¿Conoce usted los
atributos de Dios?, si usted tiene una imagen distorsionada de Dios, entonces
sus creencias serán distorsionadas. Dios es su Padre por lo tanto usted debe
conocerle y tener una relación correcta con Él. Sin embargo también Él es Dios
es por eso que usted debe tratarlo de una manera especial.
Atributo es la
esencia de lo que alguien o algo es, es el carácter, la propiedad o
particularidad que se posee, es la condición propia de alguien o algo.
Dios posee atributos
que le son únicos, nuestro conocimiento
sobre estos atributos nos permiten, adoptar una actitud diferente frente
a la vida y las circunstancias e incluso actúan sobre nuestra propia
personalidad, para aquellos que no han conocido sobre las características
poderosas de Dios le ven como alguien sin poder suficiente para crear cambios o
alejados de ellos.
Es como el hijo que
desconoce que su padre es un gran boxeador
y se siente en el colegio amedrentado por otros niños con mayor tamaño o
fuerza, pero cuando el conoce lo que es capaz de hacer su padre y conoce de su
amor y protección hacia él, entonces se enfrenta a aquellos niños y dice “se lo
diré a mi padre que es boxeador”. Una simple frase pero apoyada sobre el
conocimiento de las cualidades que posee su padre.
De igual manera
nosotros al conocer lo maravilloso que es nuestro Padre celestial, tomamos
valor y nos identificamos con la naturaleza de Él.
Mi deseo es que a
través de estos estudios recopilados de diferentes autores, usted descubra los
atributos de Dios y comience a conocerle en realidad como Él es.
Primeramente
comenzaremos a analizar acerca de los Decretos de Dios. Esto es debido a que
cada cosa en el universo se mueve bajo Su Palabra y debemos saber que todo lo
que Él ha dicho de si mismo, ha dicho de nosotros y del mundo se cumplirá,
porque Él así lo ha decretado.
EL PODER DE DIOS
“Una vez
habló Dios; dos veces he oído esto:
Que de Dios es la
fortaleza”
(Salmos 62:11)
El poder de Dios es
la facultad y la virtud por la cual puede hacer que se cumpla todo aquello que
agrada, todo lo que le dicta su sabiduría infinita, todo lo que la pureza
infinita de su voluntad determina.
A
menos que creamos que es, no sólo omnisciente, sino también omnipotente, no
podemos tener un concepto correcto de Dios. El que no puede hacer todo lo que
quiere y no puede llevar a cabo todo lo que se propone, no puede ser Dios.
El
tiene, no solo la voluntad para resolver aquello que le parece bueno, sino
también el poder para llevarlo a cabo Así como la santidad es la hermosura de
todos los atributos de Dios, su poder es el que da vida y acción a todas las
perfecciones de la naturaleza Divina.
¡Qué vanos serían los consejos eternos si el poder no interviniera para
cumplirlos! Sin el poder, su misericordia no sería sino una debilidad humana,
sus promesas un sonido vacío, sus amenazas alarmas infundadas. El poder de Dios
es como él mismo: infinito, eterno, inconmensurable; no puede se contenido,
limitado ni frustrado por la criatura.
“Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es la fortaleza” (Salmos 62:11).
“Una vez habló Dios”, ¡no es necesario más! El cielo y la tierra pasarán, más
su Palabra permanece para siempre. “Una vez habló Dios”, ¡Cuán digna es su
majestad divina! Nosotros, pobres mortales, podemos hablar y, a menudo, no ser
oídos; pero cuando él habla, el trueno de su poder se oye en mil colinas. “Y
tronó en los cielos Jehová y el Altísimo dio su voz: granizo y carbones de
fuego. Y envió sus saetas, y desbaratólos; y echó relámpagos, y los destruyó. Y
aparecieron las honduras de las aguas, y descubriéronse los cimientos del
mundo, a tu reprensión, oh Jehová, por el soplo del viento de tu nariz” (Salmos
18:13-15).
