“Gran batalla en el cielo; Miguel y sus ángeles luchaban
contra el dragón; y luchaban y dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron…”
I. La señal del "gran dragón
escarlata".
A. El "gran dragón escarlata" es
identificado en Apocalipsis 12:9. Él es:
1. "La serpiente antigua".
2.
El "diablo".
3.
"Satanás, el cual engaña al mundo entero."
B. La apariencia del "gran dragón
escarlata".
1. Su color: "escarlata" (Apocalipsis 12:3). “Color rojo intenso, entre el carmesí y el grana.” (Diccionario
Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.)
a)
Este color es el mismo de la
bestia que "tenía siete cabezas y
diez cuernos". "Vi... una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia"
(Apocalipsis 17:3).
b) El mismo color aparece en la
vestimenta de la gran ramera. "Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata"
(Apocalipsis 17:4).
c) Se
deduce que “escarlata” es el color asociado, espiritual o simbólicamente, con
Satanás específicamente, y por ende, con todos los poderes políticos y
eclesiásticos bajo su dominio.
2. El "gran dragón escarlata…
tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete
diademas" (Apocalipsis
12:3). Las "siete cabezas",
los "diez cuernos" y las "siete diademas" simbolizan
los gobiernos dominados y utilizados por Satanás en la ejecución de sus planes
nefastos.
C.
Las acciones del "gran
dragón".
1. "…y
su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó
sobre la tierra" (Apocalipsis 12:4).
a) “…la
tercera parte…" Una parte sustancial, pero no la mayor parte.
b) "…de
las estrellas del cielo…"
(1)
Acaso simbolicen estas "estrellas"
a los ángeles que siguieron a Satanás en aquel tiempo remoto, antes de la
creación de la tierra y la humanidad, cuando tomó la decisión de rebelarse contra
Dios.
(2)
Cristo dice que el infierno mismo está "preparado para el diablo y
sus ángeles" (Mateo 25:41). Tomamos nota de que cuando
Satanás fue echado del cielo, "sus ángeles fueron arrojados con él" (Apocalipsis 12:9).
c) "…y
las arrojó sobre la tierra."
(1)
Ejercitando Satanás la potestad que él mismo tiene sobre los ángeles caídos en
virtud de haber elegidos ellos seguirle, los envía a la tierra. Se
sobreentiende que los enviaría a la tierra para causar gran daño y sufrimiento
a los humanos.
(2)
Ahora bien, los ángeles que sirven a Dios son "espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los
que serán herederos de la salvación" (Hebreos 1:14). Es
decir, actúan providencialmente a favor de los cristianos en la tierra,
pues estos son los “herederos de la
salvación”.
(3)
Entonces, si bien los ángeles que sirven a Dios son "espíritus" buenos, se deduce
que los que sirven a Satanás son espíritus malos, o sea, son "demonios".
Estos ángeles malos acaso actúen providencialmente, en la medida y hasta
cuándo permitido por Dios, en contra de los cristianos en la tierra y a favor
de todo lo malo, contrarrestando la obra de los ángeles buenos.
2. "Y el dragón se paró frente a la
mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como
naciese" (Apocalipsis 12:4). Informado Herodes el Grande
por los magos acerca del nacimiento de Jesucristo, aquel rey poderoso, amigo de
emperadores romanos, maquinó matar al niño. Pero, un “ángel del Señor” avisó a José y María, mandándolos a
huir a Egipto, donde permanecieron “hasta
la muerte de Herodes” (Mateo 2). Vemos, pues, que efectivamente, "el gran dragón" se
personificó en el rey Herodes el Grande, intentando este “devorar” al hijo de la “mujer vestida del sol” tan
pronto naciera.
3.
Las acciones que tomó Satanás de perseguir a la mujer (Apocalipsis 12:13-17) y "hacer
guerra contra el resto de la descendencia de ella" (Apocalipsis
12:17)
“Mujer
Vestida Del Sol”
La
identidad
de la "mujer vestida
del sol". “Apareció
en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de
sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis
12:1). “…en el cielo…” El
cielo es donde toma lugar esta grandiosa visión, y una mujer insólita se
materializa en el centro del escenario, diciéndose de ella que es “una gran señal”. ¿“Señal” de quién, qué cosa
o cosas?
a.
La
“mujer vestida del sol”
representa al pueblo terrenal de Israel,
es decir,
a Israel "según
la carne"(Romanos 9:6). Discernimos tres evidencias principales
que sostienen esta conclusión.
1. PRIMERA EVIDENCIA. “Y ella dio a luz un hijo varón” (Apocalipsis 12:5). El "hijo
varón" que nace de esta mujer es Jesucristo. Se sabe
que el “hijo varón” es
el Señor Jesús por las dos afirmaciones hechas sobre su persona.
a) "...regirá
con vara de hierro a todas las naciones" (Apocalipsis 12:5),
potestad conferida solo y exclusivamente a Jesucristo por su Padre Dios en el
cielo (Apocalipsis 2:26-27; 19:15).
Y al que hubiere vencido, y
hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las
gentes; Y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantados como vaso de
alfarero, como también yo he recibido de mi Padre. Apocalipsis 2:26-27 (RV1909)
Y de su boca sale una espada
aguda, para herir con ella las gentes: y
él los regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del
furor, y de la ira del Dios Todopoderoso.
Apocalipsis 19:15 (RV1909)
b) "...fue
arrebatado para Dios y para su trono" (Apocalipsis 12:5).
(1)
Cuarenta días después de su resurrección y solo diez días antes de Pentecostés,
del año 30 d. C., Cristo "fue
alzado, y le recibió una nube". Fue "tomado" de entre los apóstoles (Hechos 1:6-11).
(2)
Fue "exaltado por la diestra de
Dios" (Hechos 2:33), recibiendo "trono" y "cetro"
(Hebreos 1:8).
Mas al hijo: Tu trono, oh Dios,
por el siglo del siglo; Vara de equidad la vara de tu reino. Heb 1:8 (RV1909)
c)
Quien lea casualmente lo que se dice en Apocalipsis 12:2-5 sobre la “mujer” de esta visión y el
nacimiento de su “hijo varón”,
probablemente pensara de inmediato en la mujer israelita llamada María, la que
estaba desposada a José, hijo de Jacob, del linaje de David (Mateo 1:1-17),
cuando “se halló que había concebido
del Espíritu Santo” (Mateo 1:18-25). Sin embargo, apuntamos fuertísimas
razones para no identificar a la “mujer vestida del sol” como María,
la madre terrenal de Jesús. la nación de Israel es representada, efectivamente,
en la persona y el cuerpo de aquella mujer llamada María, por quien el Padre “introduce al Primogénito en el mundo” (Hebreos
1:6). Físicamente, Jesús nace de la mujer judía María, por cierto “muy favorecida” y “bendita…
entre las mujeres” (Lucas 1:28). Pero, naciendo de ella, también nace de todo
un pueblo que ansiaba colectivamente la aparición de su Mesías prometido. A
continuación, presentamos algunas evidencias.
(1)
Cuando el niño Jesús es llevado a Jerusalén y presentado “conforme a la ley de Moisés”, la que decía: “Todo varón que abriere la matriz será
llamado santo al Señor”, el anciano Simeón, hombre que también “esperaba la consolación de Israel”,
“tomó en sus brazos” al niño Jesús, diciendo de él: “Luz para revelación a los gentiles, y
gloria de su pueblo Israel”
(Lucas 1:21-32). Qué conste: “gloria” no tan solo de su madre
terrenal María, sino “…de su pueblo Israel”.
(2)
Entre las profecías de Isaías sobre el nacimiento del Mesías se halla la
siguiente expresión: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado”
(Isaías 9:6). “…NOS es nacido… NOS es dado.” ¡Nacido al pueblo de
Israel! ¡Dado al pueblo de Israel! Así que, en términos de raza y
nacionalidad, Jesús de Nazaret nació israelita; nació del pueblo terrenal de
Israel, o sea, de “Israel según la carne”.
Pertenece a todo aquel pueblo, identificándose con todo el pueblo, y no
con una sola ciudadana, la mujer María en cuyo vientre fue concebido por el
Espíritu Santo.
(3)
Lo que se dice de la “mujer vestida
del sol” en Apocalipsis 12:2 no rinde insostenible el concepto
según el que “Cristo nace del pueblo de
Israel”, representado en la visión por la “mujer vestida del sol”. El versículo lee: “Y estando encinta, clamaba con dolores
de parto, en la angustia del alumbramiento”. Contrario a la
argumentación de teólogos católicos romanos, esta condición de la “mujer vestida del sol” no
nos obliga a identificarla como la María terrenal mediante la cual se encarnó
el Hijo de Dios. El lenguaje de mujer “encinta…
con dolores de parto…” claramente se presta para usos
metafóricos. Veamos.
(a)
En Miqueas 4:10, se utiliza una terminología retórica muy parecida en
referencia al pueblo terrenal de Israel: "Duélete y gime, hija de
Sión, como mujer que está de parto; porque ahora saldrás de la ciudad y
morarás en el campo, y llegarás hasta Babilonia". La “hija de
Sión” es el pueblo de Israel, destinado a pasar setenta años de
cautiverio en Babilonia. Escuchando las profecías sobre su castigo inminente y
contemplando su pronto cumplimiento, Israel debía ser “como mujer que está de parto”, doliéndose y
gimiendo.
(b)
No existe razón de peso para descartar de plano semejante uso retórico de las
expresiones en Apocalipsis 12:2. Consideremos. El Mesías vendría al mundo
mediante el pueblo terrenal de Israel. Cuando llegó "el cumplimiento del tiempo” para su encarnación (Gálatas
4:4), de la manera que llega el tiempo de alumbramiento a la mujer encinta,
Israel actuaba justamente como una mujer al punto de dar a luz. "Clamaba con dolores de parto, en
la angustia del alumbramiento." Anhelaba ver a su Mesías, a su
Libertador. Sufría bajo el dominio del Imperio Romano. Ansiaba la aparición del
Mesías. Sufría casi todo el pueblo de Israel grandes dolores de mente y
espíritu en espera del alumbramiento de su Mesías. Gemía, daba vueltas,
gritaba, oraba, deseando ardientemente la aparición del Mesías.
2. SEGUNDA EVIDENCIA. Podemos
conocer quién es la "mujer
vestida del sol" por medio de identificar al "resto de
la descendencia" de ella. ¿Quiénes son el “resto de la
descendencia” de ella? “…resto” implica “en adición a los ya conocidos”. Estos
ya conocidos eran los hijos terrenales de la “mujer”, a saber, los israelitas “según la carne”, el pueblo nacional de Israel. El “resto
de la descendencia” no sería los ya conocidos sino otros a identificarse.
