Atributo es la
esencia de lo que alguien o algo es, es el carácter, la propiedad o
particularidad que se posee, es la condición propia de alguien o algo, es la condición,
naturaleza o esencia.
Dios posee atributos
que le son únicos, nuestro conocimiento
sobre estos atributos nos permiten, adoptar una actitud diferente frente
a la vida y las circunstancias e incluso actúan sobre nuestra propia
personalidad, para aquellos que no han conocido sobre las características
poderosas de Dios le ven como alguien sin poder suficiente para crear cambios o
alejados de ellos.
Es como el hijo que
desconoce que su padre es un gran boxeador
y se siente en el colegio amedrentado por otros niños con mayor tamaño o
fuerza, pero cuando el conoce lo que es capaz de hacer su padre y conoce de su
amor y protección hacia él, entonces se enfrenta a aquellos niños y dice “se lo
diré a mi padre que es boxeador”. Una simple frase pero apoyada sobre el
conocimiento de las cualidades que posee su padre.
De igual manera nosotros al
conocer lo maravilloso que es nuestro Padre celestial, tomamos valor y nos
identificamos con la naturaleza de Él.
Mi deseo es que a través de
estos estudios recopilados, usted descubra los atributos de Dios y comience a
conocerle en realidad como Él es.
Primeramente comenzaremos a
analizar acerca de los Decretos de Dios. Esto es debido a que cada cosa en el
universo se mueve bajo Su Palabra y debemos saber que todo lo que Él ha dicho
de si mismo, ha dicho de nosotros y del mundo se cumplirá, porque Él así le ha
placido.
¿Qué es Dios?
Primeramente
debemos decir que «Dios es espíritu,
infinito, eterno, e inmutable en su ser, sabiduría, poder, santidad, bondad,
justicia, y verdad.»1.
Está aclaración la da el mismo
Jesucristo cuando se encontró con la mujer samaritana en el pozo de Sicar.
Dios
es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que
adoren.
(Juan 4:24 RV60)
Jesús
declara que Dios es ser personal, porque
la palabra «Espíritu» en tal contexto ciertamente lleva tal implicación. Pero,
¿qué implica ser una persona, o cuál es la naturaleza esencial de personalidad?
Desde
el punto de vista bíblico, un ser personal es aquel que es capaz de autoconocimiento
y de autodeterminación, un ser al cual se le pueden aplicar con un
sentido real los pronombres «yo», «tú», y «él». En el lenguaje de Descartes una
persona es res cogitans, un ser que piensa.
Dios
es Espíritu, Ser personal sin cuerpo, podemos enumerar sus
atributos por medio de tres adjetivos cada uno de los cuales se aplica a siete
sustantivos. Dios es «infinito, eterno,
e inmutable» en siete aspectos de su existencia: en su «ser, sabiduría, poder,
santidad, bondad, justicia, y verdad».
En
la declaración de que Dios es «infinito en su ser» lo que se quiere afirmar es
que Dios es omnipresente y esto o se enseña explícitamente o se presume
consecuentemente en toda la Escritura.
«¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde
huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol
hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y
habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu
diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche
resplandecerá alrededor de mí, aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche
resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz» (Samos
139:7–12).
Cuando
se habla de la presencia literal de Dios, siempre se entiende que es
absolutamente universal.
«Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos
ven, sus párpados examinan a los hombres» (Samosl 11:4).
«Los ojos de Jehová están sobre los justos, y
atentos sus oídos al clamor de ellos» (Samosl 34:15).
«Los ojos de Jehová están
en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos» (Proverbios 15:3).
«Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la
tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden
contener; ¿Cuánto menos esta casa que yo he edificado?» (1 Reyes 8:27).
«¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en
escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?»
(Jeremías 23:24).
La
oración presume más gráfica y naturalmente la omnipresencia de Dios. Se da por
sentado que cualquier persona en cualquier parte de la tierra puede en
cualquier tiempo hablar directamente con Dios. Jonás oró desde el vientre del
gran pez y el Señor le oyó.
«Cercano está Jehová a todos los que le
invocan, a todos los que le invocan de veras» (Salmos 145:18).