“Una vez habló Dios”. He aquí su autoridad inmutable. “Porque ¿quién en
los cielos se igualará con Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los
hijos de los potentados? (Salmos 89:6). “Y todos los moradores de
la tierra por nada son contados; y en el ejército del cielo, y en los
habitantes de la tierra, hace según su voluntad; ni hay quien estorbe su mano,
y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35).
Esto se puso claramente de
manifiesto cuando Dios se encarnó y habitó en el tabernáculo humano. El dijo al
leproso: “Quiero; se limpio. Y luego su lepra fue limpiada” (Mateo
8:3). A uno que había estado cuatro días en la tumba le llamó, diciendo: “Lázaro,
ven fuera”, y el muerto salió. El viento tormentoso y las olas feroces
fueron calmados con una simple palabra de su boca; y una legión de demonios no
pudo resistirse a su mandato autoritario.
“De Dios es la fortaleza”, y de Dios solo. Ni una sola
criatura en todo el universo tiene un átomo de poder, si Dios no se lo ha dado.
Su poder no puede adquirirse, ni está en las manos de ninguna otra autoridad.
Pertenece inherentemente a Dios. “El poder de Dios, como El mismo, existe y se
sostiene por sí mismo. El más poderoso de todos los hombres no podría añadir ni
aumentar ni una pequeñez el poder del Omnipotente. El mismo es la causa central
y el originador de todo poder.
La
creación entera confirma el gran poder de Dios y su completa independencia de
todas las cosas creadas. Oigan su reto: “¿Dónde estabas cuando yo fundaba
la tierra?” Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas,
si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre que están fundadas sus
basas? ¿O quién puso su piedra angular?” (Job 38:4-6) ¡Cuán cierto es
que el orgullo del hombre está asentado sobre el polvo!.
El
poder es también usado como un nombre de Dios, “el Hijo del hombre
sentado a la diestra de la potencia” (Marcos 14:62), es decir a la
diestra de Dios. Dios y su poder son tan inseparables que son también recíprocos.
Su esencia es inmensa, no puede ser limitada en el espacio; es eterna, no puede
medirse en términos del tiempo; omnipotente no puede ser limitada con relación
a la acción. “He aquí, estas son partes de sus caminos: más cuán poco
hemos oído de él! Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿quién lo detendrá?”
(Job. 26:14).
¿Quién es capaz de contar todos los monumentos de su poder? Incluso lo que en
la creación visible, se muestra de su poder, está más allá de nuestra capacidad
de comprensión; aún menos podemos concebir la omnipotencia misma. En la
naturaleza de Dios hay infinitamente más poder del que todas sus obras revelan.
“Partes de sus caminos” es lo que vemos en la creación, la providencia y la
redención, pero sólo una pequeña parte de su poder se nos revela en ellas.
Esto es lo que, con evidente claridad, nos dice Habacuc 3:4: “Allí estaba
escondida su fortaleza”. Es imposible hallar capítulo más grande y
elocuente que éste, en el que hallamos tal riqueza de imágenes; sin embargo,
nada supera su grandeza a esta declaración. El profeta vio en visión cómo, en
una asombrosa demostración de poder, Dios desmenuzaba los montes.
No
obstante, el versículo mencionado dice que esto, lejos de ser una manifestación
de poder, era una ocultación del mismo. ¿Qué significa esto? Sencillamente que
el poder de la Divinidad es inconcebible, inmenso e incontrolable. Y que las
terribles convulsiones que él actúa en la naturaleza son sólo una pequeña
muestra de su poder infinito.
Es
muy hermoso poder unir los pasajes siguientes: “él... anda sobre las
alturas de la mar” (Job 9:8), que expresa el poder irrefrenable de
Dios; “mientras se pasea por la bóveda del cielo.” (Job
22:14), que expresa la inmensidad de su presencia; “él anda sobre las
alas del viento” (Salmos 104:3), que nos habla de la rapidez de sus
operaciones.