Según la explicación dada en el mismo Capítulo 12 de Apocalipsis, se trata de "los que guardan
los mandamientos de Dios y tienen
el testimonio de Jesucristo" (Apocalipsis 12:17), o
sea, se trata de los cristianos verdaderos.
a)
Los cristianos de verdad guardan "los
mandamientos de Dios" dados en el Nuevo Testamento, constituyendo
estos mandamientos la nueva "ley
de Cristo" (1 Corintios 9:21), o “doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1). “Si me amáis, guardad
mis mandamientos”, dice el Señor en Juan 14:1. Estos “mandamientos” de Cristo difieren
notablemente de los mandamientos dados a través de Moisés en el monte de Sinaí.
Por ejemplo, el mandamiento de bautizarse (sumergirse en agua) “para perdón de los pecados” (Marcos
16:15-16; Hechos 2:38; 22:16). O el mandamiento de comer la carne de
Jesucristo, representada en la “cena
del Señor” por el pan sin levadura, y tomar su sangre,
simbolizada por el “fruto de la vid”
(Juan 6:47-59; Mateo 26:17-29; 1 Corintios 11:17-31). Estos dos mandamientos
corresponden exclusivamente al “nuevo
pacto” de Cristo.
b)
Los cristianos que obedecen “los mandamientos de Dios” también "tienen
el testimonio de Jesucristo", testimonio que pronuncia el Señor a
través del Espíritu Santo, y este, mediante la Palabra inspirada del Nuevo
Testamento (1 Juan 5:6-8; Romanos 8:16).
c)
Además, el Espíritu Santo enseña con diáfana claridad que los cristianos
verdaderos (la iglesia fiel a Dios, excluyéndose toda iglesia apóstata) son la descendencia
espiritual de Israel.
(1)
"Porque no todos los que descienden
de Israel son israelitas" (Romanos 9:6).
“…descienden de Israel…” ¿Se da cuenta usted, estimado lector,
del enfoque particular sobre “descender, descendencia”? ¿Quiénes son los
descendientes de Israel que no sean israelitas, es decir, que no lo sean
según la carne (por herencia racial o nacional)? La respuesta se halla en
Gálatas 3:7. "Los que son de la fe, éstos son los hijos de
Abraham." “…hijos…”, o sea, descendencia. Esta
expresión “Los que son de la fe…”,
identifica, incuestionablemente, a los que nacen del evangelio puro de Jesús, y
no a los judíos que guardan la ley de Moisés, como tampoco a judaizantes dentro
de la iglesia. Así pues, “…los hijos
de Abraham” durante la Era Cristiana son los que guardan “la fe”, y esta “fe” es sinónima del
evangelio del Señor. “De manera que
la ley [la mosaica] ha sido nuestro ayo [guía] para llevarnos a
Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe [el evangelio;
el Nuevo Testamento], ya no estamos bajo ayo” (Gálatas
3:24-25), o sea, los cristianos de verdad ya no estamos bajo la ley de Moisés.
(2)
Y otra vez: "No los que son
hijos según la carne [israelitas en la tierra] son los hijos de Dios,
sino que los que son hijos según la
promesa son
contados como descendientes" (Romanos 9:8).
De nuevo, notamos el enfoque especial sobre “descendientes”.
¿Quiénes son estos “hijos según la
promesa”? Respuesta: son los cristianos guiados por el Nuevo Testamento
de Cristo. Los “revestidos” de
Cristo. “Todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Solo
y exclusivamente los cristianos que “guardan
los mandamientos de Dios”, y no los creyentes apóstatas –judaizantes,
agnósticos, seguidores de evangelios diferentes, de tradiciones y doctrinas de hombres.
Estos “hijos según la promesa”
son los verdaderos y únicos “descendientes” de la “mujer vestida del sol”. “Descienden
de Israel” (Romanos 9:6), y por consiguiente, la “mujer vestida
del sol” es, en definitiva, el pueblo terrenal de Israel. Esta deducción
la encontramos del todo lógica, irrebatible, ineluctable, incontestable.
(3)
Tres textos bíblicos adicionales refuerzan estas enseñanzas.
(i)
Gálatas 6:16. “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y
misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.”
Metafóricamente, los cristianos son el "Israel de Dios".
Son el nuevo pueblo electo de Dios. Pueblo espiritual, y no terrenal.
(ii)
Romanos 2:28-29. "No es judío el que lo es exteriormente... sino que es
judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en
espíritu."
(iii)
Gálatas 3:29. “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de
Abraham sois, y herederos según la promesa.”
(4)
Constatado, pues, ampliamente, que los cristianos fieles al Señor en doctrina y
práctica son “el resto de la
descendencia” de la “mujer vestida del sol”, y que “descienden de Israel”, siendo
del “linaje de Abraham”,
queda plenamente establecida la identidad de aquella “mujer” que “apareció
en el cielo”. Definitivamente, ella simboliza al pueblo terrenal de
Israel. Dado este hecho, con sobrada razón podemos, y aun debemos, aplicar
metafóricamente las expresiones “Y
estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento” al pueblo terrenal de Israel. Además, ya que los
cristianos legítimos “descienden de
Israel”, se puede afirmar categóricamente que no descienden de la mujer
judía María. Correlativamente, ni una palabra del Nuevo Testamento de Cristo
intima siquiera que esta María tuviera alguna “descendencia espiritual”.
3.
Tercera evidencia. La apariencia de la "mujer vestida del sol"
es una clave importante para identificarla acertadamente.
a)
Ella aparece delante de nosotros, en el escenario que vio el apóstol Juan, "vestida
del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas" (Apocalipsis 12:1).
(1)
Al visualizar y contemplar esta hermosa representación figurativa, tengamos
presente que el sol alumbra de día, y de noche, la luna.
(2)
“…vestida del sol…” Es
decir, vestida de luz fulgurante. De luz dorada. Su elegante atavío celestial
resplandece, alumbrando a todos y a toda cosa en derredor suyo, despejando
sombras y tinieblas.
(3)
Indicativas las primeras dos evidencias ya presentadas de que la “mujer vestida del sol” simboliza
al pueblo terrenal de Israel, ¿es razonable representar a dicho pueblo como
“vestido del sol, coronado de doce estrellas y parado sobre la luna”? Positivo.
Tal representación es muy correcta, ajustándose admirablemente al rol de aquel
pueblo entre las naciones conforme al plan divino. Fíjese. El Israel terrenal,
pueblo escogido y dirigido por Jehová Dios durante la Era Mosaica, brillaba
entre los demás pueblos existentes a principios del Siglo I –romanos,
griegos, cretenses, cartagineses, españoles, egipcios, persas, árabes, galos,
medos, elamitas, escitas, alemanes, mongoles, etcétera- cuando “vino el cumplimiento del tiempo” y
nació Jesús “de mujer… bajo la ley” (Gálatas 4:4). Esto fue así pese
a que aquel pueblo electo manchara, a menudo y de varias maneras, su vestidura
única, pues muchos israelitas se volvían, en ocasiones, inmorales, infieles,
hipócritas, legalistas, fanáticos por tradiciones de su propia invención, duros
de cerviz, pendencieros y aun idolátricos.
(a)
Israel brillaba como el sol cuando enaltecía el nombre de Jehová, acatando
su voluntad y rindiéndole loor como a “único Dios verdadero” (Juan
17:3). Su luz brillaba mucho por ser Israel un pueblo monoteísta que adoraba
al Dios vivo, entretanto que los pueblos politeístas en derredor suyo
tributaban culto a infinidad de dioses y diosas falsos confeccionados en mentes
e imaginaciones humanas, por ejemplo, a Júpiter, Mercurio, Diana, Venus, Roma,
Atena, Re, Zeus, Rea, Poseidón, y en algunos casos, a emperadores o reyes, aun
a demonios.
(b)
Israel brillaba cuando enseñaba la ley, tal cual dada por Jehová Dios en el
monte de Sinaí a Moisés, en sus hogares, en pórticos o patios de su
imponente templo en Jerusalén, en sus escuelas, en numerosas sinagogas
establecidas no solo en Palestina sino a lo ancho y largo del Imperio Romano.
Entretanto, los demás pueblos inculcaban filosofías antiguas de concepción
humana (de Sófocles, Sócrates, Platón, Aristóteles, Pirrón, Zenón, etcétera),
teologías paganas, oráculos atribuidos a diosas o dioses, misterios inventados
por los sacerdotes de aquellos dioses, y supersticiones o fábulas de origen
puramente humano.
(c)
La conversión de muchos gentiles al judaísmo demuestra la potencia no
pequeña de la luz moral y espiritual que emanaba de Israel. El término aplicado
a ellos en el Nuevo Testamento es “prosélitos”. Este vocablo identifica
a gentiles enteramente convertidos a la religión de Israel. Había “prosélitos”
morando en Jerusalén cuando los apóstoles proclamaron el evangelio en
el día de Pentecostés (Hechos 2:5-10). En Antioquía de Pisidia, “muchos...
prosélitos piadosos siguieron a Pablo” (Hechos 13:43). Entre los que
obedecieron al evangelio en Tesalónica se encontraban “de los griegos
piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas” (Hechos 17:4). O sea,
¡gran número de prosélitos obedeció al evangelio! Repetimos: los “prosélitos”
eran gentiles convertidos al judaísmo. Cornelio, “centurión de la compañía llamada la Italiana”, era gentil.
“Piadoso y temeroso de Dios con toda
su casa… hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hechos
10).
(d)
En algunas épocas de su historia, cuando Israel seguía bien de cerca a Dios,
aquel pueblo escogido brillaba como el sol a medio día. Aun en sus noches más
oscuras, cuando la mayoría de sus líderes y ciudadanos se volvía infiel y
obstinada en su rebeldía contra Dios y la ley dada en Sinaí, emanaba alguna luz
de Israel, aunque fuera siquiera como la luz tenue de la luna.
b)
En cuanto a la “corona de doce estrellas", es del
común saber que el pueblo terrenal de Israel traza su origen a doce
patriarcas, hijos de Jacob, también llamado Israel, y que aquel pueblo se
componía de doce tribus. Pues entonces, las “doce estrellas” de
la corona simbolizan, muy apropiadamente, a los doce patriarcas, o bien a las
doce tribus.
b) Por
razones fuertes que exponemos a continuación, decididamente, la "mujer
vestida del sol" no es María, la madre terrenal de Jesús.
1. Primera razón. La “huída” de la “mujer vestida del sol” difiere
sustancialmente de la huida de María a Egipto.
a) Diferencia
de destinos. María y José huyeron, con el niño Jesús, de Belén a Egipto,
antiguo país muy desarrollado, con gran número de habitantes (Mateo 2:13-15).
En cambio, la "mujer vestida del
sol" huye “al desierto”.
b) Diferencia
de tiempo. María y José huyen, con el niño Jesús, de Belén para
Egipto pocos días después del nacimiento del niño (Mateo 2:13-15). En
cambio, la "mujer vestida del
sol" huye al desierto después de la ascensión y
coronación de su hijo. Tómese nota de esta distinción clave. Está claro que
la huida de María, según Mateo 2, no es la misma huída de la "mujer vestida del sol",
según Apocalipsis 12. Definitivamente, ¡las dos huidas no son la misma! La
primera ocurre, recalcamos, poco después del nacimiento de Jesús; la segunda
acontece después de
su exaltación.
