Muchos creen en Jesucristo como su salvador, le siguen como maestro, reciben sus
milagros, pero para algunos les cuesta decirle “Dios”, en el fondo muchos dudan que Jesús
sea Dios. En el Nuevo Testamento Jesús es llamado «Dios» sin restricción ni moderación.
Hay pasajes en el Nuevo Testamento que aplican al Jesús histórico, textos del Antiguo
Testamento que se refieren directamente a Dios Como Juan. 5:18 y 10:36, indica
inequívocamente que Jesús era considerado como «igual a Dios».
Cuando se dice que nuestro Señor es «el mismo en substancia» con el Padre y el Espíritu se
fundamenta en las palabras (en griego) “character tes hupostaseos” «la imagen misma de
su sustancia» ; su divinidad es eterna y completamente igual a la divinidad del Padre y del
Espíritu se vio justificado por la declaración de que «en él habita corporalmente toda la
plenitud de la deidad»).
Hebreos 1:3. RV60
El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y
quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la
purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la
Majestad en las alturas.
Colosenses 2:9 .RV60
Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
La existencia de Cristo es antes de la creación, antes de la encarnación de un cuerpo, antes
que todas las cosas ya Jesucristo existía con el Padre y el Espíritu Santo.
El problema estriba en la limitación del pensamiento humano. Los judíos se escandalizaron
cuando él dijo: «Yo y el Padre uno somos» (Juan 10:30). Esto provocó una resistencia violenta del lado de sus enemigos. «Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle» (Juan 10:31).
Ante la reacción de los judíos Jesús contestó: «Muchas buenas obras os he mostrado por parte de mi Padre; ¿por cuál de estas obras queréis apedrearme?».
Le respondieron los judíos, diciendo: «Por obra buena no te apedreamos, sino por
blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10:32, 33).
Este pasaje en la Biblia exterioriza en forma clara el problema del hombre para ver a Jesús
como Dios. Jesús, obviamente se presentaba en forma de un hombre. Respiraba, caminaba,
conversaba, reía, lloraba, comía y vestía igual que cualquier ser humano. Pero aun estando
en un cuerpo humano dijo: «Yo y el Padre uno somos», también afirmó: «que Dios era su
propio Padre, haciéndose igual a Dios» (Juan 5:18). No solamente había dicho esto sino
que declaró «que todos honren al Hijo como honran al Padre». No le bastó decir estas
cosas sino que dijo: «El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió» (Juan 5:23).
En la mente de los hombres y más en la mente de sus enemigos, no podían ser verdaderas
estas declaraciones, eran una, mentira, una locura o una blasfemia.
Jesús no se retractó de sus afirmaciones y por eso les dijo:
«¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? (Salmos 82:6). Si llamó
dioses a aquellos a quienes vino la Palabra de Dios (y la Escritura no puede ser
quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú
blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?» (Juan 10:34–36).
Jesús les preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» (Mt. 16:13).
Después que Pedro expresó las opiniones de los hombres, Jesús preguntó;
«Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?» (Mt. 16:15).
Pedro respondió a Jesús:
«Tú eres el Cristo [el Mesías], el Hijo del Dios viviente» (Mt. 16:16).
A raíz de esa confesión, Jesús dice a Pedro:
«Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre,
sino mi Padre que está en los cielos» (Mt. 16:17).
Una lectura imparcial y sin prejuicios del referido pasaje no deja lugar a dudas de que Jesús
reconoció y aceptó su posición como Hijo de Dios. Jesús, además, declaró que el
conocimiento de Su relación con el Padre era algo que podía ser comprendido por los
hombres únicamente por revelación divina. Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids,
Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 94.
El Catecismo Menor de Westminster cita: «Dios es un Espíritu infinito, eterno e inmutable
en su ser, sabiduría, poder, santidad, bondad, justicia y verdad». El significado del
participio huparchon aquí, indica que Jesucristo en su encarnación conservó todos esos
atributos.
Jesucristo continuó afirmando sus declaraciones y apeló al poder de Dios que se manifestó
en él.
«Si no hago las obras de mi Padre no me creáis. Mas si las hago, aunque no me
creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí,
y yo en el Padre» (Juan 10: 37,38)
Aquí se nos presenta la evidencia contra la racionalidad de la doctrina.
Sin embargo en la palabra se nos explica, como ocurrió esto y por qué razón Dios se hizo
hombre y llegamos a conocerlo como Jesús.
Es pertinente que veamos estas cosas para comprender más claramente el tremendo poder
que emana de nuestro Señor Jesucristo y como cada aspecto de él puede ser un factor
poderoso en nuestras vidas.
Definición de Dios.
Según la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española,
Dios es el nombre que se le da en español a un ser supremo omnipotente, omnipresente,
omnisciente y personal en religiones teístas y deístas (y otros sistemas de creencias) quien
es: o bien la única deidad, en el monoteísmo, o la deidad principal, en algunas formas de
politeísmo, como en el henoteísmo. Real Academia Española y Asociación de Academias de la
Lengua Española (2014). «dios». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa.
ISBN 978-84-670-4189-7.