El
Dios de la Biblia es un Espíritu omnipresente, sin embargo, hay algo de
dificultad en presentar este hecho a nuestras mentes de tal manera que podamos
asimilar esta verdad y expresarla con claridad a otras personas. El politeísmo
del culto de santos y ángeles es posible que se deba en parte a la dificultad
de comprender la omnipresencia de Dios.
Dios No Es Inmenso
Aunque
muchas veces utilizamos esta palabra para referirnos a Dios, a Su infinidad y
Su omnipresencia la inmensidad no es sinónimo de Omnipresencia. Algunos de los
mejores teólogos usan la palabra «inmensidad» para describir la omnipresencia
de Dios. Debemos evitar esta palabra. Lo que es inmenso es relativamente
grande, y está en parte aquí y en parte allá. La omnipresencia de Dios no es de ninguna manera
una doctrina de su inmensidad. Dios no está en parte con nosotros y en parte
con nuestros amigos lejos de aquí. Dios está aquí en su ser personal, y Dios
está allí con ellos en ese lugar distante.
Todo Está Inmediatamente
En Su Presencia
Cada
cosa en el universo está inmediatamente en su presencia.
Mientras
trabajo en mi escritorio, todas las cosas sobre él están inmediatamente en mi
presencia. Por supuesto, hay relaciones espaciales. Tomo mi pluma, arreglo mis
papeles; pero en un sentido práctico el espacio no es problema: todo está en mi
presencia.
El
espacio no es problema a la todopoderosa presencia personal de Dios. Él oye, ve
y actúa inmediatamente en cualquiera parte del universo. Él no es un Dios «muy
lejos» (Jer 23:23); él es «Dios muy cerca». Estamos inmediatamente en su
presencia.
¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová,
y no Dios desde muy lejos?
(Jeremías 23:23 RV60)
Conocer A Dios
Un
conocimiento completo de Dios es a la vez objetivo y personal. El conocer los
hechos de una persona sin conocer a la persona misma es conocimiento limitado.
El conocer a una persona sin conocer su actuación es conocimiento superficial.
Dios ha revelado muchos datos acerca de Sí mismo, todos los cuales son importantes
para hacer nuestra relación personal con El íntima, inteligente y provechosa.
Sí El sólo hubiera revelado hechos sin hacer posible el conocerlo a El
personalmente, tal conocimiento objetivo tendría poca utilidad y, ciertamente,
ningún beneficio eterno. Igual que en las relaciones humanas, una relación
divina-humana no puede comenzar sin algunos conocimientos mínimos acerca de la
Persona; entonces la relación personal genera el deseo de conocer más datos,
los cuales a su vez profundizan la relación, y así sucesivamente. 2.
El
conocimiento de Dios difiere de todo otro conocimiento en que el hombre sólo
puede tener este conocimiento hasta el punto en que Dios lo revele. Si Dios no
hubiera iniciado la revelación de Sí mismo, no habría forma de que el hombre lo
conociera a El. Por lo tanto, el ser humano tiene que ponerse bajo Dios, que es
el objeto de su conocimiento. En otros empeños eruditos, el ser humano a menudo
se coloca a sí mismo sobre el objeto de su investigación, pero no es así en el
estudio de Dios.
LOS DECRETOS DE DIOS
“Sabemos, además, que a los que aman a Dios,
todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados.” (Romanos 8:28) “conforme
al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”.(Efesios
3:11).
Decreto de Dios es su propósito o su determinación
respecto a las cosas futuras. Aquí hemos usado el singular, como hace la
Escritura, porque sólo hubo un acto de su mente infinita acerca del futuro.
Nosotros hablamos
como si hubiera habido muchos, porque nuestras mentes sólo pueden pensar en
ciclos sucesivos, a medida que surgen los pensamientos y ocasiones; o en
referencia a los distintos objetos de su decreto, los cuales, siendo muchos,
nos parece que requieren un propósito diferente para cada uno.
Pero el conocimiento
Divino no procede gradualmente, o por etapas: (Hechos 15:18;). “Dice el
Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.” Las
Escrituras mencionan los decretos de Dios en muchos pasajes y usando varios
términos.
La palabra “decreto”
se encuentra en el Salmo 2:7, (Yo publicaré el decreto;). En
Efesios 3:11, leemos acerca de su “propósito eterno”. En
Hechos 2:23, de su “determinado consejo y anticipado conocimiento”.