(1)
Referente a la huída de la “mujer
vestida del sol”,
consideremos la secuencia de eventos según Apocalipsis 12:5-6.
-La "mujer vestida del sol" da
a luz un hijo varón (Cristo).
-El hijo
(Cristo) es "arrebatado para
Dios y su trono", es decir, Cristo asciende y es coronado Rey del
Reino espiritual.
-Entonces,
la "mujer vestida del sol"
huye al desierto, DESPUÉS de la ascensión y coronación de su hijo, y no
antes.
(2)
¿Dónde se encuentra María después de la exaltación de Cristo? No en el
desierto, por cierto, sino en Jerusalén, entre los discípulos
(aproximadamente ciento veinte) quienes aguardaban el cumplimiento de la
promesa sobre el Espíritu Santo (Hechos 1:10-14). Lejos de haberse huido y
escondido, ella se encontraba con los discípulos de Jesucristo. No estaba en
el desierto, ni física ni figurativamente, sino que se hallaba en Jerusalén.
(3)
La "mujer vestida del sol"
que huye al desierto es sustentada por "mil doscientos sesenta
días"(Apocalipsis 12:6, 14). Esto significa que después de
la exaltación de su hijo ella continúa largo tiempo en el escenario, tanto
espiritual como terrenal, del mundo. Por otro lado, María desaparece del
escenario histórico después de la última mención de ella entre los
discípulos en los días previos a Pentecostés (Hechos 1:14). Se deduce que
las dos mujeres no son la misma. En definitiva, la "mujer vestida del sol" no es María.
(a)
Tarde o temprano, la mujer María que concibió “del Espíritu Santo”
(Mateo 1:18) al varón que sería el Salvador del mundo, sufre el destino de
todos los seres humanos: muere físicamente y es sepultada. Muy distinto
es el desenlace de la existencia de la "mujer
vestida del sol", pues esta huye al "lugar preparado por Dios... donde es sustentada por un tiempo,
y tiempos, y la mitad de un tiempo" (Apocalipsis 12:6, 14). Ella
no muere enseguida, ni por largos días (años proféticos). Su vida física no
acaba después de unos cincuenta, sesenta, setenta años en la tierra.
(b)
De haber muerto aquella María "en
el Señor" (Apocalipsis 14:13), es decir, de haber perseverado en
la fe hasta la muerte de su cuerpo físico, su espíritu no fue directamente al
cielo sino al Paraíso (Lucas 16:19-31), donde aguarda la resurrección
del su cuerpo transformado en “cuerpo
espiritual”, poderoso, glorioso e inmortal (1 Corintios 15:42-58). En
cambio, la "mujer vestida del
sol" permanece en la tierra donde es sustentada por “mil doscientos sesenta días”.
Definitivamente, la "mujer
vestida del sol" no es María.
(c)
En cuanto a María, la madre terrenal de Jesucristo, el dogma de la
"concepción inmaculada", al igual que el que proclama su alegada
ascensión y glorificación a la diestra de Dios, existen pruebas contundentes
para catalogarlos entre las “doctrinas” que invalidan verdades divinas (Mateo
15:5-9), o como “fábulas artificiosas” (2 Pedro 1:16) que
apartan “de la verdad” (2
Timoteo 4:3-4), pues carecen totalmente de apoyo inspirado. De cierto, fueron
concebidos y promulgados siglos después del tiempo apostólico, hecho que
cualquier estudioso serio puede comprobar sin pasar mucho trabajo en la tarea.
(4)
La secuencia de los eventos relacionados con la "gran batalla
en el cielo"(Apocalipsis 12:7) nos proporciona más evidencia para
sostener que la "mujer vestida del sol" huyó al
desierto después de la coronación de su hijo. Referida secuencia es como
sigue:
(a)
Luchan Miguel y sus ángeles contra Satanás y sus ángeles.
(b)
Satanás es lanzado fuera del cielo.
(c)
"Una gran voz en el cielo"
proclama el triunfo de Cristo y el establecimiento de su Reino.
(d)
Arrojado a la tierra, Satanás persigue a la "mujer vestida del sol".
(e)
La "mujer vestida del sol" huye al desierto después de la
victoria de Cristo y la derrota de Satanás. No huye antes de la victoria
sino después. Quiere decir que la "mujer
vestida del sol" huye al desierto después de la crucifixión y
resurrección de Cristo.
(5)
He aquí todavía otra evidencia sólida. La "mujer vestida del sol"
fue perseguida después de la exaltación de su hijo. "Cuando
vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer
que había dado a luz al hijo varón" (Apocalipsis 12:13). No existe
evidencia alguna de que la mujer judía María fuese escogida por Satanás como
blanco particular de su "gran ira".
(a)
¿Fue perseguida la mujer judía María durante la vida de Jesucristo en la
tierra? ¿Fue perseguida después de la exaltación de su Hijo a la diestra de
Dios? No existe ninguna evidencia al respecto.
(b)
De todos modos, ¿con qué razón levantar Satanás una persecución contra la mujer
judía María en particular? Al fin y al cabo, ella no fue dotada de grandes
poderes divinos que la capacitaran para hacer sanar a leprosos, caminar encima
del agua, calmar tempestades, alimentar a miles con unos pocos panes y peces,
echar fuera demonios, arrebatar al diablo las llaves de la muerte y del Hades o
arrojar al “gran dragón” a la tierra. Pese a la teología católica romana, ni
antes ni después del nacimiento de Cristo era María la "Madre de
Dios", más sublime y más poderosa que el Hijo. Desde Mateo hasta
Apocalipsis, las Sagradas Escrituras inspiradas enseñan que Cristo es quien
tiene "toda potestad en los cielos y en la tierra" (Mateo
28:18),y absoluto poder sobre toda cosa y todo ser (Efesios 1:20-23),
exceptuándose solo a Dios el Padre (1 Corintios 15:27). Jamás se intima
siquiera que a María se le concediese semejante potestad.
2.
La "mujer vestida del sol" tiene una "descendencia"
espiritual (Apocalipsis 12:17). Pero, la mujer María no tiene ninguna
descendencia espiritual aprobada por Dios.
a)
La iglesia verdadera, en contra distinción a las iglesias apóstatas,
es la única "descendencia" espiritual legítima de la "mujer vestida del sol", o sea,
del pueblo terrenal de Israel.
b) La
iglesia auténtica de Jesucristo no es, en absoluto, la descendencia espiritual
de la mujer judía María. Que la Deidad confiera a María ser "madre de la iglesia", o que
la reconociera como "Madre de Dios", son ideas absolutamente ajenas a
la “doctrina de Cristo” revelada perfectamente en el Nuevo Testamento.
c)
¿Quién concibió la idea de venerar a María? Ciertamente, no la concibió la
misma María; tampoco Cristo o los apóstoles. Más bien, se germinó la idea en
mentes doctrinalmente confusas y pervertidas de creyentes del Siglo II –mentes
que no se sometían al evangelio puro apostólico sino que seguían “fábulas artificiosas” (2 Pedro 1:16),
particularmente las que giraban en torno a una “diosa madre” del universo.
Originando y fomentando la gran apostasía predicha por el Espíritu Santo (2
Tesalonicenses 2; 1 Timoteo 4:1-5), estas almas desorientadas y supersticiosas
constituían la descendencia corrupta de la falsa religión. Aquel cristianismo
corrupto, unido en fornicación espiritual al judaísmo y al paganismo, trajo al
mundo una descendencia inmunda, indeseable y aun abominable ante Dios.
Recalcamos: la santa mujer María que sirvió como instrumento para la
encarnación del Cristo no cuenta con una descendencia espiritual. Quienes se
identifican como “hijas de María”, o “mariólogos”, no son descendencia de
aquella mujer judía humilde y buena sino de una “diosa madre” creada por
apóstatas que existe solo en la imaginación.
3.
Observaciones adicionales sobre la identidad de la "mujer vestida del
sol".
a)
Algunos pintores fieles a la tradición católica romana han elaborado cuadros
donde representan a María vestida del sol, con una corona de doce estrellas y
la luna debajo de sus pies. Los católicos romanos ensalzan y adoran a esta
“María” como la "Reina del cielo". Curiosa e
instructivamente, la humilde mujer judía María nunca pretendía que la
ensalzaran o adoraran. Ni tampoco existe en toda la Biblia la más mínima
intimación al efecto de que la coronaran Jesucristo, los apóstoles o la iglesia
del Siglo I con una corona cuyas doce estrellas representaran a los doce
patriarcas o las doce tribus de Israel, o muchos menos a los doce apóstoles,
como si tuviera ella potestad sobre la nación de Israel o fuese señora y dueña
de ella, o de la iglesia. La realidad incontrovertible es que tanto las
representaciones artísticas de María por católicos romanos como sus dogmas
acerca de ella carecen de validez bíblica y aun de sentido común, pues,
definitivamente, la "mujer
vestida del sol" no es
María sino Israel, según el cuadro auténtico pintado en Apocalipsis 12.
b)
Aclaración importante. El Señor sabe que no es
nuestro deseo desprestigiar de modo alguno a la casta y santa mujer judía
llamada María, la que halló “gracia
delante de Dios” (Lucas 1:30), siendo escogida por él como vaso
terrenal para la introducción de su “Primogénito en el mundo”. Al
contrario, el que escribe se encuentra entre sus admiradores; entre los que le
dicen “bienaventurada” (Lucas
1:48). Pero, no me encuentro entre sus “adoradores”; entre los que le atribuyen
virtudes, poderes, títulos o puestos nunca reclamados por ella o por persona
inspirada alguna.
La "mujer
vestida del sol" no es la iglesia.
1.
La "mujer vestida del sol... dio a luz un hijo varón", Cristo.
a)
Cristo vino al mundo por medio del pueblo de Israel.
b) Cristo
no vino al mundo por medio de la iglesia. La iglesia ni siquiera había sido
establecida cuando Cristo se encarnó. Juan el Bautista no la estableció.
Tampoco la estableció Jesucristo durante su ministerio terrenal. Al contrario,
usó un verbo de tiempo futuro cuando prometió: "Edificaré mi iglesia"
(Mateo 16:16). “Edificaré”, tiempo futuro,
claramente dando a entender que aún no había sido edificada la iglesia. De
hecho, la edificaría en el día de Pentecostés, cincuenta días después de su
resurrección y diez días después de su ascensión (Hechos 2).
c)
Por lo tanto, esta mujer por medio de la cual Cristo se introduce en el mundo ¡no
puede ser la iglesia! Reiteramos: la “mujer vestida del sol” es el
pueblo terrenal de Israel.
2.
La "mujer vestida del sol" huye al desierto después de la
exaltación del Hijo.
a)
Pero, la iglesia por Cristo edificada no huye al desierto después de la
exaltación del Hijo. No huye ni material ni simbólicamente. Todo lo
opuesto acontece: la iglesia recibe la “Gran Comisión”, la que dice “Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), encomienda que comienza a cumplir
denodadamente después de la exaltación de Cristo. No se esconde; no huye.