A menudo Dios es concebido como el creador sobrenatural y supervisor del universo. Los
teólogos han adscrito una variedad de atributos a las numerosas concepciones diferentes de
Dios. Entre estos, los más comunes son omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia,
omnibenevolencia (perfecta bondad), simplicidad divina, y existencia eterna. Dios también
ha sido concebido como de naturaleza incorpórea, un ser personal, la fuente de toda
obligación moral, y el «mayor ser concebible con existencia».
Los Cristianos creen en un Dios personal.
Los cristianos basan sus creencias en la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, presentadas
en el canon bíblico —que recoge tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento—. Los
cristianos creen que Jesús es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el
Antiguo Testamento, que murió crucificado para la redención de los pecados del género
humano, y que resucitó al tercer día. Los cristianos creen que Dios se hizo hombre y habitó
con los seres humanos.
Qué significa que Dios se hizo hombre.
El apóstol Pablo lo explica claramente en su carta a los Filipenses.
Filipenses 2:1-11. RV60
(1) Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si
alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
(2) completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes,
sintiendo una misma cosa.
(3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
(4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros.
(5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
(6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse,
(7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a
los hombres;
(8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
(9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es
sobre todo nombre,
(10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los
cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
1. Dios se hace hombre porque Dios quería dar una muestra de la gracia y el amor de
Cristo.
2. La idea de Dios hacerse hombre fue emprendida desde el punto de partida superlativo de
la deidad eterna.
3. La idea y el acto de Dios hacerse hombre involucraba la más tremenda humillación.
4. La idea y el acto de Dios hacerse hombre era el fundamento del nombre exaltado del
Señor Jesucristo.
1. Dios se hace hombre porque Dios quería dar una muestra de la gracia y el amor de
Cristo.
Lo principal que resalta es el amor misericordioso de Cristo manifestado en su
encarnación. En el versículo 2 del pasaje de Filipenses leído, el mandamiento: «teniendo el
mismo amor», se refiere al amor manifestado en Cristo. La palabra traducida «unánimes»
no es una exhortación a estar de acuerdo el uno con el otro, sino a ser de una sola mente
con Cristo, y a meditar sobre este gran hecho de su amor.
La Preexistencia de Cristo.
La preexistencia de Cristo como Segunda Persona de la Trinidad se puede ver claramente
en numerosos pasajes de la Escritura. Cristo se presenta en varias apariciones en el Antiguo
Testamento. En los primeros versículos del Evangelio de Juan Su preexistencia se destaca.
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este
era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de
lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:1–3).
Pablo explica igualmente la preexistencia del Hijo de Dios en su Epístola a los Colosenses:
«Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en
él fueron creadas todas las cosas … todo fue creado por medio de él y para él. Y él
es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:15–17).
La revelación de Cristo como «el Alfa y la Omega, principio y fin» en Apocalipsis (1:8, 11;
21:6; 22:13) se fundamenta en su preexistencia.
En la preexistencia de Cristo, ya sea explícita o implícitamente, debemos dar atención
especial a sus propias palabras, como las expresa en el Evangelio de Juan: «Padre,
glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese»
(Juan 17:5).
Constantemente Jesucristo se refería a sí mismo como salido del Padre y departía a la
multitud de su ascensión «adonde estaba primero» (Juan 6:62). Su preexistencia se expone
más fuertemente en el argumento de Juan 8:56–58, cuando Jesús dijo: «Abraham vuestro
padre se gozó de que había de ver mi día: y lo vio, y se gozó. Entonces le dijeron los
judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy».
Él, siendo en forma de Dios. Filipenses 2:6
En su comentario sobre este pasaje, el reconocido profesor de la Universidad de
Princeton, Benjamin Warfield, afirma: «Que la representación de Cristo Jesús como
en morphe [frase griega que significa “en forma”] theou [de Dios] huparchon
[siendo] — “siendo en forma de Dios” es exactamente lo mismo que llamarlo
Dios—, se evidencia no solo por la insinuación que se da de inmediato —que el que
está “en forma de Dios” es “igual a Dios”—, sino además por la connotación de la
misma fraseología.
»Es innegable que en el modo de hablar filosófico–popular aquí usado, “forma”
significa: aquel cuerpo de cualidades o características que hace que cualquiera
cosa sea esa y no otra, en una palabra, su carácter específico». Warfield añade la
nota siguiente: «… “morphe” no implica los accidentes externos sino los atributos
esenciales; y debe aplicarse a los atributos de la Deidad. En otras palabras, se usa en
un sentido sustancialmente igual al que lo caracteriza en la filosofía griega … este
sentido de morphe es el carácter específico».
De modo que cuando el apóstol Pablo habla del Cristo eterno como «permaneciendo
en forma de Dios», las palabras significan específicamente que Cristo conservó
todos los atributos esenciales de la divinidad cuando tomó para sí todos los de la
humanidad. Buswell, J. Oliver: Teología Sistemática, Tomo 3, Jesucristo Y El Plan De
Salvación : Buswell, J. Oliver. Miami, Florida, EE. UU. de A. : LOGOI, Inc., 1983, S. 457
Jesús es preeminente por las siguientes razones:
1) Es el heredero de todo,
2) Es el autor del universo,
3) Es la revelación absoluta de Dios,
4) Ha purificado a Su pueblo de pecado,
5) Ha sido exaltado a la diestra del Padre,
6) Como Hijo, tiene que ser de la misma naturaleza con el Padre celestial, y
7) Es específicamente llamado Dios por el Padre Celestial: «Mas del Hijo dice: «Tu trono,
oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino»» (He. 1:8).
