Puede que ya hayamos trazado nuestro propio plan, pero entonces
comenzamos a sentirnos inquietos y sin paz. Si oramos a Dios y le pedimos que
nos guíe, es posible que nos lleve por el camino que menos pensábamos.
Hay veces en las que nos susurra al oído.
Aunque nos habla de manera inaudible, escuchamos su voz de manera clara
y específica en nuestro espíritu.
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