Al contrario, no solo los apóstoles y evangelistas sino también los demás
feligreses de la iglesia se lanzan a predicar valientemente el evangelio en
casas y plazas, comenzando en Jerusalén, luego en Judea y Samaria, entonces
hasta los cuatro confines de la tierra (Hechos 1:8; 5:42; 8:4). El libro de
Hechos de Apóstoles relata la historia de la marcha evangelística de la iglesia
por muchas tierras del Siglo I.
b)
Entendidos estos hechos históricos, ¿con qué lógica plantear que la "mujer
vestida del sol" sea la iglesia edificada por Jesucristo?
3.
El "resto de la descendencia" de la mujer es la
iglesia edificada por Cristo.
a)
Afirmar que la mujer de la cual sale la descendencia sea también esa misma
descendencia no tiene sentido alguno. Los dos conceptos son mutuamente
incompatibles; mutuamente excluyentes.
b)
Una entidad particular es la de la cual sale la descendencia; otra entidad
diferente es la descendencia misma. Esta afirmación es axiomática. La “mujer
vestida del sol” es la primera “entidad”, siendo su “descendencia”
la segunda entidad. De nuevo, afirmamos: la “mujer vestida del sol” es
el pueblo terrenal de Israel, y la auténtica iglesia del Señor es su “descendencia”,
el “Israel de Dios”, o sea, el “Israel” espiritual.
c)
Expresando lo mismo de otra manera en el empeño de lograr máxima claridad, la “mujer
vestida del sol” y el "resto de la descendencia" no son
una misma cosa. La descendencia es la iglesia. Por lo tanto, la mujer de
la cual sale la descendencia no puede ser la iglesia. La mujer no representa a
la iglesia sino a una entidad distinta, a saber, al pueblo terrenal de Israel.
4.
Consideraciones adicionales.
a)
Durante la Era Mosaica, Israel era "sol y luna" para las
naciones en derredor suyo. Durante la Era Cristiana, la iglesia
verdadera del Señor es "sol y luna" para el mundo perdido.
Obviamente, estas figuras metafóricas “sol” y “luna” se prestan como
descripciones retóricas tanto para la iglesia como para el pueblo terrenal de
Israel. Pero, aplicar estas metáforas de “sol” y “luna” a la iglesia no constituiría
prueba irrefutable, de modo alguno, al efecto de que la iglesia misma sea la
entidad representada por la “mujer vestida del sol”. Ciertamente, ella
no simboliza a la iglesia, hecho sostenido por todo lo ya traído.
b)
En términos literales, Israel "según la carne"(el
pueblo nacional de Israel) no se transmutó automáticamente en “iglesia”
cuando vino el "poder" en el día de Pentecostés y fue
establecida la iglesia de Cristo. O sea, el pueblo de Israel no experimentó de
pronto una metamorfosis espiritual, cambiándose en su totalidad de pueblo
terrenal escogido a pueblo espiritual escogido, pasando en su totalidad a
formar la iglesia. En Pentecostés del año 30 d. C., solo los israelitas que se
arrepintieron y fueron bautizados “para perdón de los pecados” fueron
añadidos a la iglesia (Hechos 2:37-47). Ahora bien, ¡tampoco se transforma la "mujer
vestida del sol" en su propia descendencia, es decir, en la iglesia!
Ella no experimenta ninguna metamorfosis. Ella no cambia de identidad ni de
naturaleza. Siempre es la nación terrenal de Israel.
(1)
Antes de la exaltación de su Hijo, ella es Israel "según la
carne".
(2)
Después de la exaltación de su Hijo, cuando ella huye al desierto, sigue siendo
Israel "según la carne". Ya no es el pueblo elegido y su
vestido no brilla como el sol. Más sin embargo,
sigue conservando su identidad física como el pueblo terrenal de Israel.
(3)
Durante la Era Cristiana, en el plano espiritual, "ya no hay
judío ni griego"(Gálatas 3:28). Sin embargo, en el plano material, Israel
sigue siendo Israel, o sea, sigue siendo el pueblo de Israel “según la
carne”. Ya no es el pueblo electo, pero sigue siendo una raza particular
en la tierra, la raza de los judíos.
La condición de la "mujer
vestida del sol" después de la exaltación de su hijo es, según
nuestros estudios y análisis, la condición del pueblo terrenal de Israel
después de exaltado el Señor a su trono en el cielo. Expresando de otra
forma esta interpretación, diríamos que las acciones y circunstancias de la “mujer
vestida del sol” después de la ascensión y glorificación de Jesucristo
enseñan, efectiva y fielmente, lo que les pasa a los judíos que no confiesan
que Cristo es el Mesías a lo largo de gran parte de la Era Cristiana, hasta
el tiempo cuando "haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos 11:25). Apocalipsis contiene muchas profecías sobre
el futuro de la iglesia fundada por Jesucristo; también sobre la gran
"iglesia madre" apóstata y sus hijas (“La madre de las rameras y
de las abominaciones de la tierra” –Apocalipsis 17:5), y además, sobre
varios reinos terrenales representados por las dos bestias y los diez cuernos.
¿Ha de considerarse, pues, cosa extraña que también se presenten en el libro
algunas profecías en torno a lo que le pasaría a Israel, en su calidad de
pueblo terrenal, durante la Era Cristiana? Más extraño sería que no hubiese
tales profecías. Analicemos las reveladas.
A.
La "mujer vestida del sol" es perseguida. "Cuando
vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer
que había dado a luz al hijo varón" (Apocalipsis 12:13). De acuerdo con esta visión apocalíptica,
la porción de la nación de Israel que rehúsa reconocer a Cristo como el Mesías
sería perseguida durante el tiempo subsiguiente al día de Pentecostés del año
30 d. C., cuando el Señor se sentó sobre su trono en el cielo. Al estudiar la “gran
batalla en el cielo” en la “Parte 2” de este Capítulo Cinco, quedará
establecido que Satanás fue arrojado del cielo cuando Cristo tomó su trono y
comenzó a ejercer la “autoridad” que su Padre le otorgó (Apocalipsis
12:10; Mateo 28:18-20). Así que, si bien la iglesia fundada por el Señor
sufriría persecuciones, no se eximirían de semejante destino los judíos
incrédulos. La historia de los judíos no
convertidos a Cristo durante la Era Cristiana confirma
ampliamente el cumplimiento de esta profecía. A continuación, algunas
evidencias.
1.
En el año 40 d. C., el emperador Calígula ordenó que una estatua de él fuese
colocada en el templo en Jerusalén. Agripa el Primero intercedió en Roma por
los judíos evitándose así un desenlace grave de la crisis aguda que provocó la
orden de Calígula (La nueva enciclopedia Schaff-Herzog, VI, 54).
2. "La
situación de los judíos se volvió más difícil bajo Félix y Festo, todavía más
dura bajo Albinio y desembocó en una rebelión durante la gobernación de Gésio
Floro. Los zelotes se adueñaron del templo y fortificaron su posición
allí" (La nueva enciclopedia Schaff-Herzog, VI, 54).
3.
En el tiempo de la obra evangelística del apóstol Pablo, el emperador Claudio
mandó "que todos los judíos saliesen de Roma" (Hechos 18:2).
4.
Respondiendo a los ataques de los rebeldes judíos, los generales romanos Flavio
Vespasiano y Tito, padre e hijo, conquistan Palestina y Jerusalén en los años
de 67 a 70 d. C. Según el historiador Flavio Josefo, un millón, ciento
noventa y siete mil (1,197,000) judíos fueron muertos en la guerra y noventa y tres mil fueron vendidos en esclavitud.
Para aquellos tiempos, hubo aproximadamente siete millones (7,000,000) de
judíos en el Imperio Romano, o sea, los judíos constituían aproximadamente el
7% de la población del Imperio (La historia de la civilización, Tomo III, César
y Cristo, 546, Will Durant).
5. "Desde
la caída de Jerusalén, la nación judía perdió lo que quedaba de su
independencia y el control total de su destino político volviéndose dependiente
de las gentes entre las cuales vivía" (La nueva enciclopedia
Schaff-Herzog , VI, 55).
6.
Cincuenta años después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., un
judío llamado Simón bar-Kojba se proclamó el Mesías y reunió a
centenares de miles de los judíos dispersados con el propósito de pelear contra
Roma y reconquistar la "tierra prometida". Durante los tres años que
duró aquella guerra (132 - 135 d. C.), Roma castigó severamente aquella
sublevación, matando a quinientos ochenta mil (580,000) varones
judíos. Se suma a esta cifra un número aún mayor de judíos –hombres,
mujeres y niños- que murieron a consecuencia de hambrunas, pestilencias y fuego
(La nueva enciclopedia Schaff-Herzog , VI, 55).
Datos adicionales sobre la Guerra Judío-Romana de
los años 132 - 135 d. C.
-Los
datos siguientes sobre aquella Guerra Judea-Romana se encuentran en el libro “Following
Hadrian” –“Siguiendo a Adriano”, por Elizabeth Speller, Oxford University
Press, 2003. Páginas 190 – 207.
(1)
Adriano, emperador de Roma desde el año 117 hasta el 138 d. C., pasó por Judea,
rumbo a Egipto, en el año 130 d. C. Determinó reconstruir la ciudad de
Jerusalén, destruida en la guerra del 67 al 70. No planificó una nueva ciudad
que complaciera a los judíos sino una ciudad totalmente pagana, a llamarse
Aelia Capitolina, la que se poblaría con soldados romanos. Los judíos fueron
excluidos, permitiéndose su entrada una sola vez al año. Sobre el fundamento
del templo judío destruido en el año 70 d. C. se construyó un templo nuevo al
dios Júpiter. La cresta de una de las legiones romanas que ocupaban la nueva
ciudad desplegaba la imagen de un jabalí (cerdo macho salvaje), animal inmundo
para los judíos, y esta imagen fue tallada en las puertas principales de la
ciudad. Todas estas acciones enfurecieron a los judíos quienes tramaron atacar
de nuevo al odiado enemigo Roma.
(2)
El carismático judío rebelde llamado Simón bar-Kojba, nombre cuyo significado
es “hijo de la estrella”, se valió de estas circunstancias para unir fuerzas
contra Roma, contando con 400,000 guerreros para tarde en el año 130. Estalló
la guerra en el 132.
(3)
Al principio, los romanos pensaban poder poner fin pronto a la rebelión con las
fuerzas militares ya desplazadas en Judea, pero los fanáticos guerreros judíos
estaban bien organizados y equipados, aumentándose alarmantemente las bajas
infligidas sobre el ejército romano. Aprovechándose de los quebrantados y
difíciles terrenos de su país –valles, montañas, cuevas naturales, más un
sistema de cuevas excavadas e interconectadas- los judíos, formando bandas,
lucharon como guerrillas, tipo de guerra para el cual el temido ejército romano
no estaba adiestrado. Para reforzar a las dos legiones romanas bajo el mando de
Tineius Rufus, marchó a Judea la Legión II Galaica de Siria y La XXII
Deitoriana de Egipto. Pese a la integración de estas legiones romanas
adicionales a la guerra, los judíos liberaron una parte de su país, confiscando
posesiones imperiales y redistribuyéndolas entre los campesinos de su pueblo.