Los Atributos de Dios
¿Cuál es el conocimiento que tenemos de Dios y cuales atributos conocemos?
La Palabra de Dios enseña que Cristo posee todos los atributos de la deidad. La Biblia
enseña que Cristo es omnipotente, omnipresente, omnisciente, inmutable, sano y eterno. la
Biblia también habla del amor, la gracia, la misericordia, bondad, justicia y otras
características de Cristo en el mismo sentido en que atribuye a Dios dichas características.
Dios es Soberano:
Dios es el poder soberano (el más grande) en todo el universo.
“Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quisiere” (Isa. 46:10)
La Soberanía de Dios puede definirse como la ejecución de su supremacía. Dios es el
Altísimo, el Señor del cielo y de la tierra está exaltado infinitamente por encima de la más
eminente de las criaturas. Él es totalmente independiente; no está sujeto a nadie, ni es
influido por nadie. Dios actúa siempre y únicamente como le agrada.
Nadie puede frustrar ni detener los propósitos de Dios. Su propia Palabra lo declara
explícitamente: “En el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su
voluntad: ni hay quien estorbe su mano” (Daniel 4:35). La soberanía divina significa que
Dios lo es de hecho, así como de nombre, y que está en el Trono del universo dirigiendo y
actuando en todas las cosas “según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11).
“Todo lo que quiso Jehová, ha hecho en los cielos y en la tierra, en los mares y en
todos los abismos” (Salmo 135:6).
El poder de Cristo es tan grande que con su muerte salvó e hizo perfecto a los suyos.
“Porque con una sola ofrenda hizo Perfectos para siempre a los santificados”
(Hebreos. 10:14).
Esos que son suyos, los que Él llama “manada pequeña” (Lucas 12:32) le ha sido dada una
posición incondicional e inmutable en el pacto de Dios, en sus consejos y en su Hijo; su
bendición depende de lo que Cristo Hizo Por ellos. “El fundamento de Dios está firme,
teniendo este sello: conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19).
El fundamento sobre el cual descansan los elegidos de Dios es perfecto: nada puede serle
añadido, ni nada puede serle quitado (Eclesiastés 3:14). He aquí, pues, el más alto y grande
exponente de la absoluta soberanía de Dios. En verdad, El “del que quiere tiene
misericordia; y al que quiere endurece” (Romanos 9:18).
Cristo es soberano y Él ha prometido venir por los suyos, nadie puede cambiar su parecer ni
detenerlo.
Cristo es omnipotente
La palabra omnipotente representa «todo poder». Dios es omnipotente porque El todo lo
puede. En el Nuevo Testamento la expresión «el Todopoderoso» (ho pantokrator) se usa
únicamente con referencia a Dios. Es muy natural que así sea, pues solamente Dios puede
poseer ese atributo. En Apocalipsis 1:7–8 dice:
He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y
todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la
Omega, principio y fin dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el
Todopoderoso.
En su visión apocalíptica, el apóstol Juan contempla a Jesús regresando a la tierra por
segunda vez. El apóstol Juan y el apóstol Pablo identifican al Señor como:
1) el Alfa y la Omega, una figura que habla de Su grandeza (principio y fin),
2) el Señor, señalando hacia Su soberanía;
3) El que era y que ha de venir, y
Los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro
estaban llenos de ojos, y día y noche, sin cesar, decían: «¡Santo, santo, santo es
el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir!».
Apocalipsis 4.8 Reina Valera Revisada (1995) Sociedades Bíblicas Unidas, 1998.
4) el Todopoderoso (ho pantokrator), es decir, El tiene control sobre todas las cosas. Jesús
tiene autoridad y soberanía sobre todo el universo.
El poder de Dios es la facultad y la virtud por la cual puede hacer que se cumpla todo
aquello que agrada, todo lo que le dicta su sabiduría infinita, todo lo que la pureza infinita
de su voluntad determina.
A menos que creamos que es, no sólo omnisciente, sino también omnipotente, no podemos
tener un concepto correcto de Dios. El que no puede hacer todo lo que quiere y no puede
llevar a cabo todo lo que se propone, no puede ser Dios.
Él tiene, no solo la voluntad para resolver aquello que le parece bueno, sino también el
poder para llevarlo a cabo “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder” (Salmos 62:11).
El “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3)
Él dijo al leproso: “Quiero; se limpio. Y luego su lepra fue limpiada” (Mateo 8:3). A uno
que había estado cuatro días en la tumba le llamó, diciendo: “Lázaro, ven fuera”, y el
muerto salió. El viento tormentoso y las olas feroces fueron calmados con una simple
palabra de su boca; y una legión de demonios no pudo resistirse a su mandato autoritario.
