Dios tiene pode de elección. Pero también tiene Poder de
derecho y privilegio.
Poder de elección.
“Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quisiere”
(Isa. 46:10)
Dios es el Altísimo, el Señor del cielo y de la tierra está
exaltado infinitamente por encima de la más eminente de las criaturas. El es
absolutamente independiente; no está sujeto a nadie, ni es influido por nadie.
Dios actúa siempre y únicamente como le agrada.
Nadie puede frustrar ni detener sus propósitos. Su propia
Palabra lo declara explícitamente: “En el ejército del cielo, y en los
habitantes de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su
mano” (Daniel 4:35).
Él va a actuar en todas las
cosas “según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11).
“Todo lo que
quiso Jehová, ha hecho en los cielos y en la tierra, en los mares
y en todos los abismos” (Salmo 135:6).
“Y nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho”
(Salmo
115:3).
En su Poder de elección, escogió colocar a cada una de sus criaturas
en la condición que pareció bien a sus ojos.
Creó ángeles: a algunos los
colocó en un estado condicional, a otros les dio una posición inmutable delante
de él (1 Timoteo 5:21), poniendo a Cristo como su cabeza (Colosenses 2:10). No olvidemos que los ángeles que pecaron (2
Pedro 2:4). Con todo, Dios previó que caerían y, sin embargo, los colocó en un
estado alterable y condicional, y les permitió caer, aunque El no fuera el
autor de su pecado.
Dios, en su poder de elección colocó a Adán en el jardín del Edén en
un estado condicional. Si lo hubiera deseado podía haberle colocado en un
estado incondicional, en un estado tan firme como el de los ángeles que jamás
han pecado, en uno tan seguro e inmutable como el de los santos en Cristo.
En
cambio, escogió colocarle sobre la base de la responsabilidad como criatura,
para que se mantuviera o cayera según se ajustase o no a su responsabilidad: la
de obedecer a su Creador. Adán era responsable ante Dios (Dios es ley en sí
mismo) por el mandamiento que le había sido dado y la advertencia que le había
sido hecha. Esa era una responsabilidad sin menoscabo y puesta a prueba en las
condiciones más favorables.
Dios no colocó a Adán en un estado condicional y de criatura responsable
porque fuera justo que así lo hiciera. No, era justo porque Dios lo
hizo. Ni siquiera dio el ser a las criaturas porque eso fuera lo justo, es
decir, porque estuviera obligado a crearlas; sino que era justo porque Él lo
hizo así.
Su voluntad es suprema. Dios, lejos de estar bajo una ley, es ley en
sí mismo, así es que cualquier cosa que él haga, es justa. Y ¡ay del rebelde
que pone su soberanía en entredicho! “Ay del que pleitea con su Hacedor,
siendo nada mas un pedazo de tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Dirá el
barro al que lo labra: Qué haces?” (Isaías 45:9).
Dios colocó a Israel sobre una base condicional. Los capítulos 19, 20
y 24 de Éxodo ofrecen pruebas claras y abundantes de ello. Estaban bajo el
pacto de las obras. Dios les dio ciertas leyes e hizo que las bendiciones sobre
ellos, como nación, dependieran de la observancia de las tales.
Pero Israel era obstinado y de corazón incircunciso. Se rebelaron
contra Jehová, desecharon su ley, se volvieron a los dioses falsos y
apostataron. En consecuencia, el juicio divino cayó sobre ellos y fueron
entregados en las manos de sus enemigos, dispersados por toda la tierra, y
hasta el día de hoy, permanecen bajo el peso del disfavor de Dios.
Dios en su Poder de Elección puso a Satanás y a sus ángeles, a Adán y
a Israel en sus respectivas posiciones de responsabilidad. Pero, en el
ejercicio de su elección, lejos de quitar la responsabilidad de la criatura, la
puso en esta posición condicional, bajo las responsabilidades que él creyó oportunas;
y, en virtud de este poder, Él es Dios sobre todos.