Hasta acuñaron su propio dinero. Tan crítica se volvió la situación para Roma
que el gobierno comenzó a reclutar nuevos soldados en Italia, también obligando
a marinos a salir de sus barcos y apoyar al acosado ejército. En el 133,
Adriano ordenó a Julius Severus, gobernador de Bretaña (Inglaterra), a marchar
con sus soldados a Judea, poniéndolo al mando de las legiones en Judea,
maniobra que tomó meses, pues Severus debía atravesar toda Europa y parte del
Cercano Oriente, o sea, miles de kilómetros, para llegar a Judea. A pesar de
estas medidas, los judíos aniquilaron, de acuerdo con ciertas evidencias, toda
una legión romana, la XXII Deitoriana, compuesta de 5,000 soldados.
(4)
En el año 134, el propio emperador Adriano, en
el rol de general, regresó a Judea, para inspirar y guiar a su ejército.
Durante la guerra, ambos contrincantes, tanto judíos como romanos, cometieron
atrocidades. Se creía que las tropas romanas envolvieran a niños judíos en
pergaminos del Torra (voluminosos escritos sagrados de los judíos), quemándolos
vivos. Proscribiendo Adriano la sepultura de judíos muertos, la putrefacción de
miles de cuerpos llenó de terribles pestes los campos de batalla. Para tarde en
el 134, Roma comenzaba a dominar a los judíos. En esta etapa de la guerra
algunos judíos, decepcionados y contemplando la extinción de su raza, pusieron
a su líder Simón bar-Kojba el nombre “bar-Koziba”, el cual significa “hijo de
desilusión”. El centro de comando de este caudillo militar fue capturado en
julio del 135, el mismo mes del año, según la tradición judía, cuando el templo
en Jerusalén fue destruido en el año 70 d. C.
(5)
Al fin, Roma ganó la guerra, pero no sin antes haber perdido credibilidad,
estima y confianza debido al número muy elevado de bajas en sus fuerzas
militares. En cuanto a los judíos, 580,000 hombres murieron peleando. Entre los
varones no militantes, mujeres y niños, era incalculable el número de los que
murieron a resultado de acciones bélicas, pestilencias y hambre. Judea fue
devastada. Cincuenta campamentos principales y novecientas aldeas grandes
fueron arrasados, y centenares de miles de judíos fueron muertos o vendidos
como esclavos. En los mercados de Gasa y Hebrón, esclavos judíos fueron
vendidos por el precio de un caballo. A todo judío se le denegó acceso al lugar
donde existía su antiguo templo, y fue prohibida la enseñanza de la religión
judía.
7.
Después de tan terrible derrota, "el judaísmo se escondió
atemorizado en oscuridad, en tanto que su cría, el cristianismo, salió a
conquistar al mundo" (La historia de la civilización, Tomo III.
César y Cristo. Página 549. Will Durant).
8.
Durante la Edad Media, los judíos fueron perseguidos una y otra vez en muchos
países distintos por los gobiernos "cristianos" bajo el dominio de la
poderosa iglesia madre apóstata, la cual militaba con armas carnales. También
por la jerarquía misma de aquella Iglesia Católica Romana, valiéndose los
prelados de la maquinaria eclesiástica llamada la "Santa
Inquisición". En el Capítulo Ocho de este Análisis, Sección II, se
encuentra información muy breve sobre las acciones de la inquisición española
contra los judíos.
9.
En el Siglo XX, el dictador alemán Adolfo Hitler y sus secuaces
intentaron exterminar a los judíos, torturando y matando bárbaramente a más de seis
millones.
10.
También en el Siglo XX, el gobierno ateo de la Unión Soviética de Estados
Socialistas, bajo el dictador José Stalin, inició y sostuvo por décadas
los terribles "pogromos". Su meta era la exterminación de
todos los enemigos del estado. Los infortunados judíos fueron clasificados
entre los "enemigos del estado", muriendo millones en cárceles,
campos de concentración, etcétera.
11.
Desde el establecimiento del nuevo estado de Israel en el año 1949 d. C. hasta
el presente (primera mitad del Siglo XXI), los
palestinos, sirios, libaneses, egipcios, iraquíes, iraníes y demás pueblos
árabes, movidos por odio fanático, se empeñan en destruir a los judíos.
B.
La "mujer vestida del sol" huye al desierto. "Y
la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí
la sustenten por mil doscientos sesenta días" (Apocalipsis 12:6). "Y se le dieron a la mujer las dos
alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto,
a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un
tiempo" (Apocalipsis 12:14). Según esta profecía, llegaría el día
durante la Era Cristiana cuando los judíos huirían de la presencia de su feroz
perseguidor persistente, el “gran dragón escarlata” (el Imperio
Romano), encontrando un refugio preparado providencialmente por Dios mismo.
La historia del pueblo judío durante la Era Cristiana demuestra ampliamente
el cumplimiento de esta profecía.
1.
Repetimos la observación del renombrado historiador Will Durant sobre lo
que hicieron los judíos después de la derrota aplastante sufrida en el año 135
después de Cristo: "El judaísmo se escondió atemorizado en
obscuridad, en tanto que su cría el cristianismo salió a conquistar al
mundo". Se desconoce si el Sr. Durant tuviera conocimiento de la
profecía apocalíptica sobre los judíos, pero lo cierto es que su testimonio nos
enseña que la profecía fue cumplida al pie de la letra: ¡Israel huyó!
Los judíos se escondieron del poderío romano. ¡Ya no buscaban confrontaciones
abiertas con el "gran dragón escarlata"! En cambio, la
iglesia de Cristo no huyó sino que "salió a conquistar al mundo".
2. “Y
la mujer huyó al desierto...” Quizá represente el "desierto"
de la profecíalos lugares inhóspitos, de pocos habitantes o de poca importancia
política donde el "gran dragón escarlata", con sus “siete
cabezas y diez cuernos” (reinos bajo su dominio) no continuara persiguiendo
con tanta tenacidad a "la mujer". Por "desierto"
entendemos: los lugares aislados o en la periferia de la influencia romana, los
pueblos chiquitos, las barriadas del vulgo, las naciones que no estaban bajo el
dominio de Roma. Comoquiera que interpretemos “desierto”, la historia
enseña que los judíos fueron esparcidos entre las naciones de aquellos tiempos,
donde lograron, casi milagrosamente, conservar su raza, lengua, cultura y,
sobre todo, su religión.
3. "…donde
tiene lugar preparado por Dios…"
a)
Por "lugar" entendemos que cualquier lugar y todos los
lugares donde los judíos lograran preservar su raza.
b) "…preparado
por Dios…" El Todopoderoso mismo interviene providencialmente para
preservar a los judíos como pueblo, preparándoles “lugar” donde
refugiarse. ¿Qué medidas tomaría Dios en la preparación de un “lugar” de
refugio para Israel? No se nos revelan detalles al respecto en la visión de
Apocalipsis. Especulamos que quizá ablandase los corazones de las personas que
habitaban los lugares adonde huyeron los judíos, influyendo en ellas de tal
manera que recibieran y protegieran a los judíos tan duramente acosados. O que
guiara providencialmente a los judíos mismos a lugares seguros donde pudieran
esconderse del “gran dragón escarlata” y recuperarse poco a poco de las
tragedias catastróficas que habían traído sobre sus propias cabezas.
4.
Volvemos a señalar que si fuéramos a aplicar estas profecías sobre la
“mujer vestida del sol” a la iglesia de Jesucristo en vez de al pueblo
terrenal de Israel, no habría concordancia entre ellas y las profecías pronunciadas
específicamente para la iglesia, ni tampoco con la Gran Comisión dada a la
iglesia o con el desenvolvimiento de la iglesia verdadera del Señor a través de
los siglos de la Era Cristiana, hasta el presente.
a)
Por ejemplo, la iglesia de Cristo no huyó, escondiéndose, cuando tanto judíos
incrédulos como romanos levantaron persecuciones duras contra ella. Desde poco
después de su fundación, ella fue perseguida una y otra vez, pero se reponía,
siguiendo en pie de lucha. Ahora bien, qué quede claro: a diferencia de los
judíos que no se convirtieron a Cristo, la iglesia leal a su Salvador jamás
se enfrascaba en batalla carnal con sus enemigos. “Pues, aunque andamos
en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo” (2 Corintios 10:3-5).
b)
En definitiva, la iglesia no se escondió en "el desierto". Sucede
justamente lo contrario: llevaba el evangelio a los lugares más poblados e
importantes, aun a palacios y cortes de gobernadores, procónsules, príncipes,
reyes y del mismo emperador romano. También a lugares remotos. El "lugar"
para la iglesia es "todo el mundo", según la Gran
Comisión: "Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda
criatura" (Marcos 16:15). Aun en tiempos de persecución, la iglesia ha
de seguir proclamando el evangelio. Esta verdad el apóstol Pablo la resalta al
escribir al evangelista Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor
Jesucristo… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo…"
(2 Timoteo 4:1-2). Así pues, jamás deberían la iglesia de
Cristo, sus predicadores y maestros esconderse en "el desierto".
Pero, la “mujer” de la visión de Apocalipsis 12 huye sí al desierto, y
se calla.
c)
Conforme a ciertas profecías reveladas específicamente para la iglesia, el gran
peligro para ella no lo sería la oposición de gobernantes o ejércitos de las
naciones terrenales, ni siquiera el martirio por la causa del Señor, sino el mortífero
cáncer de la apostasía (2 Tesalonicenses 2). He aquí otra consideración que nos lleva
a afirmar que la mujer que huye al desierto, al lugar preparado por Dios, no es
la iglesia fundada por Jesucristo. La iglesia verdadera no se amedrenta ante
los poderosos seculares o religiosos que la amenazaran materialmente. En
cambio, la “mujer” que hace el rol principal en el drama de Apocalipsis
12, huye sí del “gran dragón escarlata”, símbolo espantoso de reinos
seculares, idolátricos y perseguidores.
5.
Dando por establecido que la "mujer" que huye al desierto es
la nación terrenal descreída de Israel, cabe
preguntar por qué a Dios le interesaría preservar como raza, o nación, a los
millones de judíos que no reciben a su Hijo como el Mesías prometido. ¿No
repudió la gran mayoría de los judíos a Jesucristo como el Mesías prometido?
¿No consintieron las masas judías incrédulas a la crucifixión del Señor?