Cristo es omnisciente
Omnisciencia, quiere decir, que nada escapa del conocimiento. Todo lo sabe. Colosenses
2:3 dice:
En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
La mujer samaritana confesó:
Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el
Cristo? (Jn. 4:29). Jesús jamás había visto a la mujer samaritana hasta el día en que se encontró con ella junto al pozo de Jacob. Sin embargo, el Señor conocía la vida pecaminosa de aquella mujer. Este
es un ejemplo singular de que Jesús poseía el atributo de la omnisciencia. Esta verdad se
hace evidente también en las palabras de Juan 2:25: «… y no tenía necesidad de que nadie
le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre». Jesús sabía las
dudas de Tomás (Jn. 20:24–28); sabía que Lázaro había muerto (Jn. 11) y conocía
perfectamente los pensamientos secretos de Sus adversarios (Mt. 9:4).
Cristo es omnipresente
Cristo tiene el poder de estar en todas partes al mismo tiempo en la absoluta intensidad de
Su Persona. En Juan 3:3, Jesús declara:
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en
el cielo.
El Señor confiesa que Él está simultáneamente en la tierra y en el cielo. En Mateo 18:20,
Cristo prometió a Sus discípulos:
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de
ellos.
Aunque algunos prefieren interpretar esas palabras de Jesús en sentido figurado, diciendo
que Jesús está presente en un aspecto espiritual. Dicen que Cristo está presente en la mente
y en las oraciones de los discípulos, pero no en un sentido personal. Sin embargo, una
interpretación normal o natural del referido texto señala que la presencia del Señor con los
suyos es algo personal y real. De igual modo, Jesús prometió estar con los suyos «todos los
días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:20).
Cristo Es Inmutable
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Santiago 1.17. Reina
Valera Revisada (1995) Sociedades Bíblicas Unidas, 1998, S.
La Biblia atribuye a Dios la característica de inmutabilidad. Dios el Padre es inmutable
(Stg. 1:17). El no cambia en Su esencia, es otras palabras El no cambia en lo intrínseco de
Su ser y permanece inalterable. Dios el Hijo también es inmutable. En Hebreos 1:10–12
dice:
Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos.
Ellos perecerán mas Tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una
vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados, pero tú eres el
mismo, y tus años no acabarán.
El contexto de este pasaje gira alrededor de la Persona de Cristo. La superioridad del Hijo
es presentada por el autor de la epístola. El Hijo es superior a los ángeles, porque Él es Dios
(He. 1:7, 8). También es superior a la creación, porque Él es el Creador de todas las cosas
(1:9, 10). La creación cambia y se envejece, pero el Hijo, siendo Dios, es inmutable. Su
esencia jamás cambia.
La misma Epístola a los Hebreos 13:8, dice:
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Jesucristo es el mismo perpetuamente; no está sujeto a cambio alguno en su ser, atributos o
determinaciones.
Jesucristo es inmutable en esencia. Su naturaleza y ser son infinitos y, por lo tanto, no están
sujetos a cambio alguno.
El correr del tiempo no le afecta en absoluto. En el no hay vejez. Por lo tanto, su poder
nunca puede disminuir, ni su gloria palidecer.
Jesucristo es inmutable en sus atributos. Cualesquiera que fuesen los atributos de Cristo
antes que el universo fuera creado, son ahora exactamente los mismos, y así permanecerán
para siempre. Es necesario que sea así, ya que tales atributos son las perfecciones y
cualidades esenciales de su ser. Él es el mismo ayer, hoy y por siempre.
Su amor es indestructible, su sabiduría infinita y su santidad inmancillable. Como la deidad
no puede dejar de ser, así tampoco pueden los atributos de Jesucristo cambiar. Su veracidad
es inmutable y “como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
fin” (Juan. 13:1).
Sólo Dios, quien es autosuficiente, tiene la capacidad de ser el mismo ayer, hoy y por los
siglos.
Cristo Es Impecable
La Biblia afirma repetidas veces que Jesús es santo. En Hebreos 7:26–27, dice:
Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada
día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo.
El argumento del escritor sagrado es enfático. Los sacerdotes terrenales tenían que ofrecer
sacrificios a favor de sí mismos antes de hacerlo por el pueblo. Jesús, siendo santo, inocente
y sin mancha, pudo ofrecerse a sí mismo una vez por todas por los pecados de Su pueblo.
El mismo escritor subraya la impecabilidad de Cristo, diciendo:
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado (He. 4:15).
Del mismo modo el apóstol Juan escribió: «Y sabéis que El [Cristo] apareció para quitar
nuestros pecados, y no hay pecado en El» (1 Jn. 3:5).
Durante su ministerio terrenal, Jesús retó a los líderes religiosos de Israel, diciéndoles:
«¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Jn. 8:46). Aún los demonios reconocieron
que Jesús era el «Santo de Dios» (Mr. 1:24).
El apóstol Pablo afirma que «al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2.a Co. 5:21). Sólo un Cristo
impecable podía ofrecerse a sí mismo como expiación por hombres pecadores. Así como el
cordero pascual tenía que ser absolutamente santo y sin mancha (1 P. 1:18–20;2:22).