En Efesios 1:9, el misterio de su “voluntad”. En Romanos 8:29,
que él también “predestinó”. En Efesios 1:9, de su “beneplácito”.
Los decretos de Dios
son llamados sus “consejos” para expresar que son perfectamente sabios.
Son llamados su “voluntad” para mostrar que Dios no está bajo ninguna
sujeción, sino que actúa según su propio deseo, en el proceder Divino, la
sabiduría está siempre asociada con la voluntad, y por lo tanto, se dice que
los decretos de Dios son “el consejo de su voluntad”.
Los decretos de Dios
están relacionados con todas las cosas futuras, sin excepción: todo lo que es
hecho en el tiempo, fue predeterminado antes del principio del tiempo. El
propósito de Dios afectaba a todo, grande o pequeño, bueno o malo, aunque
debemos afirmar que, si bien Dios es el Ordenador y controlador del pecado, no
es su Autor de la misma manera que es el Autor del bien.
El pecado no podía
proceder de un Dios Santo por creación directa o positiva, sino solamente por
su permiso, por decreto y su acción negativa. El decreto de Dios es tan amplio
como su gobierno, y se extiende a todas las criaturas y eventos. Se relaciona
con nuestra vida y nuestra muerte; con nuestro estado en el tiempo y en la
eternidad.
De la misma manera
que juzgamos los planos de un arquitecto inspeccionando el edificio levantado
bajo su dirección, así también, por sus obras, aprendemos cual es (era) el
propósito de Aquel que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad.
Dios no decretó
simplemente crear al hombre, ponerle sobre la tierra, y entonces dejarle bajo su
propia guía incontrolada; sino que fijó todas las circunstancias de la muerte
de los individuos, y todos los pormenores que la historia de la raza humana
comprende, desde su principio hasta su fin. No decretó solamente que debían ser
establecidas leyes para el gobierno del mundo, sino que dispuso la aplicación
de las mismas en cada caso particular. Nuestros días están contados, así cómo
también los cabellos de nuestra cabeza. (Mateo 10:30).
Podemos entender el
alcance de los Decretos Divinos si pensamos en las dispensaciones de la
Providencia en las cuales aquellos son cumplidos. Los cuidados de la
Providencia alcanzan a la más insignificante de las criaturas y al más
minucioso de los acontecimientos, tales como la muerte de un gorrión o la caída
de un cabello. (Mateo 10:30).
Consideremos ahora
algunas de las características de los Decretos Divinos:
1.
Eternos.
En primer lugar son
Eternos. Suponer que alguno de ellos fue dictado dentro del tiempo, equivale a
decir que se ha dado un caso imprevisto o alguna combinación de circunstancias
que ha inducido al Altísimo a tomar una nueva resolución.
Esto significaría que los
conocimientos de la Deidad son limitados, y con el tiempo va aumentando en
sabiduría, lo cual sería una blasfemia horrible. Nadie que crea que el
entendimiento Divino es infinito, abarcando el pasado, presente y futuro,
afirmará la doctrina de los decretos temporales.
Dios no ignora los
acontecimientos futuros que serán ejecutados por voluntad humana; los ha
predicho en innumerables ocasiones, y la profecía no es otra cosa que la
manifestación de su presencia eterna.
La Escritura afirma
que los creyentes fueron escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo
(Efesios 1:4), más aun, que la gracia les fue “dada” ya entonces: (2 Timoteo
1:9). “Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no
conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la
cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo”.
2.
Sabios
En segundo lugar,
los decretos de Dios son sabios. La sabiduría se muestra en la selección de los
mejores fines posibles, y de los medios más apropiados para cumplirlos. Por lo
que conocemos de los Decretos de Dios, es evidente que les corresponde tal
característica. Se nos descubre en su cumplimiento; todas las muestras de
sabiduría en las obras de Dios que son prueba de la sabiduría del plan por el
que se llevan a cabo.
Como declara el salmista: (Salmo
104:24). “¡Cuán numerosas son tus obras, oh Jehová! A todas las hiciste
con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas”. Sólo
podemos observar una pequeñísima parte de ellas, pero, como en otros casos,
conviene que procedamos a juzgar el todo por la muestra; lo desconocido por lo
conocido.