Asimismo sucedió. Mas sin embargo, las mismas multitudes de judíos culpables de
tan enormes pecados seguían, no obstante su rechazo a Cristo, creyendo
firmemente, aun fanáticamente, en el "único Dios verdadero",
en Jehová el Creador. Seguían confesando su nombre, adorándolo conforme a las
directrices de la ley mosaica. Y siguen haciéndolo hasta el sol de hoy, aunque
cohibidos en gran medida por no contar con un templo en Jerusalén, con muebles
y utensilios sagrados necesarios para los ritos ordenados en el pacto de Sinaí,
etcétera. Aun estando en el "desierto", se aferran fuertemente
al nombre de Jehová, considerándose el único pueblo electo de él. Sin embargo,
lastimosamente, siguen rechazando a Jesús de Nazaret, denegando tenazmente que
él sea el Mesías profetizado en sus Escrituras. Ya que “Todo aquel que niega
al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1 Juan 2:23), los judíos que no siguen al Hijo Jesucristo
tampoco cuentan con el sello de Dios. Pese a esta triste condición, el Padre
ama a los judíos, deseando su completa restauración espiritual. Material
no, sino espiritual. Consideremos:
a)
A pesar de su incredulidad, los judíos "en cuanto a la elección, son
amados por causa de los padres (Romanos 11:28). ¿Por qué “amados”? La respuesta dice: “…por
causa de los padres”, es decir, los patriarcas, o quizá, por extensión,
todos los antepasados de los israelitas que hacían la voluntad de Dios. ¿Qué
enseñanza quiere comunicarnos el Espíritu de Dios mediante estas expresiones?
¿Acaso impliquen que Dios pase por alto la incredulidad de los judíos que no
reciben a su Hijo como el Mesías, ni siquiera inculcándoles pecado alguno?
(1)
Aparentemente, confrontamos un enigma. Tal vez la solución estribe, aunque solo
en parte, en el hecho de que Jehová Dios pudo lograr mediante la nación de
Israel su propósito de asegurar que no todos los hombres en la tierra se
olvidaran de su nombre. Además, a través del pueblo terrenal de Israel el
Señor omnipotente consiguió la realización de su plan de introducir a su “Primogénito en el mundo" con el propósito
sublime de proporcionar a todos los seres humanos un medio eficaz de
reconciliación y salvación. Efectivamente, se valió del pueblo de Israel
para magníficos fines de alcance global, principalmente la reconciliación
espiritual de toda la humanidad. De muchas maneras y en muchos lugares y
ocasiones, Dios mismo manifestó su existencia al mundo, usando como medio su
pueblo electo Israel. Este pueblo era barro en sus manos, y él, su alfarero.
Obligó al pueblo a doblegarse a su voluntad, como el jinete gobierna al caballo
con el freno y las riendas. Disciplinó al pueblo, aun castigándolo duramente
repetidas veces. Preservó al pueblo en medio de guerras, desastres, destierros
y apostasías. Logró sus grandes y nobles propósitos en el pueblo. Amó al
pueblo. Entonces, ¿por qué abandonarlo del todo? ¿Por qué dejarlo desaparecer de
la faz de la tierra? ¿Por qué no preservarlo en el "desierto",
esperanzado en su eventual arrepentimiento y restauración espiritual?
Seguramente, no nos corresponde emitir juicios sobre las acciones de Dios. Sin
embargo, el que escribe aplaude, en mente y alma, la decisión de Dios de
preservar al pueblo judío. Pienso que es otra evidencia de su gran compasión,
amor y misericordia para con los débiles seres humanos, en este caso, los
judíos, llenos de prejuicios y cegados por falsas doctrinas y falsas esperanzas.
"¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de
Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!"
(Romanos 11:33). Esta exclamación altamente emotiva aparece
justamente en medio de la disertación del apóstol Pablo sobre la condición
espiritual de los israelitas descreídos y los
planes de Dios para ellos. “¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables
sus caminos!” Nos solidarizamos con estos sentimientos conmovedores del
apóstol. ¡Cuán difícil es para mi mente comprender tantas cosas ocurridas a
través de los milenios pasados en los renglones de lo
espiritual-moral-religioso, tanto en el planeta Tierra, como en las regiones
celestiales, y no menos difícil, las que se proyectan para el futuro! Pero,
sigo tratando, sin perder fe. Aun más: juntamente con el apóstol Pablo, me
quedo estupefacto ante lo que también percibo como la “profundidad de las riquezas
de la sabiduría y de la ciencia de Dios”.
(2)
Así que, es un hecho tan obvio como innegable que el Soberano Dios logró, mediante Israel, los dos grandes propósitos
señalados, cumpliéndose y haciéndose realidad los dos, a pesar de la
obstinación, rebeldía e hipocresía de incontables integrantes del pueblo. Por
tanto, ¿ha de considerarse cosa inconcebible que Dios siga amando al pueblo que
le sirvió de instrumento para logros tan gloriosos y grandiosos? Pues, él sigue
amándolo, pese a la incredulidad del pueblo judío respecto al Mesías. Su amor
se manifiesta mediante su intervención providencial para conservarlo como
pueblo entre los demás pueblos de la tierra. Desde luego, esto no significa que
Dios salve eternamente a los judíos que permanezcan obstinadamente en
incredulidad. Solo quiere decir que ellos aún tienen, por la misericordia de
él, la oportunidad de reconocer a Jesucristo como el Mesías prometido y
obedecer sus mandamientos para alcanzar el perdón de pecados y la salvación de
sus almas.
(3)
Escrutemos la enseñanza y el contexto de Romanos 11:29. Dice: "Porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios."
Precisamente, el contexto es el del destino de los judíos y de su posible
restauración espiritual. Esto se evidencia si leemos los versículos del 29 al
36. No se trata de los dones sobrenaturales dados a la iglesia del Siglo I, ni
del llamamiento hecho por medio de la iglesia, sino de los dones dados a
Israel y del llamamiento que Dios hizo al pueblo de Israel.
(a)
Dios escogió al pueblo de Israel dotándolo de "dones" y
llamándolo al cumplimiento de sus designios divinos.
(i)
Entre los dones figuran "la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la ley, el culto y las promesas" (Romanos 9:4). Todos estos dones importantes y excelentes
atañían específicamente a la nación terrenal de Israel.
(ii)
Ahora bien, se nos enseña que estos dones y el llamamiento son "irrevocables".
Esto quiere decir que no le serán quitados a Israel; no le serán anulados. Los "dones"
eran válidos durante el tiempo determinado por Jehová, a saber, desde Abraham
hasta la muerte de Cristo en la cruz. Por otra parte, el llamamiento a
formar parte de los elegidos del Señor sigue en pie hasta el presente, tanto
para Israel como para los gentiles, y estará vigente hasta que acabe el tiempo
de gracia para toda la humanidad.
(b)
Por cierto, Dios sigue llamando a Israel, no a que sea una nación terrenal con
derechos exclusivos, sino que lo llama a arrepentirse de sus pecados y a
recibir a Cristo como el verdadero Mesías y Salvador del mundo. Él quiere tener
misericordia de Israel.
(i)
Pregunta el apóstol Pablo: "¿Ha desechado Dios a su pueblo?" Responde
él mismo enfáticamente: "En ninguna manera"(Romanos 11:1).
(ii)
Refiriéndose a los judíos, Pablo explica que "aun en este tiempo ha
quedado un remanente escogido por gracia" (Romanos 11:5). El "remanente" de judíos que
se salvaba en el tiempo de Pablo, se salvaba no por la ley mosaica, ni por ser
israelitas "según la carne", sino que se salvaba "por
gracia". Y esto quiere decir que se salvaba por medio de obedecer al
evangelio, creyendo en Cristo, arrepintiéndose y bautizándose “para perdón
de los pecados” (Hechos 2:38; 22:16).
(iii)
En el tiempo presente (primera mitad del Siglo
XXI), la persistente incredulidad de los judíos, gran número de los cuales aún
sigue en el "desierto", se puede atribuir, por lo menos en
parte, al rol que Israel debía desempeñar hace dos mil años a fin de que pudiera
efectuarse el sacrificio de Cristo como Cordero de Dios para quitar el pecado
del mundo. Una mayoría de los israelitas tenía que repudiar a Cristo, paso
necesario que desembocó en el sacrificio
expiatorio del Cordero en la cruz. Al pueblo le aconteció "endurecimiento
en parte" (Romanos 11:25), condición, o circunstancia, crítica para la
realización del plan de Dios en Cristo. A pesar de presenciar muchas señales
milagrosas indubitables hechas por Cristo y los apóstoles, al igual que oír la
predicación del evangelio por hombres inspirados, la mayoría de los israelitas
del Siglo I no venció su incredulidad. No ablandaron sus corazones al oír el evangelio.
Lo mismo le sucede a la gran mayoría de sus descendientes hasta el día de hoy.
Dado el hecho de que una parte de Israel tenía que endurecerse para que se
cumpliesen los designios de Dios en Cristo, ¿es de extrañarse que Dios quisiera
preservar al pueblo, esperanzado en que tal vez muchos se arrepintieran de su
incredulidad, deseoso él de tenerles misericordia y salvarles?
(c)
Dios aún desea la salvación de todo Israel. "Ha acontecido a
Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles; y luego todo Israel será salvo" (Romanos 11:25).
(i)
Mediante la expresión “…y luego todo Israel será salvo” se
profetiza, efectivamente, que antes del fin del mundo muchos judíos aceptarán a
Cristo como el Mesías, salvándose de la ira venidera. Armoniza perfectamente
con esta profecía la escena apocalíptica donde se sellan ciento cuarenta y
cuatro mil “de todas las tribus de los hijos de Israel” (Apocalipsis 7:1-8), evento ya analizado en estos estudios.
(ii)
La profecía implícita de Romanos 11:25 nada tiene que ver con la restauración
de Israel a su antiguo terruño en el Cercano Oriente. Tampoco proclama esta
profecía la futura restauración o reedificación del templo en Jerusalén.
(iii)
Solo se trata, volvemos a recalcar, de la salvación espiritual de
cuantos israelitas acepten a Cristo como el Mesías prometido, obedeciendo al
evangelio puro para salvación de sus almas.
6. "Se
le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante
de la serpiente al desierto a su lugar."
a) "…las
alas de la gran águila…" simbolizan el poder de Dios para actuar
con gran agilidad y fuerza irresistible.
b)
¿Quién da a la mujer "…las alas de la gran águila"? Se
sobreentiende que Dios mismo es quien se las da. Él es quien prepara para ella
lugar en el “desierto”, y lógicamente, es quien le da las “alas de la
gran águila”. Así que, Dios mismo interviene para que Israel no sea
destruido del todo por el “gran dragón escarlata”. Contando con la intervención
providencial de Dios, Israel podía alejarse rápido de la presencia de los
gobernantes y de las legiones romanas utilizadas por Satanás en su empeño
obstinado de hacer que los judíos desaparecieran para siempre de la faz de la
tierra.
c)
No pocos historiadores y eruditos de esta Era Cristiana se maravillan por
la preservación del pueblo de Israel a lo largo de los siglos, pese a
severas represiones e intentos al genocidio. Disciernen en esta insólita
sobrevivencia de un pueblo pequeño perseguido a la muerte, la mano providencial
de un Poder superior que vela por la permanencia de los judíos en la tierra.