El apóstol Juan, refiriéndose a la visión del profeta Isaías (6:1–3), afirma que Aquel de
quien los serafines hablaron, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos», era
nada menos que el propio Señor Jesucristo. Juan dice: «Isaías dijo esto cuando vio su
gloria y habló acerca de El» (Jn. 12:41). En resumen, el testimonio de las Escrituras es
enfático. Cristo fue y sigue siendo impecable (He. 13:8). Su santidad es incuestionable.
Cristo Es Eterno
Cristo no comenzó Su existencia el día de Su nacimiento en Belén de Judea. Como la
segunda persona de la Trinidad, Jesucristo ya era desde la eternidad. El profeta Miqueas, al
hablar de la venida del Mesías al mundo, dice:
Pero tú Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti saldrá el
que será Señor en Israel, y sus salidas son desde el principio, desde los días de la
eternidad (Mi. 5:2).
El profeta Miqueas enfatiza el hecho de que el Mesías que nacería de la tribu de Judá, no
sólo sería el Señor de Israel sino alguien que existe desde el principio, es decir, desde la
eternidad. Esa profecía de Miqueas fue citada por los escribas, cuando Herodes les
preguntó dónde nacería el Cristo (Mt. 2:4–6).
Durante una discusión con los judíos, Jesús mismo hizo una de las declaraciones más
enfáticas tocante a la deidad. La afirmación hecha por Jesús se relaciona con el carácter
eterno de Su persona. La discusión entre Jesús y los judíos (Jn. 8:21–59) giraba alrededor
de la pregunta: «¿Quién es Jesús?» (8:25). Los judíos rehusaban creer en el Señor,
afirmando que por ser hijos de Abraham serían bendecidos de todas maneras (8:33). Jesús
les responde que en realidad son hijos del diablo (8:44) y que morirán en sus pecados si no
creen en El (8:45). Fue a raíz de esa discusión que Jesús dijo a los judíos: «De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy» (Jn. 8:58).
Los judíos reclamaban que Abraham era el padre espiritual así como el progenitor de la
nación judía. Jesús les señala que «Abraham se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y
se gozó» (Jn. 8:56). Al escuchar esas palabras, los judíos se asombraron de que Jesús
pudiese haber visto a Abraham ya que, según ellos, Jesús aún no tenía 50 años (8:57). Fue
ahí donde Jesús afirma Su carácter eterno, usando una frase que sólo corresponde a Dios. El
Señor no indica meramente que Su existencia precedía a la de Abraham, sino que El tiene
existencia eterna en el mismo sentido en que Dios la tiene.
Cristo afirmó «Antes que Abraham naciese, Yo Soy» (v. 58). «Yo Soy» era el nombre del
Dios auto-existente quien se había revelado a Moisés en la zarza ardiente (Ex. 3:14).
Jesucristo afirmaba ser el «Yo Soy», el Dios auto-existente. Cristo estaba afirmando Su
eternidad. Para los judíos tal cosa era una blasfemia.38
El apóstol Pablo escribió en Colosenses 1:17 que «El es antes de todas las cosas, y todas las
cosas en El subsisten». El apóstol Juan, en el prólogo de su evangelio, afirma que el Verbo
(Cristo) era en el principio con Dios (Jn. 1:2). Cristo hizo referencia a la gloria que tuvo
con el Padre antes de que el mundo fuese (Jn. 17:5). El profeta Isaías, escribiendo tocante a
la venida del Mesías, dice que «un niño nos es nacido, Hijo nos es dado» (Is. 9:6). El niño
nace, pero el Hijo es dado. El Hijo existía con el Padre antes de Su venida al mundo. Es por
eso que Pablo dice que, «cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo
…» (Gá. 4:4). El Hijo existía desde la eternidad.
Cristo Es El Creador Y Sustentador De Todas Las Cosas
La Biblia dice que: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). De modo
que, para el estudiante de las Escrituras, el universo es el resultado del poder creador de
Dios. En Juan 1:3, esa obra es atribuida al Verbo, es decir, a Jesucristo: «Todas las cosas
por él fueron hechas, y sin El nada de lo que ha sido hecho fue hecho.» El Verbo es el
Creador, de otro modo se caería en el absurdo de pensar que el Verbo se creó a sí mismo.
También, en Colosenses 1:17, dice: «Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten.» Cristo no es tan sólo el Creador, sino también el sustentador de todas las cosas.
«El sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (He. 1:3). Cristo es el sustentador
por cuanto as el preservador de todo lo que El mismo creó.
Resumiendo, la Palabra de Dios enseña que Cristo es el legítimo poseedor de todos los
atributos de la deidad. Todas las características propias de Dios se encuentran presentes en
Jesucristo. Tal cosa es posible debido a que Jesucristo es una Persona divina. Él es Dios
manifestado en la carne, quien llevó sobre sí la culpa del pecado humano.