Aquel que, al examinar parte del
funcionamiento de una máquina, percibe el admirable ingenio de su construcción,
creerá, naturalmente, que las demás partes son igualmente admirables. De la
misma manera, cuando las dudas acerca de las obras de Dios asaltan nuestra
mente, deberíamos rechazar las objeciones sugeridas por algo que no podemos
reconciliar con nuestras ideas (Romanos 11:33). “¡Oh la profundidad de
las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán
incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!"
«Este conocimiento de Dios no sólo lo comprende
todo sino que es también intuitivo e inmutable. Él sabe todas las cosas tal
como son, el ser como ser, el fenómeno como fenómeno, lo posible como posible,
lo actual como actual, lo necesario como necesario, lo libre como lo libre, lo
pasado como pasado, lo presente como presente, y lo futuro como futuro. Aunque
todas las cosas están siempre presentes a su vista, sin embargo, él las ve como
sucesivas en tiempo. La vasta procesión de sucesos, pensamientos, sentimientos,
y hechos están abiertos a su vista»
Dios siempre sabe completa y perfectamente lo que
sabrá cuando mañana llegue a ser ayer. Su conocimiento no se ve aumentado en el
menor grado por el hecho de que su conocimiento está relacionado dinámica y
perfectamente con la sucesión de eventos finitos.
3.
Libres
En tercer lugar, son
libres. (Isaías 40:13,14). “¿Quién ha escudriñado al Espíritu de Jehová,
y quién ha sido su consejero y le ha enseñado? ¿A quién pidió consejo para que
le hiciera entender, o le guió en el camino correcto, o le enseñó conocimiento,
o le hizo conocer la senda del entendimiento?” Cuando Dios dictó sus
decretos, estaba solo, y sus determinaciones no se vieron influidas por causa
externa alguna.
Era libre para
decretar o dejar de hacerlo, para decretar una cosa y no otra. Es preciso
atribuir esta libertad a Aquel que es supremo, independiente, y soberano en
todas sus acciones.
4.
Absolutos.
En cuarto lugar, los decretos de
Dios son absolutos e incondicionales. Su ejecución no esta supeditada a
condición alguna que se pueda o no cumplir. En todos los casos en que Dios ha
decretado un fin, ha decretado también todos los medios para dicho fin.
El que decretó la salvación de
sus elegidos, decretó también darles la fe, (2 Tesalonicenses 2:13). “Pero
nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del
Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la
santificación del Espíritu y fe en la verdad” (Isaías 46:10);
“Yo anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no
ha sido hecho. Digo: Mi plan se realizará, y haré todo lo que quiero”.
Pero esto no podría ser así si su
consejo dependiese de una condición que pudiera dejar de cumplirse. Dios “hace
todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11).
Junto a la inmutabilidad e
inviolabilidad de los decretos de Dios. La Escritura enseña claramente que el
hombre es una criatura responsable de sus acciones, de las cuales debe rendir
cuentas. Y si nuestras ideas reciben su forma de la Palabra de Dios, la
afirmación de una enseñanza de ellas no nos llevará a la negación de la otra.
Reconocemos que existe verdadera
dificultad en definir dónde termina una y donde comienza la otra. Esto ocurre
cada vez que lo divino y lo humano se mezclan. La verdadera oración está
redactada por el Espíritu, no obstante, es también clamor de un corazón humano.
Las Escrituras son la Palabra
inspirada de Dios, pero fueron escritas por hombres que eran algo más que
máquinas en las manos del Espíritu. Cristo es Dios, y también hombre. Es
omnisciente, más crecía en sabiduría, (Lucas 2:52). “Y Jesús crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” Es
Todopoderoso y sin embargo, fue (2 Corintios 13:4) “crucificado en
debilidad”. Es el Espíritu de vida, sin embargo murió. Estos son
grandes misterios, pero la fe los recibe sin discusión.