Dada la fuerte intolerancia manifestada de mil maneras por infinidad de pueblos
contra los judíos, sobrada razón hay para pensar que si Dios no hubiese
intervenido, el pueblo terrenal de Israel hubiese quedado como Sodoma y
Gomorra: ¡sin descendencia! (Romanos 9:29).
7. "Para
que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días", lo cual es
equivalente a "un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo".
a) "…la
sustenten…", es decir, que mantengan a los judíos con vida como
pueblo.
(1)
¿Quiénes la sustentarían? Quizá algunos de los ángeles que Dios ocupa
para la realización de sus planes. En tal caso, los ángeles actuarían
providencialmente, mediante las personas entre quienes vivieran los judíos,
para la preservación de la raza judía. O tal vez se refiera directamente a
personas, aun gobernantes, que simpatizaran con los judíos, que se
solidarizaran con ellos, que tuvieran compasión de ellos, que les dieran
albergue y protección.
(2)
Sustentados los israelitas en el “desierto” de su vivencia.
Esto no significa, necesariamente, que todo el pueblo judío gozaría
perennemente de abundantes bendiciones materiales y de la protección
incondicional de Dios. Solo significa, a nuestro entender, que Dios
mantendría con vida al pueblo. De hecho, Israel ha sufrido indeciblemente
durante gran parte de la Era Cristiana, siendo perseguido ferozmente en
distintos lugares y en varias etapas de su historia. Aun así, sobrevive, se
repone, y en no pocos casos, prospera, aun excepcionalmente.
b) "…mil
doscientos sesenta días."
(1)
Es decir, por el tiempo determinado por Dios, siendo simbólico el número “mil
doscientos sesenta días”, y no literal.
(2)
Sustentados en el “desierto” quizá hasta el tiempo cuando "haya
entrado la plenitud de los gentiles" y comience a convertirse a Cristo
un número no pequeño de los judíos.
(3)
Conforme a la interpretación que estamos desarrollando, el período de los "mil
doscientos sesenta días" para los judíos comenzó en el Siglo II de
la Era Cristiana, continuando aun en el presente (primera
mitad del Siglo XXI), ya que los judíos, al menos la gran mayoría de
ellos, todavía resisten reconocer a Jesucristo como el Mesías. De haber
acertado en esta interpretación, se deduce que los “mil doscientos sesenta
días” para los judíos (Apocalipsis 12) no son concurrentes con los “mil
doscientos sesenta días” cuando profetizan los dos testigos "vestidos
de cilicio" (Apocalipsis 11), es decir, no cubren el mismo período de
tiempo.
(a)
Los “mil doscientos sesenta días” durante los cuales son sustentados los
judíos comienzan en el Siglo II.
(b)
Los “mil doscientos sesenta días” cuando los dos testigos
profetizan "vestidos de cilicio" comienzan después del
Milenio y terminan con la Segunda Venida de Cristo.
(c)
De hecho, los temas del Capítulo 11 de Apocalipsis, por un lado, y por el otro,
los del Capítulo 12, son totalmente diferentes. Por lo tanto, no es cosa
extraña que los dos periodos de “mil doscientos sesenta días”, cada uno,
no cubran el mismo tiempo, o época, de la Era Cristiana. Datos importantes que
corroboran esta conclusión se encuentran en el Capítulo Siete de este Análisis, Sección II, C, en el estudio sobre el "tiempo,
y tiempos, y medio tiempo" de Daniel 7:25 cuando el "cuerno
pequeño" persigue a la iglesia verdadera.
C.
El "gran dragón escarlata" persiste en su empeño infernal
de destruir a la "mujer" que huye al desierto. "Y
la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese
arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su
boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca" (Apocalipsis 12:15-16).
1. "…agua
como un río…" Quizá se trate metafóricamente de las medidas
severas que tomó el Imperio Romano después de las guerras contra Israel para
privar a los judíos de todo vestigio de su nacionalidad y hacer que se
mezclaran con las demás razas, perdiendo su propia identidad como raza
particular, y por ende, su orgullo como pueblo. El "gran dragón"
quería "arrastrar" a los judíos hasta "ahogar" en el
"río" de las persecuciones y represalias el nacionalismo fiero de
aquel pueblo rebelde. Enfurecido por los golpes duros asestados por los judíos,
ardía con vengarse, decidido a exterminar a Israel como pueblo.
2.
Pero el "gran dragón escarlata" no logró destruir del todo a
los judíos, pues "…la tierra abrió su boca y tragó el río".
a)
La "tierra" misma, o sea, el planeta Tierra, es ancha y
grande, proporcionando, especialmente en aquel tiempo antiguo, muchos
escondites y refugios más allá del alcance del "gran dragón
escarlata". Desde luego, el “dragón” de aquel entonces no
contaba con redes de comunicación electrónica rapidísima o satélites que le
facilitaran rastrear los movimientos de los israelitas.
b)
Además, aun en la vasta "tierra" bajo el dominio del Imperio Romano,
había, se supone, muchos súbditos, aparte de los judíos, que no simpatizaran
con aquel Imperio. Resentidos y reaccionarios, estaban predispuestos –así
pensamos- a dar albergue a los judíos perseguidos. Las amenazas del “gran
dragón escarlata” no los asustaban demasiado. Al contrario, entre ellos sus
amenazas se volvían como "agua que traga la tierra".
3.
La ira del dragón contra la "mujer" no mengua. "Entonces
el dragón se llenó de ira contra la mujer" (Apocalipsis 12:17).
a)
Ya estaba airado al punto de querer ahogar a la "mujer" (a los
judíos). Su ira se inflama aún más cuando se ve frustrado en su propósito de
exterminar a la raza judía.
b)
¿Por qué provocan los judíos tan grande ira? Después de todo, ellos ya no eran,
desde Pentecostés en adelante, el pueblo electo de Dios. No obstante, seguían siendo el pueblo por medio del
cual se introdujo el Mesías en el mundo, el Hijo de Dios que “despojó a los
principados y las potestades”, exhibiéndolos “públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15), el mismo Ser poderoso que derrotó a Satanás,
haciendo que fuese arrojado del cielo. No es, pues, difícil de comprender por
qué el odio que sentía Satanás para aquel pueblo se pusiera al rojo vivo,
convirtiéndose en rencor terrible, en ira candente y consumidora, tanto que lo
impulsara a seguir persiguiendo a todos los judíos, procurando su exterminación
de una vez para siempre. Además, pese a sus desastrosas derrotas y las
persecuciones duras que sufrían, aquellos judíos seguían creyendo
obstinadamente en Jehová como "el único Dios verdadero", lo
cual era para Satanás como "ascuas de fuego" sobre su
orgullosa cabeza.
II.
La "gran batalla en el cielo" (Apocalipsis 12:7-12).
A.
Los contrincantes en la "gran batalla".
1.
Por el lado del Bien: "Miguel y sus ángeles" (Apocalipsis 12:7).
a)
En Judas 9, Miguel es identificado como el "arcángel" que "contendía
con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés".
b)
Este mismo Miguel es mencionado también en Daniel 10:13, 21 y 12:1.
c) "Arcángel"
implica rango. La palabra "sus" (vocablo que indica posesión),
en la frase "sus ángeles", indica que Miguel tenía autoridad
sobre los ángeles de Dios.
2.
Por el lado del Mal: el "dragón y sus ángeles" (Apocalipsis 12:7), es decir, Satanás y los ángeles que le
seguían.
B.
El lugar donde se libra la "gran batalla".
1. "…en el cielo" (Apocalipsis 12:7), o sea, en las regiones celestes donde
moran Dios y los ángeles que le sirven. “Después hubo una guerra en el
cielo…”
2.
Definitivamente, la batalla no toma lugar en el planeta Tierra.
3.
El texto inspirado no nos provee información específica sobre la naturaleza
exacta de la batalla. Contemplando las escenas y estudiando sus
parámetros, podemos inferir:
a)
Que no fue una batalla carnal ya que se luchó en regiones celestes entre
seres espirituales.
b)
Que las armas utilizadas no fueron carnales, o sea, materiales.
c)
Que quizá la batalla consistiera principalmente de un violento encontronazo
entre fuertes voluntades contrarias y que se librara con las armas de
argumentos y contra argumentos, de acusaciones y contra acusaciones. De
hecho, tal es la naturaleza de la batalla espiritual que se lucha en la tierra
entre los cristianos fieles a Dios, por un lado, y por el otro, el diablo y sus agentes en la tierra (2 Corintios 10:1-6).
4.
El lenguaje bélico "luchaban", "fue lanzado
fuera", "fue arrojado a la tierra" y "fueron
arrojados con él" (Apocalipsis 12:7-9), indica, incuestionablemente, actos
violentos.
a)
Se entiende que Dios tomara acción él mismo, literalmente, contra Satanás y sus
ángeles con el propósito de excluirlos de una vez para siempre de su presencia
y de sus moradas celestiales. Realmente, los resistió, atacándolos y
arrojándolos a la tierra. Cuáles medios utilizara no podemos precisarlos, pero
esto sí sabemos: que su palabra sola es suficientemente poderosa tanto para
crear como para sostener o destruir, tanto para retener cerca de sí como para
arrojar de su presencia.
b)
Aun en su trato de Satanás se manifiestan la paciencia y tolerancia de Dios,
pues permitía que ese "gran dragón" se presentara delante de
él para acusar a los santos. Pero su paciencia y tolerancia para con los malos
no continúan para siempre (2 Crónicas 36:16). Llega el momento cuando el Todopoderoso
actúa con violencia contra ellos (Hebreos 10:31). Llegó tal momento para Satanás, y Dios lo
lanzó fuera del cielo.
C.
¿En qué tiempo ocurre la "gran batalla"?
1.
Según el Versículo 10, cuatro gloriosos acontecimientos ocurren tan pronto
termina la "gran batalla en el cielo". Un evento muy
particular abre paso a estos cuatro acontecimientos, a saber, el de ser lanzado
Satanás del cielo. "...porque ha sido lanzado fuera el
acusador de los hermanos" (Apocalipsis 12:10). Así pues, no toman
lugar hasta que no quede la morada de Dios librada de una vez para siempre de
la presencia de aquel usurpador. El Versículo 10 dice: “Entonces oí una gran
voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino
de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche”.
a)
Mediante la palabra "porque" se establece una relación,
en términos de tiempo, condiciones y consecuencias, entre
la "gran batalla" y los cuatro acontecimientos señalados.
(1)
La relación en términos de tiempo. Claramente se implica que la “gran
batalla” y los cuatro acontecimientos no son separados por miles de años
sino que los cuatro acontecimientos ocurren "porque"
acaba de terminarse la "gran batalla". Por consiguiente,
razonamos que la "gran batalla" no ocurrió antes de la
creación del universo sino en el tiempo inmediatamente previo a los cuatro
acontecimientos.