A través de la Biblia encontramos un gran número de frases y de títulos usados para
describir a Cristo. Pero todas esas frases y títulos enfatizan de una manera clara la deidad
de nuestro Señor. He aquí algunos ejemplos:
1. El primogénito de entre los muertos (Ap. 1:8).
2. El Alfa y la Omega (Ap. 1:8).
3. El principio y fin (Ap. 1:8).
4. El Todopoderoso (Ap. 1:8).
5. El que tiene las llaves de la muerte y del Hades (Ap. 1:18).
6. El primero y el último (Ap. 2:8).
7. El que estuvo muerto y vivió (Ap. 2:8).
8. El que tiene la espada aguda de dos filos (Ap. 2:12).
9. El Hijo de Dios (Ap. 2:18).
10. El que tiene los siete espíritus de Dios (Ap. 3:1).
11. El Santo (Ap. 3:7).
12. El Verdadero (Ap. 3:7).
13. El que tiene la llave de David (Ap. 3:7).
14. El que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre (Ap. 3:7).
15. El Amén (Ap. 3:14).
16. El Testigo Fiel y Verdadero (Ap. 3:14).
17. El principio (Soberano) de la creación de Dios (Ap. 3:14).
18. El Verbo de Dios (Ap. 19:13).
19. El Sustentador de todas las cosas (He. 1:3).
20. El Heredero de todo (He. 1:3).
21. El Autor de la vida (Hch. 3:15).
22. La Luz Verdadera (Jn. 1:9).
23. La imagen del Dios invisible (Col. 1:15).
24. El Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16).
25. Dios (He. 1:8; Jn. 1:1; 20:28).
Cristo=Dios
CristoDios
Jesucristo es la imagen del Dios invisible. 2 Co. 4:4, Col. 1:15 y Jn. 14:9.
Jesucristo es la misma imagen de la sustancia de Dios. He. 1:3
Jesucristo es Dios manifestado en carne. 1 Ti. 3:16 y Jn. 1:1, 14.
Jesucristo es una misma cosa con Dios. Jn. 10:30; 12:44, 45; 14:7–9; 17:11, 22.
Jesucristo está en Dios, y Dios está en Cristo. Jn. 8:16; 10:38; 14:10, 11, 20; 17:21. 2 Co,
5:19.
En Jesucristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Col. 2:9.
Dios manifestado en carne es el gran misterio de la piedad. 1 Ti. 3:16.
Titulos dados igualmente a Jesucristo y a Dios
Dios Jesucristo
Dios.
Dt. 4:39. Is. 40:3
2 S. 7:22. con Jn. 1:23
1 R. 8:60. y Jn. 3:28.
2 R. 19:15. Sal. 45:6, 7
1 Cr. 17:20. con He. 1:8, 9.
Sal. 86:10. Jn. 1:1.
Is. 45:6. Ro. 9:5.
Is. 46:9. Tit. 2:13.
Mr. 12:32. 1 Jn. 5:20.
Solo Dios verdadero.
Jn. 17:3, 1 Jn. 5:20.
Dios fuerte.
Neh. 9:32. Is. 9:5.
Dios Salvador.
Is. 45:15, 21. 2 P. 1:1.
Lc. 1:47, Tit. 2:13.
Tit. 3:4. Jud. 25.
Jehová.
Ex. 3:15. Is. 40:3
con Mt. 3:3
y Jn. 1:23.
Jehová de los ejércitos.
1. Cr. 17:24. Sal.1 24:10.
Sal. 84:3. Is. 6:1–5
Is. 51:15. conJn. 12:41.
Jer. 32:18. Is. 8:13.
Jer. 46:18. Is. 54:5.
El Señor.
Mt. 11:25. Lc. 2:11.
Mt. 21:9. Jn. 20:28.
Mt. 22:37. Hch. 10:36.
Mr. 11:9. 1 Co. 2:8.
Mr. 12:29. 1 Co. 8:6.
Ro. 10:12. con Ef. 4:5.
Ap. 11:15. 1 Co. 12:3, 5.
Fil. 2:11.
Unico Señor.
Mr. 12:29 1 Co. 8:6.
con Dt. 6:4. Ef. 4:5.
Jehová y Salvador. Señor y Salvador.
Is. 43:11. 2 P. 1:11.
Is. 60:16. 2 P. 2:20.
Os. 13:4. 2 P. 3:18.
Salvador.
Is. 43:3, 11. Lc. 1:69.
Is, 60:16. Lc. 2:11.
1 Ti. 1:1. Hch. 5:31.
1 Ti. 2:3. Ef. 5:23.
Tit. 1:3. Fil. 3:20.
Tit. 2:10. 2 Ti. 1:10.
Tit. 3:4. Tit. 1:4.
Jud. 25. Tit. 3:6.
Unico Salvador.
Is. 43:11. Hch. 4:12.
Os. 13:4 1 Ti. 2:5, 6.
Salvador de todos los hombres y del mundo.
1 Ti. 4:10. 1. Jn. 4:14.
El Santo de Israel.
Sal. 71:22. Is. 41:14.
Sal. 89:18. Is. 43:3.
Is. 1:4. Is. 47:4.
Is. 45:11. Is. 54:5.
Rey de los reyes, y Señor de los señores.
Dt. 10:17. Ap. 17:14.
1 Ti. 6:15, 16. Ap. 19:16.
Yo soy.
Ex. 3:14. Jn. 8:58.
El Primero y el Ultimo.
Is. 44:6. Ap. 1:11, 17.
Is. 41:4. Ap. 2:8.