Esta última expresión es muy interesante. No dice que “vuela” o “corre”, sino
que “anda”, y que lo hace en las mismísimas “alas del viento”, uno de los
elementos más impetuosos, capaz de ser lanzado con tremenda furia y de
arrastrarlo todo con rapidez inconcebible, pero que, así y todo, esta bajo sus
pies, y bajo su perfecto control.
Consideremos ahora, el poder de Dios en la creación. “Tuyos los cielos,
tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú los fundaste. Al norte y al
sur tú los creaste” (Salmos 89:11,12). Para trabajar, el hombre
necesita herramientas y materiales, pero Dios no; una palabra sola creó todas
las cosas de la nada. La inteligencia no puede comprenderlo. Dios “dijo,
y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmos 33:9). Bien podemos exclamar:
“Tuyo el brazo con valentía; fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra”
(Salmos 89:13).
¿Quién, mirando el cielo a media noche y considerando el milagro de las
estrellas con los ojos de la razón, puede dejar de preguntarse de que fueron
formadas en sus órbitas? Por asombroso que parezca, fueron hechas sin
materiales de ninguna clase. Brotaron del vacío mismo. La obra impotente de la
naturaleza universal emergió de la nada,
¿Qué instrumentos usó el arquitecto Supremo para ajustar las diversas partes
con exactitud tal, y para dar al conjunto un aspecto tan hermoso? ¿Cómo fue
unido todo formando una estructura tan bien proporcionada y acabada? Un simple
mandato lo consumó. “Sea”, dijo Dios, y no añadió más; y en seguida
apareció el maravilloso edificio adornado con toda la belleza, desplegando
perfecciones sin número, y declarando, con los serafines, la alabanza de su gran
Creador. “Por la Palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el
ejército de ellos por el espíritu de su boca’” (Salmos 33:6).
Consideren el poder de Dios en la conservación. Ninguna criatura tiene poder
para conservarse a sí misma. “¿Crece el junco sin lodo? ¿Crece el prado
sin agua?” (Job 8:11). Si no hubiera hierbas comestibles, tanto los
hombres como las bestias morirían, y si la tierra no fuera refrescada por la
lluvia fertilizadora, las hierbas se marchitarían y morirían.
Por
tanto, Dios es el Conservador “del hombre y el animal” (Salmos
36:6) El “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”
(Hebreos 1:3) ¡Qué milagro del poder divino en la vida prenatal del ser humano!
El que un ser pueda vivir durante tantos meses, en un lugar tan reducido y
sucio, y sin respirar, sería inexplicable si no fuera por el poder de Dios.
Verdaderamente, “El es el que puso nuestra alma en vida” (Salmos
66:9).
La
conservación de la tierra de la violencia del mar es otro ejemplo claro del
poder de Dios. ¿Cómo ese furioso elemento se mantiene encerrado en los límites
en los que El lo colocó en el principio, continuando allí sin inundar y
destruir la parte baja de la creación? La posición natural del agua es sobre la
tierra, puesto que es más ligera, e inmediatamente debajo del aire, porque es
más pesada.
¿Quién refrena sus naturales cualidades? El hombre ciertamente no, ya que no
podría. Lo que la reprime es el mandato de su creador: “Y dije: Hasta
aquí vendrás, y no pasarás delante, y aquí cesará la soberbia de tus olas”
(Job 38:11). ¡Qué monumento más permanente al poder de Dios es la conservación
del mundo! Consideremos el poder de Dios en el gobierno. Tomen por ejemplo, la
sujeción en que tiene a Satanás. “El diablo, cual león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Está lleno de odio
contra Dios y de enemistad furiosa contra los hombres, especialmente los
santos. El que envidió a Adán en el paraíso, envidia la felicidad que para
nosotros significa el disfrute de las bendiciones de Dios.