(2)
La relación en términos de condiciones y de consecuencias. Una de las condiciones
es que Satanás fue lanzado del cielo. Una de las consecuencias de esa
condición es que se abre paso para que ocurran los cuatro acontecimientos.
b)
Los cuatro acontecimientos son:
(1)
Viene "la salvación".
(2)
Viene "el poder".
(3)
Viene "el reino de nuestro Dios”.
(4)
Viene "la autoridad de su Cristo".
2.
Todo estudioso de la historia cristiana, especialmente de la inspirada que
relata Lucas en Hechos de Apóstoles, sabe, con tal de estar bien informado, que
estos cuatro acontecimientos acaecieron en el día de Pentecostés del año 30
d. C., cuando…
a) "…la
salvación" fue proclamada para judíos y gentiles, convirtiéndose
como tres mil almas (Hechos 2:37-47).
b) "…el
poder" del Espíritu Santo se manifestó en los apóstoles mediante
señales, prodigios y la Palabra inspirada (Hechos 1:7-8; 2:1-4).
c) "…el
reino de nuestro Dios" fue establecido conforme a las profecías de
Daniel 2:44 y Marcos 9:1.
d)
…y "la autoridad" de Cristo se dio a conocer,
declarándose que él se había sentado a la diestra de Jehová como Rey sobre su
Reino espiritual (Mateo 28:18-20; Hechos 2:22-35).
3.
Por lo tanto, se infiere que la "gran batalla" ocurrió
durante los días que precedieron a Pentecostés, específicamente durante los
días que comenzaron con el arresto y la crucifixión de Cristo.
4.
Otros pasajes bíblicos y consideraciones relevantes sostienen esta conclusión.
a)
Observamos que el gran conflicto en la tierra entre Cristo y Satanás, el
cual culminó con la victoria sonante del Señor en la cruz, como también su
triunfo sobre la muerte y el Hades, parecen guardar una relación estrecha
con la "gran batalla en el cielo", probablemente
provocándola.
(1)
En la tierra, Cristo mismo luchó contra Satanás venciéndolo en la cruz.
El Espíritu Santo asimismo lo afirma: "Despojando a los principados y a
las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz"
(Colosenses 2:15).
(a)
¡El Señor despojó "a los principados y a las potestades"!
(i)
"...los principados y las potestades" son Satanás, sus ángeles
caídos y todos los seres humanos que colaboran con ellos, particularmente los
que ocupan posiciones de prominencia (Efesios 6:12).
(ii)
Los despojó de sus pretensiones y de sus supuestos poderes sobrenaturales.
(b)
"...los exhibió públicamente", es decir, exhibió ante
todo el mundo la debilidad y profunda maldad de Satanás y los suyos.
(c)
Triunfó sobre ellos en cruz.
(d)
Despojar, exhibir públicamente y triunfar son términos que pertenecen al
lenguaje de acciones bélicas. De manera que
Cristo batalló contra Satanás y ganó. Nos parece bastante razonable postular
que su tremenda victoria en la tierra provocara la "gran batalla en el
cielo".
(2)
Al bajar al Hades, Cristo arrebató a Satanás "las llaves de la
muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:18); destruyó "por medio de la muerte
al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14). "Llevó cautiva la cautividad"
(Efesios 4:8). La rotunda victoria de Cristo sobre Satanás, no
solo en la tierra sino también en el Hades y sobre la muerte misma, provoca,
opinamos, la "gran batalla en el cielo". Vencido en la tierra
como también en el Hades por Cristo, Satanás también es vencido en el cielo y
lanzado fuera, abriendo paso para que suba al cielo el Cristo victorioso, tome
su trono, imponga su autoridad, inaugure su Reino y salve a las almas
obedientes, añadiéndolas a su iglesia. ¿Subir Cristo al cielo, para que allá
entrara en su presencia de vez en cuando el mismo Satanás, acusando, como solía
hacer anteriormente, a los santos de Dios? ¡Totalmente inconcebible!
(3)
Durante su ministerio en la tierra, Cristo mismo previno y profetizó la "gran
batalla en el cielo". Dijo: "Ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera" (Juan 12:31). La profecía no es que Satanás fuese echado del
planeta Tierra. Lejos de ser echado de la tierra, iba a seguir en el
mundo como el "dios de este siglo" (2 Corintios 4:4). Por lo tanto, se deduce que Jesucristo
anunciaba proféticamente que pronto Satanás sería "echado fuera" del
cielo. Recalcamos: no de la tierra sino del cielo.
(4)
Las palabras de Cristo en Lucas 10:18 concuerdan con Juan 12:31. Dice el Señor:
"Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo".
(a)
¿Cuándo cayó Satanás "del cielo como un rayo"? Precisamente,
en la hora cuando fue lanzado del cielo al ser derrotado tanto en la tierra
como en el cielo por Cristo, Miguel, sus ángeles y Dios en los días cuando
Cristo fue crucificado, entró al Hades y resucitó de entre los muertos. Es
cierto que el verbo "veía" es el pretérito imperfecto
del modo indicativo por medio del cual se expresa una acción pasada. Pero,
según la interpretación que estamos desarrollando, Satanás aún no había caído
del cielo cuando Cristo pronunció las palabras de Lucas 10:18. ¿Hay alguna
contradicción? Pensamos que no. Entendemos que Cristo había visto en su mente,
quizá por medio de una visión, la caída de Satanás del cielo. Su
pronunciamiento es como dijera: "Ya lo he visto como por visión: Satanás
caerá del Cielo". De todos modos, la gramática permite que se use el
pretérito imperfecto en alusión al futuro.
(b)
¿Cómo cae un rayo del cielo? Repentinamente. Con gran potencia destructora.
Acompañado por un trueno fuerte, espantoso. Pues, caer Satanás del cielo "como
un rayo" significa que Satanás sería arrojado con gran violencia
al planeta Tierra, donde causaría terror y destrucción. Asombrosamente, esto es
exactamente lo que sucedió cuando Satanás, viendo "que había sido
arrojado a la tierra" (Apocalipsis 12:13-17), comenzó a perseguir tanto a judíos (la
“mujer vestida del sol”) como también a la iglesia (el “resto de la
descendencia” de la mujer).
b)
Job 1:6-12; 2:1-6 y Zacarías 3:1-2 corroboran lo que enseña Apocalipsis 12:9-10
referente al acceso que tenía Satanás a la presencia de Dios durante el
tiempo antes de ser lanzado fuera del cielo. También corroboran lo que hacía
Satanás en el cielo: acusar a los santos.
(1)
Según estos pasajes, Satanás se presentaba "delante de Jehová"
en el cielo para acusar a los siervos del Altísimo.
(a)
Qué conste: Satanás no se presentaba "delante de Dios" en la tierra
sino en el cielo.
(b)
No se presentaba figurativamente sino en realidad, de verdad, él mismo, como
ser espiritual. No se comunicaba con Dios desde la tierra sino que tenía él
mismo, personalmente, acceso a la presencia de Dios en el cielo.
(c)
Se infiere que Satanás no perdiera antes de la creación el derecho de
presentarse "delante de Jehová" en el cielo sino que lo
perdió, de una vez por todas, a consecuencia de la "gran batalla" en
el cielo en el tiempo cuando Cristo triunfó en la cruz sobre todas las fuerzas
de maldad.
(2)
Satanás acusaba a los seres humanos justos. "…el acusador de
nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la
palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte" (Apocalipsis 12:10-11).
(a)
"…nuestros hermanos…" Para los ángeles de Dios, los seres
humanos justos y santos en la tierra son sus hermanos. Al postrarse el apóstol
Juan ante el ángel que le había dado las revelaciones, con el propósito de
adorarle, el ángel le dice: “Mira, no lo hagas, porque yo soy consiervo
tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este
libro. Adora a Dios” (Apocalipsis 22:9).
(b)
Estos "hermanos" incluyen a los santos de todas las Eras del
tiempo terrenal, desde la creación hasta los días presentes. Tanto los santos
de la Era Patriarcal y la Era Mosaica, como también los de la Era Cristiana,
vencen a Satanás "por medio de la sangre del Cordero" (Hebreos 9:15-17).
(c)
No solo los mártires de Cristo sino también muchos santos de los tiempos antes
de la Era Cristiana "menospreciaron sus vidas hasta la muerte" (Hebreos 11), siendo acusados en el cielo por Satanás, pese a
sus labores y sacrificios, aun el martirio.
(d)
Con persistencia maliciosa, Satanás acusaba a los santos "delante de
nuestro Dios día y noche", pero desde el fin de la "gran
batalla en el cielo" ya no tiene acceso a la presencia de Dios.
D.
Las consecuencias de la "gran batalla en el cielo".
1. "El
gran dragón y sus ángeles" fueron derrotados para siempre. "No
prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo" (Apocalipsis 12:8).
2. "Fue
lanzado fuera el gran dragón" (Apocalipsis 12:9). Desde aquella derrota decisiva en
adelante, Satanás ya no tendría acceso a la presencia de Jehová.
3. "Fue
arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él" (Apocalipsis 12:9).
a)
Antes de la "gran batalla", Satanás rodeaba la tierra, andando
por ella para luego subir al cielo y acusar a los santos (Job 1:7-12;
Apocalipsis 12:10).
b)
Derrotado en la "gran batalla", "fue arrojado a la
tierra". Desde el momento cuando "fue arrojado a la
tierra", podría manifestarse solo en la tierra y no en la presencia de
Dios. Sus ángeles sufrieron el mismo castigo.
4.
Los cielos se alegran. "Por lo cual alegraos, cielos, y los que
moráis en ellos" (Apocalipsis 12:12). Razón de sobra tienen Dios y sus ángeles
para alegrarse, pues no tendrán que soportar más la presencia o las acusaciones
de Satanás.
5.
La tierra tiembla. "¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco
tiempo" (Apocalipsis 12:12).
a) "…el
diablo ha descendido a vosotros con gran ira…" Satanás siempre se ha
empeñado en destruir al ser humano. Derrotado tanto en la tierra como en el
Hades y el cielo, su "ira" se vuelve más candente,
explosiva e incontenible.
b) "…tiene
poco tiempo."
(1)
El término adverbial "poco tiempo" es relativo,
interpretándose a la luz del contexto.
(2)
Tiene, efectivamente, desde Pentecostés hasta la Segunda Venida de Cristo.
(3)
No se trata del tiempo desde la creación hasta la Segunda Venida de Cristo,
sino del tiempo desde cuando Satanás fue arrojado a la tierra hasta la Segunda
Venida de Cristo, la cual conduce, enseguida, al fin de la humanidad en el
planeta Tierra, la destrucción de todo lo que “se ve” y el fin del
tiempo mismo.
http://www.editoriallapaz.org/apocalipsis_5_2_guerraenlecielo.htm
http://www.editoriallapaz.org/apocalipsis_5_1_mujervestidadelsol.htm
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