Is. 48:12. Ap. 22:13.
El Esposo de Israel y de la Iglesia.
Is. 54:5. Jn. 3:29.
Is. 62:5. 2 Co. 11:2.
Jer. 3:14. Ap. 19:7.
Os. 2:16. Ap. 21:9.
El Pastor.
Sal. 23:1. Jn. 10:11, 14.
He. 13:20.
1
Jesucristo es llamado
El verdadero Dios, y la vida eterna. 1 Jn. 5:20.
Dios que solo tiene dominio, y Nuestro Señor. Ro.
9:5.
El gran Dios, y nuestro Salvador, Tit. 2:13.
El Señor. Mt. 3:3. Mr. 1:3. Lc. 1:76; 3:4. Le. 1:23;
13:13.
Señor y Dios. Jn. 20:28.
El Señor de todos. Hch. 10:36. Ro. 10:12.
El Señor (por David). Sal. 110:1 con Mt. 22:43–45.
Mr. 12:38. Lc. 20:42–44. Hch. 2:34.
El Señor, Jehová, el Pastor. Is. 40: 10, 11 con He.
13:20.
El Rey de gloria, el Señor de gloria. Sal. 24:8, 10. 1
Co. 2:8. Stg. 2:1.
El Señor, el Angel del pacto. Mal. 3:1 con Lc. 7:27.
Jehová el fuerte y valiente. Sal. 24:8.
1 Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids, Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 145
Jehová, Justicia nuestra. Jer. 23:6 con 1 Co. 1:30.
Emanuel, con nosotros Dios. Is. 7:14 con Mt. 1:23.
El Santo de los santos. Dn. 9:24 con 1 S. 2:2.
El Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Ap. 1:8, 11,
17; 21:6; 22:13.
El príncipe de los reyes de la tierra. Ap. 1:5.
La, Palabra de Dios. Jn. 1:1. 1 Jn. 1:1; Ap. 19:13 con
Gn. 3:8.
El Angel de la faz de Jehová. Is. 63:9.
2
Perfecciones atribuidas igualmente a Jesucristo y a Dios
Dios Jesucristo
Es Eterno.
Dt. 33:27. Dn. 7:14.
Sal. 90:2. Mi. 5:2.
Sal. 93:2. Jn. 1:1.
Sal. 102:12. Jn. 8:58.
Sal. 146:10. Jn. 17:5, 24.
Is. 9:5. Col. 1:17.
Is. 40:28. He. 1:8
Dn. 4:34. conSal. 45:6.
Hab. 1:12. He. 13:8.
Ro. 16:26. Ap. 1:18.
Existe desde antes de la, constitución de todas ias cosas.
Gn. 1:1, 2 Pr. 8:22–30.
Sal. 90:2. Jn. 1:1, 2.
Pr. 8:22. Jn. 17:5, 24.
Jn. 1:1. Col. 1:17.
Es Inmutable.
Sal. 33:11. Sal. 102:26, 27
Mal. 3:6. con He. 1:11, 12
He. 6:17, 18. 12
Stg. 1:17. Lc. 21:33.
He. 13:8.
Es Todopoderoso.
Dt. 10:17. Mt. 28:18.
Job 37:23. Ef. 1:21.
2 Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids, Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 146
Sal. 147:5. Ef. 3:21.
Jer. 32:17. Col 2:10.
Ro. 1:20. He. 1:3.
Ef. 1:19. Ap. 3:7.
Puede salvar.
Is. 43:11. Is. 63:11.
Is. 45:21. Lce. 23:42, 43.
Ro. 5:10. Jn. 10:9, 28.
2 Co. 13:4. He. 7:25.
Stg. 4:12 Ap. 3:21.
Puede destruir.
Gn. 6:13, 17. Sal. 2:9, 12.
Sal. 94:23. Is. 11:4.
Mt. 10:28. 1 Co. 15:24–26.
Lc. 12:5. 2 Ts. 1:7–9.
Stg. 4:12. 2 Ts. 2:8.
Es Inescrutable.
Job 11:7–9. Pr. 30:4.
Mt. 11:27.
Ro. 11:33, 34. Lc. 10:22.
Es Omnipotente.
1 R. 8:27. Mt. 18:20.
Sal. 139:1–13. Mt. 28:20.
Pr. 15:3. Jn. 1:43, 45.
Jer. 23:23, 24. Jn. 3:13.
Am 9:2, 3. Ef. 4:10.
Es Omnisciente.
Sal. 139:1–6. Mt. 17:27.
Pr. 15:11. Jn. 4:16–19, 29.
Ec. 12:16. Jn. 16:30.
Dn. 2:22. Jn. 21:6, 17.
Hch. 15:18. Col. 2:3.
He. 4:13. Ap. 2:19.
Escudriña y conoce los corazones.
1 R. 8:39. Mt. 9:2–4.
1 Cr. 28:9. Mt. 12:25.
1 Cr. 29:17. Mt. 16:7. 8.
Sal 7:9. Mr. 2:6–8.
Sal. 44:21. Lc. 5:22.
Sal 139:2, 4. Lc. 6:8.
Jer. 11:20. Lc. 9:47.