En el pasado se ha hecho observar
con frecuencia que toda objeción hecha contra los Decretos Eternos de Dios se
aplica con la misma fuerza contra su eterna presciencia. “Tanto si Dios ha
decretado todas las cosas que acontecen como si no lo ha hecho, todos los que
reconocen la existencia de un Dios, reconocen que sabe todas las cosas de
antemano. Ahora bien, es evidente que si El conoce todas las cosas de antemano,
las aprueba o no, es decir, o quiere que acontezcan o no. Pero querer que
acontezcan es decretarlas”.
Finalmente
trátese de hacer una suposición, y luego considérese lo contrario de la misma.
Negar los Decretos de Dios sería aceptar un mundo, y todo lo que con él se
relaciona, regulado por un accidente sin designio o por destino ciego.
Entonces,
¿qué paz, que seguridad, qué consuelo habría para nuestros pobres corazones y
mentes? ¿Qué refugio habría al que acogerse en la hora de la necesidad y la
prueba? Ni el más mínimo. No habría cosa mejor que las negras tinieblas y el
repugnante horror del ateísmo. Cuán agradecidos deberíamos estar porque todo
está determinado por la bondad y sabiduría infinitas!
¡Cuánta
alabanza y gratitud debemos a Dios por sus decretos! Es por ellos que “Sabemos,
además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Bien
podemos exclamar como Pablo: “Porque de él y por medio de él y para él
son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amen”. (Romanos
11:36).
Dios
es Él mismo, no podemos quitar ni poner nada a Dios. El es, ha sido y
será por toda la eternida. Así como Él es, nosotros también somos, pero
nosotros llegamos a ser completos sólo en Él. Dios te ha dado un
propósito, ese propósito se ha permeado a tu mente, espíritu y ser, para
que tengas una imagen de quién tu puedes llegar a ser. Para ser tu
mismo tienes que levantarte, desarrollarte y crecer. Porque quién tu
eres, no es la persona que esta ahorea aquí, eres otra persona aún
mejor, mayor y diferente. Tienes que crecer con el modelo dado por Dios
para tu propósito.
Cada
persona que se ha desarrollado hasta un nivel mayor, se ha conocido a
si misma. Debes comenzar a comprenderte, debes comenzar a conocer, tus
flaquezas, tus debilidades, talentos, destrezas y fuerzas. Para
conocerte a ti mismo tienes que empezar a conocer a Dios. Dice la
Bibñlia que fuimos creados a la imagen de Dios. Cada vez que conoces más
a Dios, conoces más de ti mismo.
Hay
varias formas como los demás te ven te conocen y saben cosas de ti.
Algunas cosas son verdad, otras tu las conoces uy otras no te has
percatado que las tienes, que puedes corregirlas, mejorarartlas o puedes
aprovecharte de cosas son buenas y no sabías que eras así.
Algunas
veces está imagen, que otros ven son filtradas por sus valores, por su
manera que ellos perciben las cosas, por su fgorma de pensar. Muchos te
pueden ver como su enemigo porque ellos manejan valores distorcionados,
hacen daño, tu eres un peligro para sus intereses. Otros te veran como
una gran persona porque reflejas las cosas que Dios ha puesto en sus
vidas y eres de bendición para ellos.
La
manera como Dios te mira, es la manera correcta y en la que debes
enadar, lo que Dios ha decretado sobre ti, lo que Dios dice de ti. Dios
por eso ha establecido sus patrones desde la eternidad para que
llegaranb a ti y pudieran moldearte a Su imagen y Semejanza. Tu puedes
tener el carácter de Dios, tu puedes crecer y ajustarte a tu propósiti,
tu puedes desechar todas esas cosas que te hacen daño y no te dejan
crecer.
Ora a Dios y preguntale, ¿Quien eres tu?
Pidele revelación a Dios acerca de tu llamado y propósitro.
Analizate tu mismo bajo la luz de la Palabra: descubre tus errore, pecados, debilidades.
Descubre cuales son tus fortalezas, talentos y habilidades.
Busca ser más como Dios te ha dicho que tu eres y no como los demás idcen que debes ser.
1. Buswell, J. Oliver: Teología
Sistemática, Tomo 1, Dios Y Su Revelación : Buswell, J. Oliver. Miami, Florida,
EE. UU. de A. : LOGOI, Inc., 1979, S. 13
2. Ryrie, Charles Caldwell: Teologı́a
Básica. Miami : Editorial Unilit,
2003, S. 28
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