Si
pudiera, trataría a todos como trató a Job: enviaría fuego del cielo sobre los
frutos de la tierra, destruiría el ganando, haría que un viento huracanado
derribara las casas y cubriría nuestros cuerpos de sarna maligna. Sin embargo,
aunque los hombres no se den cuenta de ello, Dios lo reprime hasta cierto
punto, impidiéndole realizar sus propósitos malignos, y sujetándole a sus
órdenes. Asimismo, Dios restringe la corrupción natural del hombre. El permite
suficientes brotes del pecado como para mostrar la tremenda ruina que la
apostasía del hombre ha producido, pero, ¿quién es capaz de imaginar los
terribles extremos a los que el hombre llegaría si Dios retirara su brazo
moderador?
Todos los descendientes de Adán, por naturaleza, tienen bocas “llenas de
maledicencia y de amargura; sus pies son ligeros a derramar sangre” (Romanos
3:14,15) ¡Cómo triunfarían el abuso y la locura obstinada si Dios no se
impusiera y no edificara muros de contención a las mismas! “Alzaron los
ríos, oh Jehová, alzaron los ríos su sonido; alzaron los ríos su estruendo.
Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de muchas aguas, más que
las recias olas del Mar” (Salmos 93:3,4). Observemos el poder de Dios
en sus juicios. Cuando Dios hiere, nadie puede resistírsele: “¿Estará
firme tu corazón? ¿Estarán fuertes tus manos en los días cuando yo actúe contra
ti? Yo, Jehová, he hablado y lo cumpliré” (Ezequiel 22:14.) ¡Qué
ejemplo más terrible de ello el que nos ofrece el diluvio! Dios abrió las
ventanas del cielo y rompió las fuentes del gran abismo, y la raza humana
entera (excepto los que se hallaban en el arca), impotente ante el temporal de
su ira, fue arrasada.
Con
una lluvia de fuego y azufre fueron destruidas las ciudades del valle. Faraón y
todas sus huestes fueron impotentes cuando Dios sopló sobre ellos en el Mar
Rojo. ¡Qué palabras más terribles las de Romanos 9:22! “¿Y qué, si Dios,
queriendo mostrar la ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha
mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte?” Dios mostrará su
gran poder sobre los reprobados, no sólo encarcelándolos en la Gehena, sino
también conservando sus cuerpos, además de sus almas, en los tormentos eternos
del lago de fuego.
¡Bien podemos temblar ante tal Dios! Tratar desdeñosamente a Aquel que puede
aplastarnos como si fuéramos moscas, es una conducta suicida. Desafiar al que
está vestido de omnipotencia, al que puede hacernos pedazos y arrojarnos al infierno
al momento que lo desee, es el colmo de la locura. Para decirlo de la manera
más clara: obedecer su mandamiento es, cuando menos, actuar con sensatez. “Besad
al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino, cuando se encendiere
un poco su furor” (Salmos 2:12). ¡Bien hace el alma iluminada en adorar
a un Dios semejante! Las perfecciones maravillosas e infinitas de un Ser así
requieren la más ferviente adoración. Si los hombres poderosos y de renombre
reclaman la admiración del mundo, cuánto más debería llenarnos de asombro y
reverencia el poder del Todopoderoso. “¿Quién como tú, Jehová, entre los
dioses? ¿Quién como tú, magnifico en santidad, terrible en loores, hacedor de
maravillas?” (Éxodo. 15:11)
¡Bien hace el santo en confiar en un Dios tal! El es digno de confianza
implícita. Nada le es imposible. Si el poder de Dios fuera limitado. Podríamos
desesperar, pero viéndole vestido de omnipotencia, ninguna oración es demasiado
difícil para impedirle contestarla, ninguna necesidad demasiado grande para
impedirle suplirla, ninguna pasión demasiado violenta para impedirle dominarla,
ninguna tentación demasiado fuerte para impedirle librarnos de la misma,
ninguna aflicción demasiado profunda para impedirle aliviarla. “Jehová es
la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1). “A
Aquel que es poderoso para hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en
la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de todas las edades,
para siempre. Amen” (Efesios
3:20,21)
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