielo no se puede ganar con los méritos de
nuestras pobres obras despreciables.
Y además, el cielo es su herencia, Cristo se
lo ha dado, habiéndole dado un título de propiedad definitivo.
El cristiano sirve a Dios porque le ama. El
cristiano es guiado, por un sentido del amor que Dios le tiene, a amar a Dios a
cambio.
¿Quién es el mejor siervo?
Ciertamente no es el hombre que sólo trabaja
para ti por el pago que recibe, que te sirve por su salario, y que traicionaría
tus intereses para beneficio propio; por el contrario, el verdadero siervo es
el que se quedaría a tu lado en las buenas y en las malas, en medio de los
éxitos y de los fracasos.
Algunos de los siervos de tiempos antiguos
estaban tan apegados a sus señores, que eran considerados y tratados como si
fuesen miembros de la familia.
Los verdaderos siervos de Cristo lo aman y le
sirven, no servilmente por el pago que esperan, sino con toda lealtad, porque
sus corazones son fieles a Él y verdaderos.
Le aman de tal manera que no pueden separarse
de Él, y no buscan otro Señor.
Respondan ahora,
¿están siendo atraídos por esas cuerdas de
misericordia?
¡Cuán buena es esta palabra:
"misericordia"!
Tiene un componente de benevolencia que
parece ser como un Rubí gigantesco o un diamante resplandeciente, como el
famoso diamante conocido como "la montaña de luz"; y otro elemento de
amor que parece ser como oro fino que lo rodea.
Pienso que puedo estarme allí contemplando
esa palabra "misericordia", "misericordia", "misericordia"
hasta estallar en una canción en medio de un sagrado extasis.
Hay tal dulzura, y sin embargo tal
estabilidad inmutable en la gracia de Dios revelada por esa palabra, que
nuestro arrebato es reavivado siempre que la repasamos.
He probado de esa misericordia aquí en la
tierra, y de esa misericordia espero cantar en aquellos cielos con notas más
dignas que las que esta débil voz puede emitir ahora.
La misericordia del Señor, tal como brilla en
sus ojos, tal como es comunicada por su mano siempre lista a ayudar, tal como
es expresada por su suave y tierna voz, reanima al alma en el camino del deber,
y la sujeta para no pecar.
¿Cómo
puedo ser tan perverso, cómo puedo pecar en contra de un Amigo que es
todopoderoso, cuya misericordia hacia mí es tan perfectamente gratuita, tan
constante, y sumamente generosa?
"Por el incomparable valor de conocer a
Cristo,
Lo que era de valor estimo como pérdida;
Mi antiguo orgullo es ahora mi vergüenza,
Y hoy clavo mi gloria en Su cruz.
Sí, y es mi deber estimar como pérdida
Todas las cosas por el valor de conocer a
Cristo
¡oh, que mi alma sea hallada en Él,
Con la justicia que procede de Dios!
Ustedes pueden juzgar por ustedes mismos, con
toda claridad y certeza, si ustedes son elegidos de Dios o no.
¿Son ustedes atraídos, y cómo están siendo
atraídos?
¿Están siendo atraídos con cuerdas de
misericordia?
Estos son los dos puntos que se mezclan y se
funden en experiencia. Antes que los ojos de fuego de Dios te escudriñen al
revés y al derecho, yo te conjuro que juzgues, y que juzgues con rectitud
ahora, lo relativo a tu condición.
No estés satisfecho descansando pacíficamente
hasta que puedas decir: "Gracias y alabanzas sean dadas al eterno amor de
Dios, porque yo soy atraído; por gracia, por la gracia divina, yo soy llevado.
A partir de ahora, yo libremente me someto a Cristo para ser su siervo, su
discípulo, su amigo, su hermano, para siempre jamás. "Desde lejos el Señor
se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado."
¿Acaso escucho un suspiro que alguien eleva
en medio de esta asamblea; un suspiro que, al ser interpretado, diría:
"Ay de mí, este solaz sagrado nunca fue
mío; nunca fui atraído; no siento ningún amor ni esos favores que derriten que
me han sido presentados por primera vez en tu descripción de la misericordia;
pero, ¡ah! quisiera ser atraído; quisiera ser parte de esa muchedumbre que verá
su rostro para siempre.
¡Oh, quisiera poder creer que yo, el peor de
todos, voy a encontrar mi nombre escrito en el libro de vida del Cordero!
"Pues bien, mi amigo, me da la impresión
que la atracción ya comenzó para ti. Ciertamente la misericordia de Dios ha
hecho que se te haga agua la boca. Me gozo en grado sumo por aquellos que
tienen hambre del pan de vida, porque pronto serán saciados. Sé muy bien que mi
Señor se los dará. Si tú deseas a Cristo, puedes estar seguro de ello, Cristo
te desea a ti. Ningún pecador buscó a Cristo antes que Cristo lo buscara.
Cuando tú quieres tenerlo, Él evidentemente
quiere tenerte a ti. No hubieras extendido una mano hacia Él, si Él no hubiera
puesto sus dos manos sobre ti.
¡Oh! Si confías en el Cordero sangrante; si
crees que Él puede salvarte y confías con confianza inconmovible que te va a
salvar, entonces ya estás siendo atraído. Esta es la prueba más clara que Dios
te ha amado desde antes del comienzo del mundo.
¡Oh! Cómo quisiera que algunos fueran
atraídos hoy; algunos que han sido grandes y terribles pecadores. Puede haber
muchos de esos entre los vasos escogidos de misericordia.
Que Dios nos conceda que muchos jóvenes sean
atraídos. Y en cuanto a ustedes, que ya no son tan jóvenes, pero que todavía no
tienen esa bendición, no puedo soportar el pensamiento que se queden por más
tiempo sin el llamamiento de la gracia soberana.
¡Que el Espíritu Santo los atraiga! Que
sientan en su corazón el deseo de pertenecer a Cristo; el deseo de ser contados
como miembros del grupo cuando Él elabore Sus joyas.
Conviertan ese deseo en una oración. Inclinen
ahora sus cabezas y oren haciendo esta petición.
Dios escuchará sus secretos suspiros.
Él no rechaza las oraciones sinceras, no
importa cuán imperfectas sean.
Si no pueden ir más allá de un suspiro, este
tiene un valor en Su estimación.
La lágrima que acabas de derramar en tu
asiento no se va a perder; pues un ángel le siguió la pista y la ha guardado, y
se la ha llevado a lo alto.
Dios quiere aceptarte si tú quieres aceptar a
Cristo. Si tú confías en Jesús ahora, ¡ya está! Eres salvo. En el instante en
que un pecador cree y confía en Cristo, es salvo y salvo para siempre. En ese
momento su iniquidad es borrada, y es aceptado en el Amado. A partir de ese momento
él puede cantar:
"Listo, la gran transacción está
completa;
Yo soy del Señor, y Él es mío;
Él me atrajo, y yo lo seguí,
Contento de obedecer la voz divina."
Que el Señor se aparezca a ti, te hable, y te
bendiga, diciéndote:
"Con amor eterno te he amado, por eso te
he atraído con misericordia." Amén.
El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
Las Cuerdas de Amor
NO. 3561
Sermón predicado el Jueves 26 de Abril de 1917
por Charles Haddon Spurgeon
Buswell, J. Oliver: Teología
Sistemática, Tomo 1, Dios Y Su Revelación : Buswell, J. Oliver. Miami, Florida,
EE. UU. de A. : LOGOI, Inc., 1979, S. 13
Ryrie, Charles Caldwell: Teologı́a
Básica. Miami : Editorial Unilit,
2003, S. 28
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