¿Qué derecho tenía Adán de comer de los árboles del jardín del Edén? ¡El
permiso de su Creador (Génesis 2:16), sin el cual hubiera sido un ladrón!
¿Qué derecho tenía el pueblo de Israel a demandar de los egipcios joyas
y vestidos (Éxodo 12:35)? Ninguno, sólo que Jehová lo había autorizado (Éxodo.
3:22).
¿Qué derecho tenía Israel a matar tantos corderos para el sacrificio?
Ninguno, pero Dios así lo mandó.
¿Qué derecho tenía el pueblo de Israel a matar a todos los cananeos?
Ninguno, sino que Dios les había mandado hacerlo.
¿Qué derecho tenía el marido a demandar sumisión por parte de su
esposa? Ninguno, si Dios no lo hubiera establecido.
¿Qué derecho tuviera la esposa de recibir amor, atención y cuidados, ninguno,
si Dios no lo hubiera establecido.
Dios colocó a sus elegidos en un estado diferente al de Adán o Israel.
Los puso en un estado incondicional. En un pacto eterno, Jesucristo fue hecho
su cabeza, tomó sobre sí sus responsabilidades y actuó para ellos con justicia
perfecta, irrevocable y eterna.
Cristo fue colocado en un estado condicional, ya que fue “hecho
súbdito a la ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la ley” (Gálatas. 4:4,5), sólo que con esta
diferencia infinita: los hombres fracasaron, pero él no fracasó ni podía
hacerlo. Y, ¿quién puso a Cristo en este estado condicional? El Dios Trino. Fue
ordenado por la voluntad soberana, enviado por el amor soberano y su obra le
fue asignada por la autoridad soberana.
El mediador tuvo que cumplir ciertas condiciones. Había de ser hecho
en semejanza de carne de pecado; había de magnificar y honrar la ley; tenía que
llevar todos los pecados del pueblo de Dios en su propio cuerpo sobre el
madero; tenía que hacer expiación completa por ellos; tenía que sufrir la ira
de Dios, morir y ser sepultado.
Por el cumplimiento de todas esas condiciones, le fue ofrecida una
recompensa: (Isaías 53:10-12). Había de ser el primogénito de muchos hermanos;
había de tener un pueblo que participaría de su gloria.
Bendito sea su nombre para siempre porque cumplió todas esas
condiciones; y porque las cumplió, el Padre está comprometido en juramento
solemne a preservar para siempre y bendecir por toda la eternidad a cada uno de
aquellos por los cuales hizo mediación su Hijo Encarnado.
Algunos de los ángeles, Adán e Israel fueron colocados en una posición
condicional en la que la bendición dependía de su obediencia y
fidelidad de Dios. Pero, en marcado contraste con estos, a la “manada
pequeña” (Lucas 12:32) le ha sido dada una posición incondicional e
inmutable en el pacto de Dios, en sus consejos y en su Hijo; su
bendición depende de lo que Cristo Hizo Por ellos. “El fundamento de Dios
está firme, teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos”
(2 Timoteo 2:19).
El
fundamento sobre el cual descansan los elegidos de Dios es perfecto: nada puede
serle añadido, ni nada puede serle quitado (Eclesiastés 3:14).
Porque Él tomó su lugar, ellos ahora participan del Suyo. Su justicia
es la Suya, su posición delante de Dios es la Suya, y su vida es la Suya. No
hay ni una sola condición que ellos tengan que cumplir, ni una sola
responsabilidad con la que tengan que cargar para alcanzar la gloria eterna. “Porque
con una sola ofrenda hizo Perfectos para siempre a los santificados”
(Hebreos. 10:14).
He aquí, pues, el más alto y grande exponente de la absoluta soberanía
de Dios. En verdad, El “del que quiere tiene misericordia; y al que
quiere endurece” (Romanos 9:18).
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