Jer. 17:10. Jn. 2:24, 25.
Jer. 20:12. Jn. 6:64, 70.
Ez. 11:5. Jn. 21:17.
Lc. 16:15. Hch. 1:24.
Hch 15:8. Ap. 2:23.
Sabe lo futuro.
Ex. 3:19. Mt. 16:21.
Dt. 31:16. Mt. 24:3–33.
Is. 42:9. Mt. 26:2, 21.
Is. 43:12. Mr. 10:32–34.
Is. 44:7, 8. Mr. 14:13, 16.
Is. 45:21. Lc. 19:41–44.
Is. 46:10. Lc. 21:7–36.
Is. 48:3. 5. Jn. 6:64.
Dn. 2:28, 29. Jn. 13:1.
Ap. 22:6. Jn. 18:4.
Es Bueno.
Mt. 19:17. 2 Co. 10:1.
Mr. 10:18. Hch. 10:38.
Lc. 18:19. Mt, 11:28.
El Santo.
Lv. 19:2. Dn. 9:24.
Lv. 20:26. Hch. 3:14.
1 S. 2:2. Hch. 4:27.
Sal. 99:9. Ap. 3:7.
Ap. 4:8. Ap. 15:4.
Es Verdadero.
Ex. 34:6. Jn. 1:14.
Dt. 32:4. Jn. 14:6.
Jn. 7:28. 1 Jn. 5:20.
Jn. 17:3. Ap. 3:7.
Es Justo.
Sal. 7:9. Sal. 45:7
Sal. 11:7. con He. 1:9.
Sal. 48:10. Is. 11:5.
Sal. 71:19. Is. 32:1.
Sal. 89:14. Jer. 23:5.
Sal. 97:2. Hch 3:14.
Sal. 116:5. Hch. 7:52.
Sal. 119:137. Hch. 22:14.
1Jn. 2:1.
Es la Vida.
Dt. 30:20. Jn. 11:25.
Sal. 27:1. Jn. 14:6.
Sal. 36:9. Col. 3:4.
Por El y para El son tocias las cosas.
Ro. 11:36. 1 Co. 8:6.
Es Todo en todos.
1 Co. 15:28. Col. 3:11.
3
El Espíritu Santo es
El Espíritu deos El Espíritu de Cristo
Ro. 8:14. Hch. 16:6, 7.
1 Co. 2:11. Ro. 8:9.
1 Co. 6:11. Fil. 1:19.
Ef. 4:30. Gá. 4:6.
1 P. 4:14. 1 P. 1:11.
4
Obras y actos atribuidos igualmente a Jesucristo y a Dios
Dios Jesucristo
Ha creado el mundo y todas las cosas visibles e invisibles.
Neh. 9:6. Sal. 33:6.
Sal. 146:6. Jn. 1:3, 10.
Is. 44:24. 1 Co. 8:6.
Jer. 27:5. Ef. 3:9.
HCh. 14:15. Col. 1:16.
Hch. 17:24. He. 1:2, 10.
Sostiene y conserva todas las cosas.
Sal. 104:5–9. Col. 1:17.
Jer. 5:22. He. 1:3.
Jer. 31:35. Jud. 1.
Obra todas las cosas en todos.
1 Co. 12:6. Col. 3:11.
Ef. 1:23. Fil. 4:13.
Es el autor de la salvación.
3 Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids, Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 146
4 Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids, Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 148
Gn. 49:18. Hch. 4:12.
Sal. 3:8. 2 Ti. 2:10.
Jon. 2:10. He. 2:1.0.
Is. 25:9. He. 5:9.
Tit. 3:4. Ap, 7:10.
Ap. 7:10.
Ha rescatado a sa pueblo.
Sal. 31:5. Ef. 1:7.
Is 43:1–4. Col. 1:14.
Is. 44:21–23. He. 9:12. 15.
Is. 63:16. 1 P. 1:18, 19.
Hch. 20:28. Ap. 5:9.
Ha resucitado a Cristo.
Hch. 2:24. Jn. 2:19.
Ef. 1:20. Jn. 10:18.
Resucita a los muertos.
Ro. 4:17. Jn. 5:21, 28, 29.
1 Co. 6:14. Jn. 6:39, 40, 44, 54.
2 Co. 1:9. Jn. 11:25.
2 Co. 4:14. Fil. 3:20, 21.
Comunica el poder de hacer milagros.
Ex. 4:21. Mt. 10:1, 8.
Dt. 6:22. Mr. 3:14, 15.
Mt. 9:8. Mr. 6:7.
Jn. 3:2. Lc. 9:1.
Hch. 10:38. Lc. 10:19.
Hch. 15:12. Hch. 9:34.
Hch. 19:11. Hch. 14:3.
He. 2:4. 1 Co. 5:4.
Es el Autor de la vida espiritual
Is. 38:16. Jn. 1:4.
Ef. 2:5. Jn. 6:57.
Col. 2:13. Gá. 2:20.
Es el Autor de la regeneración.
1 Jn. 5:18. 1 Jn. 2:29.
5
5 Carballosa, Evis L.: La Deidad De Cristo. Grand Rapids, Michigan : Editorial Portavoz, 1982, S. 148
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